MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

CIII aniversario luctuoso del General Felipe Ángeles Ramírez 

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Un verdadero soldado del pueblo.

Su nombre completo era Felipe de Jesús Ángeles Ramírez. Nació el 13 de junio de 1869, en Zacualtipán, Hidalgo, México. Hijo de Juana Ramírez y Felipe Ángeles Melo, agricultor que obtuvo el grado de coronel tras combatir contra el ejército invasor de los Estados Unidos (EE. UU.) en 1847 y contra franceses en 1862. 

Es decir, Ángeles era descendiente de gente trabajadora, revolucionaria, además de patriota. En Huejutla inició sus estudios primarios y en Molango los concluyó.

En febrero de 1881 ingresó al Instituto Literario y Escuelas de Artes y Oficios de Pachuca. En 1883, el joven Ángeles ingresó al Colegio Militar, destacando pronto entre sus compañeros por la moderación de sus hábitos, por su dedicación al estudio, por su afición a los deportes, en particular, la equitación, era un excelente deportista y un buen jinete. Su entrañable consideración a maestros y condiscípulos lo colocaban como el más humanista. 

Tenía una clara inteligencia, resultado de un cerebro inusitadamente organizado, una voluntad bien orientada: siendo todavía alumno del Colegio Militar impartió brillantemente la cátedra de mecánica analítica.

En marzo de1905 fue ascendido a teniente coronel técnico de artillería, fue enviado a Francia para cursar estudios en la Escuela de Aplicación de Fontainebleau y en la de Tiro de Mailly. En 1908 fue ascendido a coronel técnico de artillería.

Fue profesor del Colegio Militar, de la Escuela de Aspirantes, de la Escuela Nacional Preparatoria y de la Escuela de Tiro, de la que más tarde sería director. En 1911, después del derrocamiento y renuncia de Porfirio Díaz como presidente de México, el nuevo presidente, Francisco I. Madero llamó al coronel Ángeles a su regreso de Francia en enero de 1912, para ser designado como director del Colegio Militar de Chapultepec, y en junio del mismo año fue ascendido a general brigadier 

Madero y Ángeles se volvieron muy cercanos, los unía la idea de un México democrático; sin embargo, hay que marcar las diferencias totalmente opuestas en cuanto al pensamiento. Felipe Ángeles representaba al oficial militar de carrera; como científico connotado creía que todo el conocimiento humano era el resultado de la experiencia y la observación humana. Madero, por el contrario, era un idealista y un soñador, creía que todos los hombres eran buenos y estaba interesado en el espiritismo, en la telepatía y en la medicina homeopática (Se basa en la idea de que el cuerpo tiene la capacidad de sanarse a sí mismo).

El general era un artillero excepcional, con un gran prestigio cuando estalló la Revolución Mexicana. En 1912 el gobierno de Francisco I. Madero le ordena enfrentar a las fuerzas de Emiliano Zapata en el estado de Morelos para tratar de pacificar la región con métodos más conciliadores. Su arribo al estado (donde encontró a los soldados federales sin alimento, sucios y con uniformes desgarrados), no trajo la paz, pero abrió la posibilidad de la reconciliación.

El militar demostró, con creces, que su respeto por la vida humana estaba por encima de su devoción por la guerra. Ángeles intentó mostrar a los zapatistas la otra cara del régimen maderista; la que el presidente interino Francisco León de la Barra con sus intrigas, Victoriano Huerta y Juvencio Robles con sus asesinatos habían borrado. Era el rostro luminoso del régimen cuya bandera coincidía con la del zapatismo: libertad, justicia y ley. Ángeles llegó a Morelos con la voluntad de entender y dispuesto a sentarse a negociar con la razón, y no con las armas. "Asesinar a los inocentes e incendiar las moradas de los pobres, son procedimientos que nunca aceptaré -declaró Ángeles el primero de diciembre de 1912- sólo eficaces para avivar la hoguera de la revolución; la justicia sin compasión para el criminal y bondadosa para el pacífico honrado, es la única arma de los fuertes".

La estancia en Morelos le permitió al exdirector del Colegio Militar, analizar con profundidad la rebelión zapatista. Si bien el conflicto tenía su origen en la lentitud con que el gobierno maderista había abordado el problema de la restitución de tierras, miembros del antiguo régimen habían desatado una campaña a través de la prensa, donde mostraban a los zapatistas como una horda de bárbaros, bandidos feroces, contumaces asesinos, hombres primitivos de instintos salvajes.

A su caudillo, Emiliano Zapata, pronto se le conoció en la capital como el "Atila del sur". Los periódicos, por otra parte, no reparaban en elogios para el ejército federal, heroicos y esforzados defensores del honor nacional, inmaculados, víctimas del caos surgido con el movimiento revolucionario. En esta parte cabe decir, que, el mismo régimen que calumniaba y realizaba linchamientos mediáticos a los revolucionarios, sigue siendo tan actual, solo cambia la época, la forma es la misma, la clase en el poder, que se autonombra revolucionaria, que mancilla a los héroes históricos del pueblo, con sus falacias y demagogias, hace exactamente lo mismo con los verdaderos luchadores sociales, también la prensa se alinea como en la época del General, salvo sus honrosas excepciones. 

Era evidente que la violencia del zapatismo había surgido como respuesta a la violencia del gobierno. Ángeles criticó los métodos de exterminio de los generales Victoriano Huerta y Juvencio Robles, y a la prensa por su falta de tacto indecible al publicar noticias falsas acerca de la supuesta barbarie de los ejércitos del sur, que sólo servían de justificación para que las tropas federales se ensañaran con la población civil.

Ángeles representó un último esfuerzo del gobierno maderista para alcanzar la paz. Existía la clara voluntad de procurar un acercamiento y ni siquiera el terrible ataque de las fuerzas del general zapatista Amador Salazar a un tren, en agosto de 1912, con un saldo de sesenta víctimas, impidió que los esfuerzos a favor de la pacificación se interrumpieran. Y aunque las fuerzas de Zapata nunca depusieron las armas, si disminuyeron considerablemente su actitud bélica. Atrás quedaron los violentos métodos de los generales Robles y Huerta, que durante varios meses quemaron pueblos enteros, fusilamientos en masa y permitieron la rapiña de sus hombres.

A pesar de que Felipe Ángeles era un militar de carrera y seguía órdenes de su superior, que era el presidente Madero, puso por encima el humanismo que lo caracterizaba, como le dijo a la señora Rosa E. King (dueña del hotel donde se hospedó en Morelos), “Señora King, soy un general, pero también soy un indio”, refiriéndose a que era un hijo del pueblo, que sus orígenes eran de las entrañas del pueblo, por eso no se ensañó con los campesinos.

¿Cuántos soldados, policías, granaderos en la actualidad piensan como el General, antes de apuntar y disparar contra su pueblo? Muy pocos. Se olvidan de que son el pueblo uniformado como decía Lenin. 

Relataré para otra ocasión, el cómo un militar de carrera y siendo oficial, deja el uniforme y se suma a la gran Revolución Mexicana. 

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