El filósofo italiano Giorgio Agamben dice que existen distintas especies de mentiras. La más común es la de quienes, aun sabiendo o creyendo saber cómo son las cosas, por alguna razón dicen a sabiendas lo contrario o niegan siquiera parcialmente lo que saben que es cierto.
Otra especie es la mentira de quien ha perdido la distinción entre las palabras y las cosas, entre las noticias y los hechos, y por tanto ya no puede saber si miente, porque para él ha desaparecido todo criterio posible de verdad.
Lo que dicen los medios de comunicación, aclara Agamben, no es verdad porque corresponda a la realidad, sino porque su discurso ha sustituido a la realidad. La correspondencia entre el lenguaje y el mundo, en la que antes se basaba la verdad, simplemente ya no es posible, porque ambos se han convertido en uno, el lenguaje es el mundo, las noticias son la realidad, sin embargo (creo yo) la realidad no puede modificarse sólo con palabras, entonces lo que cambia o pretenden cambiar quienes mienten, es la percepción sobre dicha realidad, por ejemplo, hacernos creer que todo está bien cuando en realidad no es así.
Veamos un ejemplo más detallado. En una de sus recientes “mañaneras”, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, aseguró que el sistema de salud del país será superior al de Dinamarca y se puso como meta que a más tardar en marzo de 2024 estarán funcionando alrededor de 10 mil centros de salud y 700 hospitales. ¿No habíamos escuchado ya en reiteradas ocasiones que nuestro sistema de salud sería por lo menos similar al danés? ¿Y los resultados? ¿Los hechos?.
La mentira presidencial también señala que entre las metas de la actual administración federal está garantizar el derecho a la salud, “que el que se enferme pueda ser atendido; tenga todos los medicamentos”. Además, aseguró que el sistema de salud en México va a ser un ejemplo mundial porque no en todos lados se garantiza el derecho a la salud.
Primero que el sistema de salud mexicano sería como el de Dinamarca, después, superior y mejor que el de Dinamarca, ahora que será ejemplo a nivel mundial (¡?), así es como se ha ido desarrollando la frase presidencial, al paso que los hechos ponen la verdad al desnudo, por lo menos para quienes, sin apasionamientos partidistas, así la quieren ver.
De acuerdo con especialistas, la crisis de desabasto comenzó con el gobierno de la autodenominada “Cuarta Transformación” (4T), misma que se ha ido agudizando en los últimos años porque esta administración ha desatendido las necesidades más urgentes del sistema de salud, por ejemplo, los hospitales continúan sin medicamento, los médicos sin instrumentos para atender las emergencias más graves, miles de pacientes son rechazados porque no se cuenta con un espacio o material elemental para atenderlo, sin mencionar las pésimas condiciones materiales y laborales del personal médico.
Este panorama tan desolador es consecuencia de la crisis financiera por la que atraviesa el país debido a los constantes recortes presupuestales, característica peculiar de la política de la 4T, de la desaparición de más de 100 fondos de apoyo económico que servían a los gobiernos locales para mantenimiento de los servicios básicos, la atención a emergencias como desastres naturales y el fortalecimiento de la seguridad pública, entre otros.
Baste recordar los resultados de esta política de la 4T. De acuerdo con el Coneval, la carencia de acceso a la salud se incrementó nuevamente. De los 35.7 millones de afectados y detectados en la medición 2018-2020, que reportó en 2012, aumentó a 50.4 millones de personas carentes de servicio de salud pública.
“El porcentaje de personas con carencia por acceso a los servicios a la salud pasó de 16.2 a 39.1%, entre 2018 y 2022, lo que representa un cambio de 20.1 a 50.4 millones de personas en esta situación”, describe el Coneval en su informe cuatrienal de 2018 al 2022.
Isabella González y David Marcial, expertos en asuntos sanitarios, en el artículo “De la promesa de un sistema de salud como Dinamarca a la desaparición del Insabi: el ocaso de una de las grandes opciones de AMLO” evidenciaron el desastroso resultado del Insabi.
En noviembre de 2019, se creó el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) y se suprimió el Seguro Popular (SP), creado en 2003 por el expresidente Vicente Fox Quesada. La nueva institución sanitaria acopió los recursos del SP y los del Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos, que financiaba la atención de enfermedades graves.
Después de dos años de funcionamiento, durante los que acumuló numerosos cuestionamientos, el Insabi desapareció también y se profundizó la crisis en todas las instituciones dependientes de la Secretaría de Salud (SS), pues aumentaron las denuncias de desabasto de medicamentos, negligencia médica, colapso de infraestructura; y actos de corrupción, que se extendieron a los centros de salud y hospitales públicos de las 32 entidades federativas.
Como vemos, la realidad dista en mucho a la ilusión que nos quiere vender el presidente de México sobre la situación actual del sistema mexicano de salud. Es decir, mientras él argumenta que seremos seremos mejores en materia de salud que Dinamarca y hasta ejemplo mundial, la realidad nos dice que cada día hay más mexicanos que no pueden acudir ni siquiera a un centro de salud a atender, y, si los llegan a recibir, no hay medicamento ni equipo mínimo para curarlos, es decir, se quedan en la inopia seguridad médica.
Ahí están los casos que se han registrado y las denuncias públicas de los pobladores de municipios de la Mixteca Baja de Puebla, como Tehuitzingo, Guadalupe Santa Ana, San Jerónimo Xayacatlán, Chila y el mismo municipio de Acatlán, donde, entre otros problemas, el dengue se ha convertido en un grave problema de salud pública sin que hasta el momento las autoridades puedan intervenir para resolver el problema.
Se han registrado casos en donde las personas, pese a ser diagnosticadas con dengue, son enviadas de vuelta a sus casas y tanto estudios médicos como medicamento, tienen que ser costeados por sus familiares, lo que afecta directamente, puesto que la mayoría de las familias de esta región del estado de Puebla son gente humilde, de escasos recursos económicos, que muchas veces vive al día y curarse, ahora, es un lujo que no se pueden dar.
Esto pone de relieve una verdad innegable, hace falta una clase gobernante distinta a la actual, gobernantes verdaderamente identificados con los pobres de México (casi 98 millones), que estén dispuestos a la transformación del México actual en una sociedad más justa y equitativa, donde todos podamos trabajar y vivir dignamente porque las mentiras, más tarde o temprano, siempre revelan la verdadera naturaleza de las personas.
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