MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

ASÍ PENSAMOS… | La Ciudad de México y el presidente insultador

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Hace una semana que los habitantes de la Ciudad de México fueron tachados de “conservadores” y “aspiracionistas” por el presidente Andrés Manuel López Obrador. En vez de hacer una evaluación de lo que su corriente política, que ha vestido los colores de distintos partidos antes de ser Morena, ha incumplido en más de un cuarto de siglo que lleva al frente del gobierno capitalino o intentar siquiera una tímida autocrítica y promesa de enmienda de algunos errores y fallas evidentes, el presidente lanzó adjetivos hirientes contra los capitalinos que de manera creciente le están retirando su apoyo.

Llevado por la molestia que le provoca el evidente declive de la influencia electoral de su partido, que en 2021 perdió nueve de las dieciséis alcaldías de la capital del país y está a punto de perder la Jefatura de Gobierno, así como por la notable disminución de la popularidad presidencial entre los capitalinos, AMLO se puso a decir que: “En la Ciudad de México, la gente se ha ido volviendo más conservadora (…) “Aquí es donde hay más clase media, porque la gente aquí tiene más posibilidades de ingreso, aquí se ha combatido mucho la pobreza. Entonces hay sectores, no toda la clase media, no se trata de decir toda la clase media, pero hay sectores de la clase media que son muy conservadores y aspiracionistas, y también aquí es la sede de los fifís” (…) el gobernante mostró una encuesta en la que se midió el nivel de aceptación de su Gobierno en el país. En dicha medición, la Ciudad de México ocupó el penúltimo lugar, situación que atribuyó a esta concentración de grandes medios de comunicación y a la concentración de la “clase media conservadora” (sinembargo.mx, 8 de mayo 2024). 

El presidente, como es muy común en él, actúa movido por el rencor contra quienes consideraba incondicionales cuya voluntad consideraba casi de su propiedad. Y ese rencor lo ciega. Veamos: dice que ese proceso, que según él convirtió a millones de capitalinos en conservadores y aspiracionistas, se debe al neoliberalismo. Pero el neoliberalismo, que aún campea en México y en otras partes del mundo, coincide en el tiempo con la llegada al poder del partido que lo encumbró primero como gobernante de la Ciudad de México y de ahí brincó a la silla presidencial. Millones de mexicanos,incluidos muchos de las clases medias, lo apoyaron en ese entonces porque estaban hartos de gobiernos neoliberales y esperaban con ansia que hubiera un cambio protagonizado por AMLO. Muchos de ellos están ahora decepcionados de López Obrador, pero no porque se hayan convertido en aspiracionistas y conservadores, sino porque en más de un sentido las cosas en la Ciudad de México, y en el país, están peor que antes de que Morena gobernara.  

Millones de capitalinos de clases medias respaldaron las movilizaciones de AMLO, toleraron sus tomas de pozos petroleros en el Sureste y sus quejas de fraude electoral que provocaron muchas movilizaciones y plantones; llegado el momento votaron por López Obrador para Jefe de Gobierno, lo apoyaron cuando lo quisieron desaforar con delitos de premeditada factura política, tomaron a broma sus excesos y sus abundantes incoherencias verbales, perdonaron las elocuentes escenas de corrupción protagonizadas por gente que era su mano derecha y fue filmada recibiendo numerosos fajos de dinero ilícito, unos atados con ligas y otros sin ligas. Más aún, clamorosamente lo apoyaron para llegar a la Presidencia bajo la consigna de acabar con la corrupción y toleraron a cuanto tránsfuga de otros partidos se subió al carro de la victoria y se colocó la gorra de transformador y revolucionario. Algo muy grave debió ocurrir para que le retiraran su apoyo. 

La Ciudad de México era una excelente oportunidad para cualquiera que quisiera mostrar lo que se puede hacer a favor de la mayoría marginada y empobrecida y de las clases medias si se tiene el poder político, como lo han tenido los ahora morenistas. Y no les faltaron recursos económicos a los flamantes gobernantes. La Ciudad de México tenía y tiene uno de los mayores presupuestos que reciben los estados de parte del gobierno federal; además, es la entidad que recauda más impuestos propios, sobre todo los que provienen del impuesto predial (mayor a la que recauda el resto de los estados juntos); la federación se hace cargo del presupuesto educativo (que en otros estados deben sostener los gobiernos estatales); tiene más policías per cápita que cualquier otro estado, porque aquí se asientan numerosos corporaciones policiacas federales y tienen una importante presencia el Ejército y la Marina, lo que puede incidir en la inhibición de los delitos. 

Cuando los ahora morenistas llegaron al poder a fines de los años 90, la Ciudad de México ya era una de las entidades con menor carencia de servicios públicos y tenía condiciones para ser a corto plazo un modelo de gobernanza a favor de las mayorías. Todo lo que debieron hacer es desarrollar en todos sentidos a la Ciudad, generar empleos bien pagados, garantizar la seguridad pública, mejorar el transporte, los servicios de salud y dotar de vivienda y servicios a quien careciera de ellos.

 En vez de eso, de inmediato pusieron en marcha su actual modelo de entrega de recursos en efectivo a cambio de votos, las famosas tarjetas, que al principio resultó muy eficaz electoralmente pero que se financió a costa de abandonar a mediano plazo aspectos fundamentales como el mantenimiento y ampliación de los servicios, que se han deteriorado al grado de que está a punto de colapsarse la dotación de agua, además de que hay colonias donde el agua sale sucia o con olor a gasolina; se volvió casi cero la construcción de vivienda a familias de trabajadores, como ocurre en el predio “Buenasuerte”, ubicado en Tláhuac, donde 150 familias viven desde hace años hacinadas en jacales debajo de una techumbre, sin ninguna privacidad y sufriendo todo tipo de incomodidades; la seguridad en la CDMX se ha vuelto tan precaria que el propio exjefe de la policía, hoy célebre candidato a senador, fue objeto de un atentado con miles de balazos; la creación de buenos y suficientes empleos jamás la abordaron en serio y la sustituyeron por dádivas; los servicios de salud están cada vez más lejos de modelo danés prometido; está muy mal el transporte público, principalmente el Metro, que inició su decadencia por la falta de mantenimiento y suspendió la construcción de nuevas líneas, a excepción de la Línea Dorada, la única que han construido pero que colapsó en un tramo causando la muerte de 26 personas, entre serias acusaciones a Ebrard, Mancera y Sheinbaum, todos ellos responsables en alguna medida del colapso pero, gracias a la protección presidencial, sin ninguna consecuencia penal. Ahora, no hay día que cientos de miles de personas no sufran retrasos y empujones debidos a las frecuentes descomposturas y saturación de las líneas del Metro de “la ciudad de la esperanza”.

Con esos malos resultados y otros que el espacio impide exponer, ¿acaso es inexplicable que la gente le haya retirado su apoyo, primero al PRD cuando estuvo en el poder y ahora a su sucesor Morena? Al parecer sólo AMLO no lo entiende. Ahora, muchos mexicanos están decepcionados y saben que las promesas de bienestar, paz, salud, educación, transporte eficaz y otras nunca se cumplirán con Morena en el gobierno. Y eso no se arregla con descalificativos ni maldiciones presidenciales.

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