Silverio Gama, un periodista mexicano que triunfa en Estados Unidos (EE. UU.) regresa y se encuentra con su antiguo compañero de la televisora, y descubre que ambos han sido explotados por distintas naciones, patrones y culturas, una revelación kafkiana que representa un desafío para el espectador en el sentido de saber: ¿Qué es real y qué es fantasía? ¿La explotación es real o es subjetiva? ¿Ese alter ego (el otro yo) es producto de la realidad en la que le toca vivir, o es, simplemente una determinación del hombre que mira a su realidad y se puede sustraer de ella? Sin duda una joya de película producida y dirigida por Alejandro González Iñárritu, este monstruo del cine, ganador de múltiples premios en el mundo por sus controversiales producciones.
“El humor es una cosa muy seria”, dice nuestro protagonista de hoy, y no podemos evitar cavilar que de la misma manera nace el teatro, mediante la comedia bufonesca que ironizaba sobre el mismo público, los Reyes, Monarcas y demás potentados de la Edad Media. “La comedia es un arma poderosa, capaz de poner a la vista de todas las críticas más mordaces sobre los aspectos vergonzosos y hasta dolorosos de nuestra sociedad”, dijo Gilberto Díaz. En ese sentido, parece irrisoria la compra-venta de la mitad de nuestro territorio por parte de la potencia del norte, cuando el mundo entero sabe que fue una invasión.
La democracia, el gran invento imperfecto, todavía más imperfecto en nuestros días. La ironía vuelve a aparecer en escena, ahora no con bufones, pero sí con políticos que se parecen mucho a aquellos. Todo es un concurso de popularidad, el consciente social lo es también, todos buscan el like como una reafirmación de su existencia, todos buscan ser conocidos y tener muchas vistas como un imperativo categórico de su fuerza y su vigencia. Pero la popularidad no es sabia, también se puede comprar.
Imaginemos que, en un avión, los tripulantes necesitan ponerse de acuerdo para ver quién maneja el avión, y quizá el más simpático, el más guapo, el que convence más a la gente termina siendo electo para pilotear el avión, pero, ese señor no sabe manejar un avión, ¿Los llevará a buen puerto? Así sucede hoy en las campañas políticas, gana el más popular, no siempre el mejor.
La mentira es también un denominador común en la película, como en la vida misma. Pero quizá, difícilmente encontraremos a una civilización que se autoengañe tanto como la mexicana. Nos abstraemos de la realidad, nos desconectamos de ella y creamos nuestra propia realidad, una alterna, una que nos llene y nos convenga. Así, de desgracias patéticas y de profunda nostalgia nacional, hemos construido mitos, leyendas y sucesos heroicos, dignos de una epopeya homérica. Los niños héroes, La batalla de Puebla, La noche triste, La Independencia y Revolución mexicana, entre otros varios sucesos más, dan cuenta de ello.
Porque, todo es una ficción, dice contundentemente el genio del séptimo arte que hoy homenajeo, mientras señala, juega con las manos, expone con fervor intelectual. Eventos estructurados, narrativa conveniente, sentido de pertenencia, poder colectivo, etcétera, es decir, estamos construidos de conveniencia según la fe; no solo en México, sino en el mundo, porque ni en Estados Unidos ni en España ni en Francia han hablado ni hablarán sobre la invasión que han hecho a nuestra patria, sometimiento que continúa fértil hasta el día de hoy.
Pero la realidad hay que mirarla con un tercer ojo, porque la realidad no es buena ni mala, blanca o negra de forma determinante. Quizá, quizá no, digo yo. Digo que a veces es perfectamente perceptible con dos ojos, por ejemplo, al hablar de lucha de luchases, y a veces, quizá con tres, por ejemplo, al hablar del teorema de Pitágoras. El reclamo de los vencidos es válido, el reclamo de los vencedores, también.
La migración tiene sus ventajas económicas y de perspectiva. No hay más mexicano que el mexicano que se va de México, la ausencia, la melancolía, todo ello cae como torrente sobre la consciencia que hijo pródigo, ve más allá, como un tercero observando un juego de ajedrez. Pero, la realidad es una, independientemente de la perspectiva, el ángulo o el interés de cada uno.
La invasión norteamericana, el diálogo con Hernán Cortés, los muertos en la calle de Madero, ¿Don verdad o mentira? Son hechos reales sin lugar a duda, interpretados por los historiadores y por la historiografía; Silverio se inventa su propia narrativa, navega en el bardo, en la incertidumbre; el mundo está como está a causa de la certidumbre, asegura el creador de Amores perros, el que tiene certeza (dogmática) mata a cualquier cosa, porque el mundo es in-permanente, plenamente cambiante. La dialéctica llevada al extremo. ¡Cuidado!
Existiendo más de 130 mil muertos, miles y miles de desaparecidos deben calentarle la sangre a la sociedad, México está mal, y es problema de todos, pero, la certeza de ese problema existe, y los poderosos lucen por su indiferencia, la policía, la iglesia, los políticos, los empresarios, etcétera, todos se sustraen, todos olvidan a los menesterosos, a los pobres, mismos que viven una vida de papel, en donde son un personaje más, una utilería, parte de una escenografía, desechable y al mismo tiempo infinitamente poderosa cuando se une, cuando adquiere consciencia de su realidad y de la urgencia de cambiarla.
Finalmente, recomiendo ampliamente esta gran película, acaso quizá, una reseña equivalente a La Región más transparente, sobre ese México perdido, sus mitos y sus verdades dolorosas
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