MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

AMLO fortalece la dependencia de México respecto a EEUU

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La política exterior del gobierno de López Obrador se presenta como una serie de contradicciones: 1) exige el fin del intervencionismo de Estados Unidos en los países de América Latina, pero llama a los países de América Latina a someterse al liderazgo de Estados Unidos para enfrentar a China; 2) boicotea la Cumbre de las Américas organizada por Estados Unidos, pero realiza ejercicios militares conjuntos con Estados Unidos en territorio mexicano; 3) defiende la soberanía de México frente a Estados Unidos, pero emplea a las fuerzas armadas mexicanas como patrulla fronteriza al servicio de la política migratoria estadounidense.

En realidad, estas contradicciones en la política exterior no son sino el correlato de la política interior. Por definición, la política exterior es un instrumento que poseen los Estados para alcanzar aquellos objetivos que consideren prioritarios, siendo estos la supervivencia y la integridad territorial. Pero la política exterior también obedece a otros planes de corto, mediano y largo plazo, según las metas de Estado. En el caso de China, por ejemplo, su objetivo de convertirse en “un país socialista desarrollado, fuerte, democrático, culturalmente avanzado y armonioso para 2049”, orienta y da coherencia tanto a la política interior como a la política exterior. Desde este punto de vista, la política exterior contradictoria y errática de López Obrador refleja una política interior con las mismas características.

Un caso concreto que ilustra esta relación es el T-MEC. El nuevo acuerdo comercial que sustituyó al TLCAN fue firmado en 2018 y entró en vigor en 2020. El gobierno de López Obrador lo celebró pomposamente como un mecanismo que no solo llegaría a salvar a México de la penosa situación económica que padecía en 2019 y 2020 (con la pandemia empeoraría más) sino que se convertiría en un permanente motor del crecimiento económico. Si bien el TMEC facilita la exportación a Estados Unidos de productos hechos en México, el acuerdo es un mero tratado comercial. El desarrollo económico de México no puede descansar en un acuerdo de esta naturaleza, sobre todo si miramos los resultados mediocres que arrojó su antecesor, el TLCAN, después de casi treinta años de operación.

Dos años después de haberle dado la bienvenida al TMEC, López Obrador asume la posición contraria y declara que su gobierno está dispuesto a abandonar el acuerdo con tal de defender la soberanía de México. Esto ocurre en el contexto de las controversias generadas por la reforma eléctrica, la cual afectó a algunas empresas estadounidenses y canadienses que ya habían hecho inversiones en el ramo de la electricidad en México. Si la reforma eléctrica viola o no las cláusulas del TMEC, es algo que todavía está en litigio, lo cierto es que tanto el gobierno de Estados Unidos como el de Canadá ya están defendiendo a sus empresas y han llamado al gobierno de México a respetar sus intereses en México, so pena de sancionar al país imponiéndole aranceles a sus productos. Una imposición de aranceles a México sería un duro golpe a la economía nacional, pero la salida de México del TMEC sería una catástrofe para el país.

En realidad, lo que refleja la posición contradictoria del gobierno de López Obrador respecto al TMEC es la ausencia de un proyecto de desarrollo nacional: por un lado le apuesta todo al empuje económico que puede traer el TMEC al país y por el otro atenta contra ese mismo empuje al llevar adelante una reforma que hiere los intereses de los verdaderos mandamases de ese acuerdo comercial. Y esto es algo que atraviesa a toda la política interior: un día golpea a los empresarios y otro día los invita a Palacio Nacional a celebrar su amistad, un día le exige a Salinas Pliego que pague sus impuestos y otro día le da los contratos para distribuir los programas del bienestar, un día lanza una diatriba contra la corrupción y otro día otorga contratos por asignaciones directas, un día reparte dinero entre el pueblo para incrementar su nivel de vida y otro día reprime a las organizaciones populares que se movilizan para mejorar su condición de vida, un día declara que el sistema de salud será como el de Dinamarca y otro día le aplica tantos recortes presupuestales que sufre desabasto de medicinas.

En la medida en que México no cuenta con un proyecto de desarrollo correctamente planeado y ejecutado, en esa medida el país sigue dependiendo de las necesidades económicas de los demás países con los que nos relacionamos. López Obrador puede desgañitarse cuanto quiera defendiendo la soberanía nacional, pero mientras su gobierno no aplique un proyecto de desarrollo nacional coherente y científicamente elaborado, en los hechos estará fortaleciendo la dependencia de México respecto a Estados Unidos. Solo cuando hayamos puesto en marcha un proyecto con estas características, entonces podremos considerar si es conveniente o no enfrentarse económicamente a Estados Unidos. De otra manera es mejor no hacerlo, por muy soberanos e independientes que nos digamos. 

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