Pensar que la cantidad es mejor que la calidad, muchas veces es un error que aplica en cualquier ámbito de la vida; incluso, puede resultar contraproducente creer que esa ideología solucione problemas. Son muchos los ejemplos que se podrían mencionar para reforzar lo que digo. En esta ocasión, hablaré de un fenómeno que está al rojo vivo.
Como ya he dicho en otros artículos que he escrito, la ola de violencia que se vive en Colima en el primer trimestre de 2022 ha sorprendido a propios y extraños por la forma tan grotesca y continua en que se ha presentado. De acuerdo con la información proporcionada por la Fiscalía General del Estado de Colima, hasta el 22 de marzo se tiene un registro de 184 personas asesinadas.
De manera desglosada quedaría de esta manera: 50 personas en enero; 68 en febrero y 66 en marzo, siendo el enfrentamiento suscitado en el Centro Reinserción Social (CERESO), en la capital de Colima, la punta del iceberg, pues el titular de la fiscalía, Bryan García Ramírez, en la rueda de prensa que dio el 22 de marzo, expresó que la violencia se desató después de la pugna entre dos grupos delictivos.
Cuando la situación en la entidad rebasó a las autoridades estatales y recibieron un duro golpe de realidad; es decir, cuando se puso en evidencia que ahora con ellos todo iba a ser distinto y no fue así. El presidente de la república mexicana, Andrés Manuel López Obrador, salió a decirle a todo mundo que la gobernadora, Indira Vizcaíno contaba con todo su respaldo para detener la violencia en Colima.
Derivado de ello, en Colima hasta el día que estoy escribiendo este texto (25 de marzo) se han desplegado más de 4 mil 500 de efectivos para tratar de neutralizar la violencia que enrojeció en los primeros 3 meses del presente año. Esa plaga (así se puede llamar a la violencia) se ha esparcido por cada rincón de esta pequeña pero cálida entidad.
Contrario a los resultados que esperaban las autoridades, los hechos delictivos continuaron sin dar indicios de alguna tregua que, regrese la tranquilidad y la paz en Colima. Tal situación ha provocado un descontento, pero sobre todo preocupación, al no ver mejoras significativas.
Por si fuera poco, el pasado 21 de marzo los colimenses fueron testigos de una escena perturbadora: un enfrentamiento armado entre personas de un grupo delictivo y elementos de los tres órdenes de Gobierno, en plena vía pública, a unas cuadras del Centro Histórico de la capital colimense; como una de esas escenas de acción que se ven en las películas.
Lo acontecido el lunes 21 de marzo demuestra que la ola de violencia ha tenido una evolución, escaló a otro nivel al cual no estábamos acostumbrados ver en el estado. A ello se suman las fachas baleadas en estos días en la zona conurbada de los municipios de Colima y Villa de Álvarez.
Además, en menos de una semana dos elementos de seguridad pública fueron asesinados a plena luz del día. En una nota publicada en el portal de internet de Infobae se puede leer lo siguiente; «Alrededor del mediodía de este viernes (25 de marzo) se reportó el segundo homicidio de un agente colimense en menos de una semana. Se trata de un agente ministerial del municipio de Cuauhtémoc, Colima, identificado como Manuel, quien habría sido atacado en una brecha contigua a la carretera Colima-Guadalajara».
En el cuerpo de la nota se menciona la brutalidad con que se realizó el hecho violento; «De acuerdo con los reportes, el cadáver de la víctima se encontraba al interior de una camioneta tipo Hilux, perteneciente al Gobierno del estado. En la escena del crimen fueron asegurados más de 100 casquillos pertenecientes a armas largas y cortas».
En esa misma nota se hace mención del asesinato del agente Christian Otoniel Padilla Montes de Oca; «Apenas el pasado sábado, se registró el homicidio de un elemento de la Fiscalía General del Estado de Colima, cuando se encontraba fuera de labores. Los hechos ocurrieron en la Universidad Univer Colima, donde el uniformado tomaba clases».
En el resto de la nota, menciona más información referente a la ejecución del agente en la colonia Jardines Residencial; «La agresión contra el policía se registró alrededor de las 11:00 horas sobre la calle Aquiles Serdán. El efectivo formaba parte de la unidad de investigaciones, según reportes locales. Se encontraba sobre la vía pública, hasta donde llegaron sicarios a bordo de un vehículo y abrieron fuego; él intentó correr, pero fue rafagueado. Luego de cometer el crimen, los agresores se dieron a la fuga».
Siguiendo esa sintonía, la tarde del viernes 25 de marzo, un expolicía estatal fue asesinado a balazos dentro de un vehículo en la colonia Porvenir en Colima capital, donde el motosicario accionó el arma de fuego en su contra.
Ante los acontecimientos ya expuestos en párrafos anteriores, uno comienza a cuestionarse si es preferible cantidad sobre la calidad, porque si bien es cierto que tapizaron a Colima de elementos policiales, las cifras de homicidios dolosos no han disminuido, tan solo en marzo se han registrado alrededor de 75 asesinatos, siendo el mes más violento en lo que va del año.
Ya para finalizar, es necesario recalcar lo que se ha estado diciendo desde hace semanas en los medios locales, que las medidas de seguridad implementadas en Colima por la gobernadora Indira Vizcaíno, no han tenido un resultado favorable ni para su administración, ni muchos menos para sus gobernados.
¿Cantidad sobre calidad, la solución a la violencia en Colima? La respuesta se puede escuchar, oler y hasta sentir en las calles del estado, cuando las sirenas de emergencia suenan por las principales avenidas, cuando los niños se regresan corriendo porque se escucharon detonaciones de fuego o cuando los negocios cierran más temprano de lo habitual por temor de que vaya a suceder algo por la zona.
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