MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Arte y resistencia: lo que nos enseña la Espartaqueada

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La XXI Espartaqueada Cultural Nacional 2025, organizada por el Movimiento Antorchista en Tecomatlán, Puebla, trasciende el ámbito artístico para convertirse en un fenómeno social de profundo significado. Este evento, que reunirá a miles de artistas de todo el país, no solo celebra la diversidad cultural mexicana, sino que también revela una paradoja fundamental: en una nación que se enorgullece de su riqueza cultural, el apoyo institucional a este sector sigue siendo insuficiente y desigual.

Este evento demuestra que la cultura no sólo es una expresión artística, sino una herramienta de transformación social que, a pesar del abandono institucional, sigue siendo impulsada por la organización y la resistencia del pueblo.

Tecomatlán, conocida como “La Atenas de la Mixteca”, se transforma cada dos años en un epicentro cultural que recibe a más de veinte mil artistas. Durante nueve días, este municipio poblano se convierte en un mosaico vivo de expresiones artísticas que van desde la música y la danza hasta el teatro y las artes plásticas.

Lo extraordinario de este evento no radica únicamente en su magnitud, sino en su origen: surge precisamente donde el Estado ha sido incapaz de garantizar el acceso a la cultura para amplios sectores de la población.

El modelo impulsado por el Movimiento Antorchista demuestra que, cuando existe voluntad organizativa y compromiso social, es posible crear espacios culturales vibrantes sin depender exclusivamente de los recursos públicos.

Sin embargo, esta hazaña no debería ser necesaria en un país que cuenta con instituciones culturales y recursos suficientes para garantizar el derecho a la cultura, consagrado en la Constitución.

La pregunta que surge es inevitable: ¿por qué tiene que ser una organización social la que cumpla con lo que debería ser una obligación del Estado?

Las cifras oficiales pintan un panorama desolador. Mientras el presupuesto federal para seguridad supera el 15 % del gasto público, la cultura apenas recibe el 0.3 %, cinco veces menos de lo recomendado por la Unesco para países con el patrimonio cultural de México. Esta disparidad presupuestal revela una visión miope que no comprende el potencial de la cultura como herramienta para la construcción de paz y tejido social.

El Instituto Nacional de Bellas Artes, pilar de la vida cultural en México, ha visto reducido su presupuesto real en casi un 30 % en la última década. Las consecuencias son palpables: talleres cerrados, giras artísticas canceladas y espacios culturales abandonados, particularmente en zonas marginadas. Mientras tanto, los grandes eventos oficiales etiquetados como “culturales” frecuentemente se convierten en actos políticos o espectáculos para públicos privilegiados, alejados del verdadero fomento cultural que necesita el país.

El caso de Durango resulta particularmente emblemático. Este estado, cuna del cine mexicano y guardián de tradiciones musicales como el tamborazo y la música norteña, posee un patrimonio cultural invaluable.

Sus artesanías, como los muebles de taracea, son reconocidas internacionalmente, y su legado literario cuenta con figuras de la talla de Nellie Campobello. Sin embargo, esta riqueza contrasta con la precariedad del apoyo institucional.

En Durango, sólo tres de cada diez municipios cuentan con casas de cultura funcionales. Según datos de organizaciones artísticas locales, alrededor del 60 % de los creadores nunca han recibido apoyo gubernamental.

El Festival Revueltas, que en su mejor época atraía a más de cincuenta mil visitantes, opera hoy con menos de la mitad de su presupuesto original. El resultado es un éxodo constante de talentos jóvenes hacia otras entidades donde encuentran mejores oportunidades para desarrollar su arte.

La falta de apoyo a la cultura genera consecuencias que van mucho más allá del ámbito artístico. Comunidades enteras pierden conexión con sus raíces culturales, debilitando su identidad y sentido de pertenencia. Desde el punto de vista económico, se desperdicia el potencial del turismo cultural, que, según datos de la Secretaría de Turismo, genera ingresos muy superiores al turismo de playa tradicional.

Investigaciones del Banco Interamericano de Desarrollo han demostrado que las comunidades con programas culturales sólidos presentan índices de violencia significativamente menores. 

La cultura, cuando es accesible y relevante para la población, se convierte en un poderoso antídoto contra la descomposición social. La Espartaqueada es prueba de ello: en cada edición, transforma temporalmente a Tecomatlán en un espacio de convivencia armónica y expresión creativa.

El camino para revertir esta situación requiere cambios profundos en la política cultural del país. Es necesario establecer por ley un porcentaje mínimo del presupuesto público destinado a cultura, garantizando que estos recursos no sean susceptibles a recortes arbitrarios.

La reintegración de la educación artística en todos los niveles escolares es fundamental para formar nuevas generaciones de públicos y creadores.

La Espartaqueada Cultural funciona como un espejo que refleja tanto las carencias como el potencial de México. Por un lado, muestra la capacidad de autoorganización y resistencia de la sociedad civil; por otro, evidencia el abandono sistemático de uno de los sectores más vitales para el desarrollo integral del país.

Durango, al igual que el resto de México, merece más que migajas culturales. Requiere una política de Estado que comprenda que la cultura no es un adorno, sino el cimiento sobre el cual se construyen sociedades más justas, creativas y cohesionadas. Mientras el gobierno no asuma esta responsabilidad, eventos como la Espartaqueada seguirán siendo necesarios. 

Pero no deberían ser la excepción, sino el punto de partida para un nuevo modelo cultural que ponga al pueblo y a sus creadores en el centro de la política pública.

El reto está planteado: invertir seriamente en cultura hoy o enfrentar mañana los costos de una sociedad fragmentada y desconectada de sus raíces. La elección es clara, y el momento de actuar es ahora.

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