MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Comparando los programas sociales de combate a la pobreza, AMLO sale mal parado

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Durante los 20 años que los gobiernos de México diseñaron, instrumentaron y evaluaron los programas sociales para el combate a la pobreza, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) podía dar seguimiento con base a las reglas de operación, al logro de objetivos, a los aciertos y a las insuficiencias que presentaban; tales programas no fueron la solución para acabar con la pobreza, ni era esa su pretensión, pero se fueron afinando, se les fue dando continuidad para que, por lo menos como estrategia de combate, fueran eficaces. Los encargados de operar esos programas recibían recomendaciones puntuales del Consejo sobre sus áreas de mejora. 

Y lo lograron, lo que nació como Progresa se convirtió en Oportunidades y terminó como Prospera. Programas emblemáticos de cada una de las administraciones que los llevaron a cabo en un periodo de 20 años de prueba, acierto y error, y, lo que más sorprende, inusualmente habían mantenido continuidad a pesar de que los aplicaron gobiernos de partidos políticos diferentes; a mi parecer, esto se pudo realizar gracias a que eran medibles, evaluables y auditables por los institutos autónomos encargados de ello. Pero llegó AMLO con su 4T y su contumaz estilo de chivo en cristalería, echándole la culpa al neoliberalismo y a la corrupción, borró de un plumazo, sin consideración alguna, todo lo avanzado. 

Remitámonos a los datos. Dice el Coneval que cuando AMLO tomó posesión, el porcentaje de población en pobreza era de 41.9%, mostrando una tendencia consistente a la baja desde el 2008, diez años atrás, que estaba en 44.4%. Aunada la ineptitud, por decir lo menos, al pésimo manejo de la pandemia, se estima que, para el primer trimestre de 2021, el porcentaje de población en pobreza se encontraba ya en el 56.7%; es decir, millones y millones de mexicanos hasta llegar a 70.9; y el programa social de combate a la pobreza eliminado se sustituyó por un programa de Becas del Bienestar Benito Juárez que sale muy mal parado a simple vista, pero por si alguien le buscaba los prietitos en el arroz a Prospera, también son contundentes los datos al comparar ambos programas; el del Bienestar ni tiene reglas de operación, ni se puede medir, ni se sabe a ciencia cierta con quiénes y cómo opera. 

Con los datos del Coneval, veamos: del 2002 al 2006 y luego del 2006 al 2012 los programas, aunque cambiaban de nombre, ampliaban su cobertura; empezando con becas de educación básica a 300 mil familias en áreas rurales, en el 2002 se amplió a 2.4 millones de familias; para el 2006 se agregan a la cobertura la educación media superior y áreas urbanas, incrementando el número de familias a 4.2 millones. En el 2014 se le consideró al programa como factor de fomento productivo, generador de ingresos e inclusión financiera; para el 2016, atiende ya a 6.4 millones de familias, una población de 26.6 millones, que en ese tiempo representaban el 50% de quienes se encontraban en pobreza. En el 2017 el Diario Oficial respectivo publica que Prospera se planteó como objetivo ampliar las acciones asociadas a la alimentación, salud y educación, se incorporan apoyos a la educación superior; se cubría ya el 100% de los municipios del país. Concluye el Coneval que eran transferencias progresivas, que sí beneficiaban a los más pobres. 

De las Becas del Bienestar Benito Juárez (BBJ) dice: son tres becas sin relación entre ellas, Básica, Media Superior Universal y Jóvenes Construyendo el Futuro, a partir del 2019 no se definen con claridad las áreas geográficas que van a ser de atención prioritaria por parte del programa; no presenta meta de cobertura, cuántas familias van a permanecer en el programa, cuántas pueden irse incorporando; no existen reglas de operación para el procedimiento de solicitud de incorporación; en el caso de la beca Universal, no se trata de un programa de combate a la pobreza en estricto sentido, porque se otorga a todos los alumnos de los planteles seleccionados según su ubicación, donde quizá muchos requieran el apoyo pero otros no, pues su familia no se encuentra por debajo de la línea de bienestar mínimo.

La transición se hizo de forma incierta y sin ningún método, no se da seguimiento al desarrollo escolar ni familiar de los becados, no se informa cómo funciona ni a los becados ni a las escuelas, para recibir la beca no se tiene que cubrir ningún requisito como la asistencia a la escuela ni acciones de salud. En educación básica, Prospera otorgaba beca a todos los integrantes de la familia más una beca de alimentación por 475 pesos, 6.5 millones de familias llegó a atender el programa, en las BBJ se otorga a un solo integrante por familia, sin beca de alimentación. En educación media superior, Prospera otorgaba 865 pesos, a las mujeres en tercer grado les otorgaba hasta 1,120, BBJ otorga 800 pesos; aunque la SEP coordina el programa tampoco hay requisitos a cumplir como la asistencia o el promedio. Para la educación superior BBJ otorga prioridad a las escuelas que administra o ha formado la 4T en cinco modalidades y enlista otras 14, aunque solo contempla 300 mil becas, cifra muy inferior al universo de 6.5 millones de familias que podían contar con el apoyo por pertenecer al padrón Prospera.

Los programas de combate a la pobreza fueron sustituidos por programas de transferencias monetarias que, al no estar sujetos a ningún requisito, logro académico o acción de salud favorables a los mismos beneficiarios y sus familias, se vuelven solo gasto y no inversión; los errores observados, desde el punto de vista de las escuelas, en los programas anteriores, como el que no se utilizara el recurso en material para la educación, la alimentación y la salud, ahora ya no tienen remedio, porque en educación básica y superior, prácticamente, ya no hay recursos y en la educación media superior lo reciben los estudiantes y no las familias; se necesita una estrategia bien pensada, basada en la ciencia y aplicada con metodología, vaya lo que se venía ensayando o practicando pero corregido y aumentado para hacer frente a las grandes crisis que nos puso en el camino la pandemia. 

Con un programa de combate a la pobreza mejorado y ampliado podría darse eficazmente la batalla a la pandemia, porque por lo menos 6.5 millones de núcleos familiares, además de las familias que no estaban en el padrón de Prospera, pero sí en el Seguro Popular, llevarían un programa de prevención y de medidas sanitarias correctas para hacerle frente al virus. Contando con su beca de alimentación hubieran podido permanecer en casa con menos dificultad y, tal vez, contando con su beca, más de 5 millones de escolares hubieran podido adquirir equipo, material y otros elementos para no desertar de las aulas. 

De todas las evaluaciones y con los resultados que la realidad nos muestra, no nos queda más que concluir que en la administración de AMLO y la 4T no están primero los pobres, y a las pruebas me remito, no hay de otra.   

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