MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Un cuento "de pájaros"

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En un Maizal tan grande que, por las tardes, sus límites parecían fundirse con la textura dorada del cielo a esas horas, habitaba una parvada de aves que se alimentaban del maíz que no pudieran cosechar los humanos.

El campesino, llamado Tomás, veía con cierta curiosidad a las aves que se organizaban para poder cumplir su objetivo y alimentarse. 

Yo las dejo que coman -decía don Tomás- el grano viejo o que se cae, pero si tocan una mazorca tierna de abundante grano, será porque son muy listas y esa inteligencia es digna de apreciar y reconocer.

Lo que don Tomás sospechaba era cierto, esas aves pequeñas, negras como la noche y de un canto ruidoso y ensordecedor, por dentro vivían de una forma poco convencional.

Tenían un consejo de aves ancianas quiénes decidían cuánto grano tomar, no provocando así la ira del campesino, y un ave sabía e inteligente era la que gestionaba al consejo y atendía las necesidades de la comunidad.

Viene la temporada de cosecha- dijo el ave mayor - y ante el riesgo de colocar un espantapájaros o que los perros nos coman, hemos propuesto que, este año, solo tomaremos las mazorcas más viejas del maizal, el grano tierno será dado a los niños y ancianos y el grano macizo será para los más jóvenes.

Pero somos los jóvenes los que vamos por el grano- dijo con voz furiosa un avecilla pequeña y con poca visión- desde que estamos aquí siempre nos ha tocado trabajar y trabajar, mientras los más jóvenes y ancianos sólo se comen el grano-. Aquella queja provocó el murmullo generalizado de todos los asistentes a la reunión semanal, que se hacía en las ramas de un árbol de aguacate de 50 años de edad que ubicado en la entrada de la casa de don Tomás.

El ave que dirigía la reunión dijo - yo he visto más soles de los que tú has visto, y he pasado por vientos y lluvias, hemos hecho frente al huracán que se llevó el plantío y que casi nos deja sin grano a nosotros y al campesino y vivimos en esta comunidad que no es solo nuestra, sino también con él. Nosotros no podemos labrar la tierra pero correteamos a las tusas que quieren comerse las raíces del maizal y nos comemos a las gallinas ciegas que hacen lo mismo. Solo tomamos el grano suficiente para sobrevivir, de esa manera el hombre puede alimentarse él y alimentar a su familia, no nos aprovechamos del grano porque entonces romperíamos con esta comunidad, los hombres no hablan nuestro idioma pero llaman a esto gratitud. Yo también fui joven y, a mi edad, vivo trabajando y he trabajado más que tú, que crees conocer las necesidades que tenemos pero no es así.

Todas las aves permanecieron en silencio, pero el disgusto de aquél pequeño no atenuó, por días permaneció difundiendo en silencio sus ideas "reivindicadoras" de pelear por cambiar la forma en la que se conseguía y repartía el grano, pero aquí lo peligroso fue que, con su ingenio ruin y tirano, logró convencer a cierta parte de las aves más jóvenes y de las menos conscientes, de lo errado que estaba el comité de ancianos. El descontento fue tal, que una nueva reunión tuvo que ser citada para aclarar el tema y calmar el furor.

Si nosotros dejamos - dijo el ave que había provocado el descontento - que el sistema continúe así y el organismo siga dirigiendo nuestra forma de vida entonces siempre seremos oprimidos ¿por qué? Porque yo lo digo-. Y una buena parte de los asistentes rompieron en aplausos. 

 

El ave que dirigía las reuniones, con su acostumbrada calma e inteligencia dijo - no cabe duda que un argumento apasionado, aunque sin fundamentos, es más peligroso cuando está en boca de alguien que declara que no hay más razón que la suya propia. Pero, compañeros, si no luchamos por la autonomía de nuestra institución y por su supervivencia, el sistema que se quiere imponer nos ahogará y oprimirá, no necesitamos ser sabios para entender que, lo que propone este joven es una idea visceral y que, de llevarse a la práctica, nos puede dejar sin grano y desatará la ira del campesino con quien vivimos en comunidad-.

Más, sin importar la lógica del argumento, la reunión dio la razón al ave joven e iracunda que designó como primer mandato, que las aves del consejo de ancianos fueran desterradas y fueron obligadas a marchar a otras tierras más ásperas e infértiles, sin más que algunos gusanos para comer.

El segundo mandato de aquel ave fue que el nuevo consejo estuviese conformado solo por aquellos que, sabía, seguirían sus órdenes y caprichos a su leal saber y entender. Y así se hizo. Pero poco a poco el grano empezó a escasear y llegaba la hora de ir a buscarlo nuevamente.

Ahora serán -dijo el nuevo presidente del consejo- las aves más grandes y viejas las que buscarán el grano, y el tercer mandato se estipuló. El primer día 3 aves perecieron ante el embate del aire y la persecución de los perros, y solo llevaron la mitad del grano acostumbrado. En una semana no había más ancianos en toda la parvada y el grano seguía siendo escaso. 

El cuarto mandato fue que todo el grano se concentrara únicamente en manos del nuevo consejo de aves lo cual desató la ira de toda la comunidad, que a gritos pedían una nueva asamblea y la destitución del nuevo presidente y el consejo entero. El ave no era muy lista pero hablaba como si lo fuese, y persuadía con facilidad. O no habría otra forma de explicar el porqué el 5to mandato fuese cegar a los perros y todo aquél que se atreviera a cruzarse en el camino de las aves y el grano, y así fue.

