MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

AMLO y Morena no representan al pueblo mexicano

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La democracia (del griego demos-pueblo y kratos-fuerza o poder), nos dicen, es "el poder del pueblo” y, para referirse a lo que queremos tratar aquí, la RAE la define como: "sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes”. Muchos confunden la democracia con las formas en que se organiza una sociedad para elegir a sus gobernantes y los mecanismos para supervisarlos. Pero una verdadera democracia sería aquella en que, en los hechos, la soberanía la ejerce el pueblo.

No nos engañemos, mucho antes de que se inventara la primer "democracia” antigua, antes de la civilización, los pueblos sí ejercían una democracia real, pues en efecto era el pueblo el que decidía, directa e indirectamente, lo que se debía hacer para beneficio de todos. Entonces, los grupos humanos eran gigantescos colectivos en donde todos tenían los mismos derechos y obligaciones y no había razón alguna para hacer cosas en detrimento del colectivo.

 Esto cambió al desarrollar las diferentes culturas su capacidad de producir bienes de consumo, surge la posibilidad de que unos vivan del trabajo de otros, con ello las condiciones para que surjan la propiedad privada, las clases sociales y sus diferencias. Y cayó la maldición, el colectivo dejó de ser una unidad y ahora las familias hereditarias (o a veces el individuo mismo) pasan a ser la unidad económica. La sociedad se dividió en clases sociales las cuales chocan entre sí, y las más poderosas hacen lo que sea por dominar a las demás. 

Pero sigue existiendo el interés colectivo y para rescatarlo del interés privado, que desató la guerra de todos contra todos, las culturas "civilizadas” lo preservan en lo que los romanos llamaron la cosa pública (la "R?s p?blica”) que se refiere no solamente a las cosas que son de todos y no son privadas (una carretera, un acueducto, etc.), sino a los asuntos de interés general (las leyes, la educación, el estado, el concepto mismo de Patria, etc.); de esta r?s p?blica deriva etimológicamente la palabra "República”.

Estos asuntos públicos siempre los atendió un equipo especializado, nombrado por el colectivo, pero que nunca estuvo por encima del conjunto social. Con la lucha de clases, las más poderosas hacen lo necesario para controlar a este equipo, ahora llamado Estado, para que desde la esfera pública defiendan sus intereses privados. El Estado, ahora sí, se eleva por encima del colectivo y lo domina en defensa de los intereses de los poderosos. Así, lo que hoy llamamos "democracia” es un engaño más o menos descarado que permite a los poderosos dominar y someter a las débiles en favor de sus muy privados intereses, pero haciéndoles creer que ellos tienen el poder. Esta diferencia entre el pueblo, ahora llamado "sociedad civil” y "su” Estado, incomprensible en las viejas comunidades, no es más que el reflejo de la verdadera división entre ricos y pobres, entre los reales dueños del país y los que no tienen más que sus fuerzas para trabajar y malvivir con un salario de hambre.

Las clases trabajadoras del mundo entero, no sólo de México, el verdadero pueblo, no tiene el poder en las democracias actuales, y ha tenido que luchar en defensa de sus auténticos intereses no solo en contra de las clases poderosas, sino del estado que las representa. Solo así, con su unidad y su lucha a lo largo de la historia de todos los países, ha logrado arrancar a los poderosos, por ejemplo: una jornada laboral de ocho horas; o la creación de leyes que los protejan, y el respeto a los derechos laborales; o la implementación de un sistema más o menos completo de salud, de educación, de asistencia, de protección y seguridad, etc., "públicas”; o que el estado destine recursos a obras de infraestructura "civil” (carreteras, sistemas de abastecimiento de agua potable, drenajes sanitarios o pluviales, red de energía eléctrica, escuelas, etc.). Su lucha armada nos dio en México, por ejemplo, las garantías sociales y una muy progresista Constitución.

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Por eso los grandes humanistas, en su estudio de la sociedad, llegaron a la conclusión de que solamente el pueblo (las clases trabajadoras) puede defender sus propios intereses y los del colectivo, los de la patria. Para ello el pueblo debe unirse, ser fuerza real, organizarse, y como conclusión inevitable, convertirse en fuerza política para conquistar el poder del estado y ponerlo a trabajar en favor del pueblo. Sólo así podrá salvar a la humanidad, protegerla y llevarla a un mundo más justo, más equitativo, donde todos puedan ser felices.

Por el contrario, los ideólogos y políticos de las clases poderosas temen y condenan la organización del pueblo, su participación de ningún modo en política, fuera de votar, siempre y cuando lo haga por los candidatos que ellos le proponen, porque los que no quieren o promueven otros candidatos son otros delincuentes corruptos; y persiguen bajo diversos pretextos cualquier intento del pueblo por organizarse y entrometerse en los asuntos del estado, de presentar solicitudes y quejas o denuncias acerca de su situación, la desatención o abandono institucionales, ni mucho menos que pretenda proponer soluciones a sus problemas reales, o decirle al funcionario qué debe hacer. Ellos prefieren un pueblo sumiso, atomizado, conforme con su pobreza, con un par de zapatos, con comer frijoles, chile y tortilla, que pese a las tragedias sea "feliz&rdquo, que repudie y rehúya a la organización y la lucha del pueblo.

Y a los rebeldes, los condena llamándoles alborotadores, chantajistas, y hoy hasta de corruptos, intermediarios, usurpadores y mafiosos. Para ello, usa las instituciones en su persecución: leyes a modo, acusaciones inventadas, calumnia y mentira con el poder de los medios y del Estado en sus manos, amenazas, violencia y cárcel. Elimina los canales de participación ciudadana, los contrapesos que se le puedan oponer, persigue a los organismos independientes a las asociaciones civiles, trata de someter a los demás poderes a su voluntad, modifica las leyes y se afianza en el poder. Todo ello con el único fin de evitar que el pueblo se organice, adquiera conciencia de su fuerza y les peleé el poder del estado.

Ahora dígame, amable lector: ¿En cuál de estas descripciones encaja la política de Estado de Morena y Andrés Manuel López Obrador?, ¿acaso ve usted en ellos a la organización de las masas trabajadoras, unidas y concientizadas, en lucha por sacar al país del atraso y la marginación, por la justicia y la igualdad? Yo solamente veo a una percha de políticos transas que llevan décadas engañando a los mexicanos, viviendo del erario, saltando de partido en partido, sin decoro ni moral, ahora amancebados en una monstruo político deforme y sin principios, amparados por un político corrupto y corruptor como ningún otro, encaramados en el poder y reprimiendo con las más asquerosas artimañas todo intento de organización o de participación ciudadana en los asuntos del estado, o de funcionamiento de los mecanismos de contrapeso y vigilancia que han costado años de lucha del pueblo mexicano y la sangre de nuestros héroes, hoy envilecidos y agraviados por quienes los usan de careta en contra de sus mismos logros, mancillados por ellos. 

No, AMLO y Morena no representan ni tantito al pueblo mexicano.

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