El pasado 05 de marzo el fútbol mexicano vivió una de las escenas más lamentables en su historia; la violencia, que se apoderó del estadio Corregidora, en Querétaro, cuando las Barras Bravas de los Gallos Blancos y Atlas protagonizaron una batalla campal que terminó dentro del terreno de juego.
Las autoridades informaron que solo hubo lesionados y que los informes sobre los muertos que circulaban en redes sociales y diferentes medios de comunicación, eran falsos; algunos divulgaban que la batalla campal había dejado 17 muertos, según un saldo preliminar que no fue ratificado por ninguna autoridad oficial, incluso lo negaron.
A la inversa, hubo varios testimonios de aficionados del Atlas que decían que sí hubo fallecidos tras la bronca. Incluso, en las redes sociales circulaban videos de las brutales golpizas y agresiones con arma blanca que recibían los atlistas, cuando estos ya no mostraban algún tipo de reacción; se veían inconscientes.
Pero profundizar sobre este tema extendería demasiado este texto y el enfoque de mis palabras tomaría un rumbo diferente al que originalmente se tenía pensado. Sin embargo, no voy dejar pasar que la atmósfera generada alrededor del lamentable suceso ya mencionado en párrafos anteriores, ha causado incertidumbre sobre lo que realmente ha pasado.
El debate sobre las Barras Bravas ha estado sobre las mesas de los especialistas del deporte porque ya en otras ocasiones han protagonizado riñas que daban indicios de lo que podría pasar. Pero todo quedaba ahí, en palabras, no se tomaban medidas adecuadas para evitar conflictos mayores.
Desde hace unos años para acá, hemos tenido un denominador común que ha evidenciado el mal trabajo realizado en el Palacio Nacional. La violencia ha resultado ser más dañina para México que la pandemia, pues para ella no se tiene una estrategia efectiva que contrarreste sus efectos en la sociedad. Una prueba de ello es el fútbol, en el que ha crecido la violencia con el pasar del tiempo; ahora parece que por fin reluce el lado oscuro de este deporte tan querido en nuestro país.
Pero el panorama de inseguridad con el que se despiertan los mexicanos ha escalado a dimensiones grotescas; taladran los cimientos de las familias humildes, convirtiéndolas en un centro de reclutamiento para el crimen organizado, quienes se aprovechan de las condiciones en que viven.
Por si fuera poco, la alabanza en cadena nacional, televisión de paga e internet hacia la narco cultura, ha facilitado las cosas para estos grupos delictivos; pues, dadas las condiciones de vida que tienen más de la mitad de los mexicanos, estos buscan una alternativa para salir adelante y una salida fácil, se les ha hecho creer, a través de diferentes productos de entretenimiento, que obtienen dinero fácil y viven con todas las comodidades del mundo. Por otro lado, también se sabe de casos de jóvenes que son llevados a la fuerza para trabajar en ese mundo que solo los lleva a la muerte.
¿Y qué ha hecho la 4T para combatir este mal?
Cuando Andrés Manuel López Obrador entró en funciones como presidente de México dijo que terminaría con todos los males que afectan al país, y ese mismo discurso los dispersaron por todo el territorio nacional los creyentes de la supuesta Cuarta Transformación. Pensaron que sería fácil, pero la realidad les vino a demostrar que no es así y, ¿qué fue lo que hicieron?, culparon a los gobiernos anteriores de lo ocurrido en tiempos de la tan sonada, pero hueca, transformación.
Aterrizando en terreno local, en Colima se observa cómo siguen al pie de la letra la mentalidad de López Obrador. Por ejemplo, el 25 de enero se registró un motín en el CERESO que dejó un saldo de 9 muertos y más de 5 heridos, y las declaraciones de Manuel Llerandi Ruiz, secretario de Seguridad Pública de Colima (SSP), sembraron más dudas sobre lo que había sucedido. Primero dijo que el Cártel de Jalisco Nuevo Generación (CJNG) estuvo involucrado en las ejecuciones registradas en el centro penitenciario y después salió a decir que no fue así.
Mientras tanto, en la opinión pública se cuestionaba la capacidad de reacción del Gobierno estatal porque, lógicamente, la audiencia esperaba una declaración de la gobernadora, pero no lo hizo. Por otro lado, los que salieron a defender a la mandataria estatal, fueron los diputados locales morenistas del Congreso del estado, quienes en una sesión comentaron que lo sucedido fue por el trabajo mal hecho en la pasada administración. Otra vez tratando de evadir culpas.
Sí, ya se sabe que muchos de los problemas fueron heredados, pero la cuestión aquí es, ¿qué se ha hecho para revertir la situación? Tratar de justificar todo lo malo que se sucede en la actualidad colimense diciendo que fue culpa de ellos, solo habla de la falta de compromiso que se tiene con todos aquellos que votaron a favor de ellos.
Por si faltara más, a inicios de febrero, la ola de violencia llegó a cada rincón del estado de Colima, con los asesinatos de personas a toda hora del día que aumentaron la cifra diaria. Al igual que la localización de restos humanos, narcomantas, lesionados.
Desde ese entonces hasta la fecha, ha sido el pan de cada día. La tranquilidad en Colima, se ha ido. El temor por salir a las calles y terminar en medio de un tiroteo ha provocado que las familias se queden en casa. Ya ni las instituciones educativas están seguras porque, al menos en 5 ocasiones, los estudiantes y maestros han sido testigos de hechos delictivos. Han dejado narcomantas afuera de instituciones educativas y han ejecutado a personas a unos cuantos metros de ellas. Creo que el caso más impactante fue la localización de restos humanos en la entrada de la Facultad de Medicina de la Universidad de Colima.
Y para enfrentar esta situación, la grandiosa solución fue apagar fuego con fuego; a la entidad mandaron más de mil 500 soldados, además de centenas de agentes de la Secretaría de Marina (SEMAR) y de la Guardia Nacional para acumular 4 mil 500 efectivos de seguridad. En ese sentido, también se anunció en la mañanera del 25 de febrero en la ciudad de Colima, una gran inversión para los Ceresos de la entidad.
A pesar de tapizar al estado con elementos de seguridad, los índices de violencia van al alza. Efectivamente, la cantidad no asegura la calidad, pero lo que sí han logrado hasta ahora, es causar temor en la población; ya ni en sus casas se sienten seguras.
Los mexicanos están cansados de las palabrerías, quieren resultados. Los gobernantes de Morena le han quedado mucho a deber con la sociedad, sus mandatos han demostrado que no están preparados para el cargo que tienen. El intento de adoctrinamiento de transformación, lo ha llevado a realizar acciones y comentarios que van en contra de lo que decía en campaña o juzgaba de los expresidentes.
Son demasiadas las pruebas que demuestran que son cortados con la misma tijera de las ideologías políticas que antes gobernaron. Y no es que uno vaya despotricado y hablando pestes de todo lo que abarca la 4T, nomás porque sí -como muchos seguidores de Morena creen que sucede-, uno se basa en los resultados que han tenido.
Es hora de que realmente se pongan a trabajar en beneficio de la clase trabajadora, porque se tiene una deuda con ellos que, a pesar de trabajar gran parte del día su situación económica no mejora, sino todo lo contrario cada vez han ido empeorando la situación de los más vulnerables en México; ahí es donde deben enfocar la atención las autoridades, deben de crear las condiciones dignas para que ellos salgan adelante. Esa es la única solución si realmente quieren hacer un cambio en nuestro país, porque la pobreza es la madre de todos los males.
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