Esa tarde, todas las aves de la comunidad salieron y con sus patas y uñas filosas le quitaron los ojos a los perros que intentaban ahuyentarlas del maizal. Los ladridos y lloriqueos de los perros hicieron que don Tomás saliera a ver qué ocurría y como el mandato estaba ya bien estipulado las aves arañaron el rostro del anciano y, a picotazos, intentaban sacarle los ojos al pobre campesino. Dos de sus hijos salieron a su rescate y, a escopetazos, lograron salvar la vida y la vista de su anciano padre pero provocando su ira y sed de justicia por el ataque.

Poco menos de la mitad de las aves fue la que llegó al árbol nuevamente y veían aterrados cómo el paisaje se llenaba de las plumas negras que volaban al viento independientes de aquellos a quienes pertenecían, los perros lloraban y los escopetazos no cesaron hasta casi entrada la noche.

Sin citar a asamblea, varias avecillas fueron al encuentro del antiguo comité de ancianos y, explicando lo sucedido, los llevaron de nueva cuenta al gran árbol de aguacate.

¡Inadmisible! - Dijo el anciano- ustedes, aves que han trabajado toda su vida, que son la herencia de una raza guerrera que hizo lo necesario por sembrar este gran árbol ¿se dan cuenta de lo que hicieron? No ven, acaso, que defender nuestra tierra y nuestros institutos reguladores ¿era la forma en la que lográbamos nuestra subsistencia? Se dejaron llevar por la idea de un torpe, ignorante e iracundo, que sólo procuró sus intereses propios a costa del sufrimiento y la muerte de más de la mitad de los nuestros ¿y ahora, qué? ¿De qué manera recuperar la autonomía de nuestra comunidad y la armonía con el hombre? Sólo hay una cosa por hacer, luchar en primer lugar, porque nuestros aparatos reguladores trabajen, garantizando nuestra manera de hacer las cosas y velando por los intereses de toda esta parvada, de lo contrario otro viento por más débil que este sea, volverá a agitar las mentes y el corazón de todos y el golpe será aún mayor.

Sólo garantizando la participación regulada y objetiva de nuestro comité directivo podremos sacar de nueva cuenta nuestra comunidad adelante.  Nadie habló, todos sabían que el comité de ancianos tenía que idear un plan para resarcir los daños ocasionados y los dejaron trabajar. 

A la mañana siguiente, el comité mandó a llamar a todas las aves a quienes ordenaban buscar todo el grano que quedaba en la comunidad, una vez reunidas las aves, el anciano procedió a indicar que debían llevar el grano en sus picos para depositarlos en la tierra de don Tomás y así conseguir, que esta volviera a hacer germinar las semillas. 

En ese momento se escucharon dos golpes fuertes en el árbol, eran los hijos de don Tomás, quienes, aún molestos, estaban decididos a tirar el gran árbol y la comunidad de aves que ahí vivía.

Pronto, marchen ahora - dictó el anciano con voz sobria y fuerte- y todas las aves volaron, depositando los granos de maíz en la tierra ahora desnuda que esperaba los ósculos de próxima lluvia que la perfumara de petricor y fecundara su seno nuevamente.

El espectáculo fue tal, que los hombres dejaron sus hachas en el suelo, e intrigados fueron a buscar al anciano para explicarles lo sucedido.

Un año ha pasado ya desde aquel incidente, la tierra ha vuelto a ser fértil y, el grano, ha sido más grande y abundante, la comunidad de aves ha vuelto a nutrirse y el comité de ancianos sigue regulando la forma de conseguir el grano.

Por las tardes, don Tomás se sienta a la sombra de un ciprés con su guitarra y a menudo cuenta la historia de aquellas aves enigmáticas que un día decidieron ayudarle a sembrar toda la tierra, declarando la inteligencia que tienen y asegurando que, tal vez, las aves también sufrieron turbulencias pero han vuelto a la calma.

A don Tomás le gusta contar estas historias porque asegura que mucho hay que aprender de las aves que, para garantizar su supervivencia, defendieron su autonomía y sus aparatos de gestión para vivir en comunidad.
De aquel pobre pájaro que un día provocó tanto caos en la parvada poco se sabe, sólo se cuenta que una noche marchó del árbol para vivir en la tierra infértil cazando lagartijas y pequeños insectos que encuentra en su camino, ah, pero a todo el mundo le sigue contando que una vez, un día, por unas horas, este fue presidente de la parvada de pájaros que vive en el aguacate, pero que hoy lo han olvidado, como los hombres olvidan a los seres ruines y perversos.

Hay una lección muy grande en esta historia y es, que nuestra organización es la única que puedes sacarnos adelante, previniendo así hacer caso a cualquier canto de sirena que, envuelto en uno de nosotros, quiera buscar su beneficio propio, y que hay que defender con todo nuestro ánimo, aquello que garantiza que nuestra voz se siga escuchando.

Este año, de nueva cuenta, las aves dirigidas por el comité de ancianos han vuelto a ayudar al campesino con la siembra y la comunidad ha crecido pues ahora, don Tomás, ha olvidado su viejo ciprés para sentarse con su guitarra bajo el gran árbol de aguacates, en donde las aves se acercan para cantar junto con él.

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