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Chimalhuacán: Una historia de abuso policial

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Sin duda, esta historia es una de las muchas que ocurren al ciudadano de a pie. Al personaje lo llamaremos “El Moreno”, por obvias razones, pero tiene nombre y apellido. Quizás por ser una historia más del abuso e ineficacia policial, el interés público pueda concluir, de soslayo, “total, eso pasa a diario”.

Pero precisamente, “ahí está el detalle”, como dijera el famoso histrión, que las más de las veces estas historias se repiten por la falta de denuncia ciudadana, porque, obviamente, el denunciante se expone y expone a su familia a ser perseguida, acosada, amenazada física y moralmente, sobre todo con ese catálogo de lindezas propias de los “guardianes del orden”, protegidos por la inmunidad e impunidad que les da una placa de Policía.

El Moreno circulaba por una importante avenida del municipio de Chimalhuacán, conduciendo un aparato motor de dos ruedas, al que le llaman “mototaxi”, muy común en este municipio.

El día no fue bueno; apenas consiguió una dejada, por la que cobró la cantidad de cincuenta pesos, por la distancia que tenía que cubrir, atravesar de lado a lado el municipio.

Con la primera dejada del día se dispuso a cumplir la orden de su cónyuge: se paró en una carnicería a comprar, con la misma cantidad de su primera dejada, carne para comer ese día.

“Era todo lo que traía, ah, no, también traía la tanda que por la mañana me pagaron”, pero esa cantidad la traía en su cangurera; eso no lo podía agarrar, porque ya tenía destino. 

No bien había hecho el pedido del cárnico, cuando de la nada apareció una patrulla municipal y en menos de lo que esto escribo, ya le habían dado unos “cates”, acompañados de ese lenguaje de ofensas y amenazas, propias de los “guardianes del orden”, y subido a la batea de la pickup habilitada como patrulla municipal, esposado, empinado en el piso con la orden imperativa: “no levantes la cabeza, no nos mires” y al menor descuido de El Moreno, una tanda de puntapiés y golpes en la cabeza con la repetición de la orden, “te dijimos que te agacharas, que no levantes la cabeza”.

Al poco tiempo llegaron dos patrullas más, estas eran de color gris oscuro mate, que, a decir de sus compañeros, son las de Operaciones Especiales, de las cuales se bajaron policías y dos sujetos vestidos de civil: “uno de ellos olía bonito, a perfume, el otro solo alcanzó a ver que traía unos tenis Nike, blancos, de los caros”.

“Me ingresaron a una celda donde había otros siete detenidos; un camarada se me acercó y me preguntó por qué estaba ahí, le conté y me dijo: te fue bien; antes no te hicieron la momia”.

Con estos dos nuevos “guardianes del orden”, la cosa se puso más fea, los insultos, las amenazas y los golpes aumentaron: “eres halcón, dónde están las camionetas, vienes campaneando, quiénes son tus cómplices”.

Los golpes fueron en partes más dolorosas, “me pegaban detrás del antebrazo (tríceps), en los muslos, en las costillas, en la nuca, con el radio de comunicación que traía, me pegaban en la cabeza y me decían, con esto te comunicas con tus jefes”

“Me llevaron a otro lugar, creo cerca de un ‘bachilleres’, por el uniforme que traían los jóvenes que por ahí pasaban, subieron los vidrios de la patrulla y ahí me siguieron golpeando, me seguían diciendo si era halcón y de mis cómplices, uno de los de civil me puso una bolsa en la cabeza y me apretaba, mientras me golpeaba en las costillas, cabeza, antebrazo y muslos, empezaron a decir que se iban a desquitar con mi jefecita y ahí sí me doblaron, lloré, ya me quería desmayar, pero me dijeron que me sabían cómo me despertarían”.

El Moreno fue detenido a eso de las 4 de la tarde; su mototaxi lo vieron sus compañeros y se extrañaron de que estuviera abandonado, así que se comunicaron para saber si alguien sabía de él.

Una de las “checadoras” se puso brava ante las patrullas de tránsito que se querían llevar el vehículo y entre todos sus compañeros lograron recuperarlo.

Un hombre de estatura mediana, robusto, de tez blanca, que es el jefe de El Moreno, aseguró: “pero si yo me acabo de cruzar con él, nos saludamos”, en ese momento fue cuando nuestro protagonista se detuvo para ir a la carnicería.

A las 8 de la noche del mismo día, El Moreno fue presentado en los separos de la comandancia de la Dirección General de Seguridad Ciudadana y Tránsito Municipal de Chimalhuacán, cita en la Avenida Ejido Colectivo, del barrio Tlatel Xochitenco.

Ahí el trato no fue diferente, salvo los golpes que dejaron de propinarle. Me preguntaron mis datos, la señorita del servicio médico: “la verdad se portó amable, me preguntó si traía lesiones, me insistió, pero me dio miedo decirle porque un policía estaba escuchando todo, pero ella se dio cuenta cuando me tuve que desvestir y sólo movió la cabeza. Me ingresaron a una celda donde había otros siete detenidos; un camarada se me acercó y me preguntó por qué estaba ahí, le conté y me dijo: te fue bien, antes no te hicieron la momia (envolverlos, colgarlos, golpearlos y echarles agua hasta sacar la declaración deseada). La señorita que me tomó los datos me dijo si le daba cinco mil pesos o 36 horas de arresto, por una falta administrativa…pero yo, ¿de dónde?”.

Al siguiente día, a las 8 de la mañana le dijeron “ya te puedes ir”, sin más razón, los cinco mil pesos o las 36 horas de arresto no fueron necesarios: “me detuvieron no sé ni por qué, me soltaron igual, sin saber qué pasó”, así, con un simple “vete” y cuidado con hablar”. Me entregaron mi cangurera: ya no estaba lo de la tanda, las placas de mi moto, la radio, mi celular, mi cadena que traía en el cuello y una pulsera, tampoco me las regresaron.

Caminé a la casa del hombre de tez blanca, es el jefe de la base (de mototaxis), le platiqué lo que me pasó. Se puso en contacto con “el jurídico de la ruta”; fui a levantar un acta por las placas y mi documentación que traía.

Ahí y con la presencia de nuestro “licenciado” les platiqué lo mismo: “me atendieron bien, no me quejo, pero se veían molestos, esto que me pasó no se lo deseo a nadie, cuando me golpeaban, la verdad, pensaba que mejor me mataran, porque ya no aguantaba los golpes”.

Así, nos despedimos de El Moreno, con la esperanza de que al contar su historia a nadie le pase. Él se fue por el acta que levantó, lleva seis días sin poder trabajar por las placas; su fiel acompañante, su esposa, en todo momento le ha apoyado en este difícil trance.

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