MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Ahora nos toca a nosotros

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Es difícil encontrar en nuestros días a un hombre que, viendo la realidad y su entorno, tome la decisión de entregar su tiempo, sus pocos o muchos conocimientos, sus comodidades, su vida para transformar esa misma realidad que a todo mundo consta que es injusta e inequitativa para las grandes mayorías, pues, como dijo el poeta Blanco Belmonte "Hoy es el egoísmo torpe maestro/ a quien rendimos culto de varios modos:/si rezamos, pedimos sólo el pan nuestro./ ¡Nunca al cielo pedimos pan para todos!/ En la propia miseria los ojos fijos,/ buscamos las riquezas que nos convienen/ y todo lo arrostramos por nuestros hijos./ ¿Es que los demás padres hijos no tienen?..."

Benito Quezada fue de esos escasos hombres que una vez que conocen el mundo en que viven, sienten la responsabilidad de hacer todo cuanto esté en sus manos para mejorar las condiciones de vida de sus semejantes. Como si estuviera consciente de que sus días en Chiapas estaban contados, Benito tenía prisa por dejar su impronta marcada en la memoria de los indígenas de Simojovel, en la de todos los mexicanos. En sus escasos cinco meses (del 1 de agosto al 23 de diciembre de 1989), además de instalar un modesto negocio para el sostenimiento del trabajo de sus compañeros activistas, logró la introducción del agua potable, luz eléctrica, drenaje, construcción de escuelas y casas de salud para beneficio de lugares como Sharpes, San José Linda Vista y Nuevo Urbano. Resolvió, mediante el diálogo y la vía jurídica, añejos problemas de terrenos para vivienda y para cultivo en comunidades como Rivera Domínguez y barrio Platanal. Estos resultados, fruto del trabajo honrado, valiente y abnegado, atrajeron la atención de los simojovelenses humildes, pero también de los enemigos del progreso, quienes acostumbrados a vivir a costa de las necesidades de la gente y temerosos de perder lo que consideraban una parcela política de su propiedad, empezaron a lanzar calumnias y amenazas en contra del líder antorchista para intimidarlo y ahuyentarlo; viendo que aquello no surtía el efecto esperado, procedieron a cumplir sus amenazas apagando cobardemente la vida de Benito Quezada García.

Creyeron que con su eliminación física desaparecería también su ejemplo; lejos de ello, su cuerpo cercenado cayó cual semilla en tierra fértil y no ha hecho más que multiplicarse y echar raíces en el corazón de los hombres y mujeres bien nacidos que anhelan, como él, un mundo mejor. Ahora no son los 300 de antaño, ahora se cuentan por miles quienes están dispuestos a poner el hombro para impulsar el crecimiento de Antorcha y acercar el día en que los males de este país se eliminen de manera rápida y efectiva con el trabajo de todos. Como prueba tenemos el evento del pasado 19 de febrero en el campo ámbar de Simojovel, realizado para celebrar 33 años de lucha contra la pobreza pero, sobre todo, para conmemorar a nuestro compañero caído y para refrendar nuestro compromiso de mantener en alto la bandera de la lucha organizada.

Ahí estuvieron los representantes de diferentes barrios de la cabecera municipal y comunidades aledañas para demostrar con su presencia que el sacrificio de nuestro compañero no ha sido en vano. Así lo demuestra también las obras obtenidas por el Movimiento Antorchista hasta momento: paquetes tecnológicos para los campesinos, proyectos productivos, techos y pisos firmes, así como viviendas completas y apoyo a mujeres artesanas, plazas a maestros. Entre estos logros también se encuentran obras de infraestructura de inversiones millonarias, como el edificio del albergue estudiantil que desde hace más de 15 años ha brindado apoyo a cientos de jóvenes indígenas para que puedan tener acceso a la educación digna; la fundación del Cecyt 10 que, a través de sus veinte generaciones, ha dado a Simojovel, al estado y al país jóvenes preparados con educación de calidad, como lo demuestra el hecho de que han resultado ganadores a nivel nacional en los concursos de Robótica e Innovación tecnológica.

Sin embargo aún hay mucho por hacer. Es necesario trabajar como hasta ahora, llevando en nuestras mentes y en nuestro corazón las palabras del padre de Benito "Mi hijo ha entregado su vida por una causa justa, pero él ya no puede hacer nada. Ahora les toca a ustedes continuar el camino que él dejó sin acabar. No le fallen".

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