Aproximadamente 500 trabajadores despedidos de los Servicios de Salud de Oaxaca se trasladaron hasta Palacio Nacional el pasado miércoles 10. Pedían una entrevista con el presidente de la república para solicitar cumplimiento al compromiso que el mandatario hizo con ellos en la capital oaxaqueña el pasado 20 de septiembre, cuando en el contexto del despido de más de 2200 de ellos, hizo la promesa de recontratarlos.
Pero el personal médico no fue atendido por funcionario alguno, del nivel que fuera, a pesar de estar sólo a unos pasos de la conferencia matutina en la que despacha el hombre que un día antes fue al consejo de la ONU a proponer un “Estado Internacional del Bienestar”, que según él se sustentaría en la justicia social y el combate a la corrupción.
Peor aún, el gobierno del presidente que vive repitiendo la cantaleta de que primero son los pobres, recibió a los solicitantes de audiencia con un operativo de miles de policías, que se apostaron varias cuadras antes de Palacio de gobierno. Tan pronto los médicos y enfermaras intentaron acercarse a las puertas del recinto, el cuerpo de seguridad les cerró el paso y los recibió a empujones, hasta que las consignas y presión de los manifestantes logró que les permitieran el ingreso.
Henos aquí con los hechos crudos y ofensivos que retratan un presidente que repite hasta la saciedad que no es igual a los corruptos y represores que gobernaron antes que él. Habla de justicia y reprime a quienes piden audiencia con él porque en otras esferas de gobierno no les han proveído precisamente de eso, de justicia; en su “mañanera” habla por más de diez minutos de las bellezas naturales de Oaxaca, las obras de infraestructura faraónicas y programas que impulsa y no se refiere a 500 habitantes de ese estado que, según él admira y ayuda, quienes son víctimas de la corrupción que dice combatir, como si no supiera que están a unos pasos de su puerta; presume que hay periodismo libre y no se coarta la crítica, pero ordena a todos los medios no cubrir la manifestación de estos trabajadores que llevan meses sin trabajo.
Insisto, estos actos retratan al verdadero López Obrador, al demagogo que durante la búsqueda por casi 20 años, de la presidencia de la República, aprendió a escuchar la inconformidad de las masas populares y comprobar que la falta de educación política de éstas, le darían la oportunidad para que con el discurso de un “demócrata”, pudiera manipularlas en favor de su proyecto político. Proyecto que no es más que el de un fanático autoritario que lleno del resentimiento que acumulado contra los que impidieron su triunfo y contra quienes no opinan como él, hoy hunde a nuestro país en la crisis más grave que jamás hayamos visto y de la que tardaremos años en salir.
Esa es la lección para la población que aún sigue confiando en que desde la 4T se libra una batalla contra la pobreza y contra la corrupción. El gobierno de Obrador es el de una clase política llena de oportunistas que están saqueando al país y que solo destina recursos para los segmentos sociales que comulgan con él, dejando a millones en la pobreza a que sea su suerte la que les ayude a enfrentar la crisis económica y política. El tiempo apremia para corregir el camino.
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