Ad consumatum. Con gran alegría por romper con esquemas preconcebidos y dando paso a “innovadores mecanismos democráticos”, fue que concluyeron los procesos electivos de la alianza oficialista conformada por Morena-PT-PVEM por un lado, y desde la trinchera de la oposición a cargo del Frente Amplio por México integrado por el PAN-PRI–PRD, pues en ambas coaliciones hablan de perfección anunciando una gran competencia por la silla presidencial en 2024 porque en esta etapa se incluyó la participación ciudadana y el clamor popular.
Creo sinceramente que tales aseveraciones están bastante alejadas de la realidad y basta con echar un vistazo a los procesos y sus resultados para ver con claridad la incongruencia de la clase política mexicana. Veamos.
El proceso electivo del bloque oficial no arrojó un resultado distinto a lo previsto, con antelación pudimos observar todo el apoyo a la ungida ex jefa de gobierno Claudia Sheinbaum Pardo, que años atrás el propio presidente Andrés Manuel López Obrador le levantó la mano y marcó la línea para recibir todo el respaldo del aparato gubernamental.
Sin embargo, con el objetivo de convencer al pueblo de ser partícipe de las decisiones se montó un acotado proceso donde se inscribieron cuatro morenistas: Marcelo Ebrard, Adán Augusto López, Ricardo Monreal y Claudia Sheinbaum; y se sumaron el petista Gerardo Fernández Noroña y el militante del partido Verde Manuel Velasco buscando ser el elegido por el pueblo para dar continuidad a la transformación.
Y para dar la impresión de ser distintos a los del pasado, se efectuaron recorridos por todo el país durante 70 días, actividades que concluyeron con el levantamiento de encuestas internas y cuatro más efectuadas por empresas externas dando una ventaja de 14 puntos a Sheinbaum por encima del excanciller Marcelo Ebrard, así la preferida del presidente recibió el 10 de septiembre la constancia que la acredita como la Coordinadora Oficial de los Comités de Defensa de Morena para liderar a la Cuarta Transformación de cara al proceso electoral de 2024, quedando en la insignificancia el respaldo al resto de contendientes.
Concluidos ambos procesos, ¿qué le espera al pueblo con ambas candidatas a la silla presidencial?, ¿se tendrán opciones para combatir la violencia desbordada?, ¿se buscará cómo impactar en los bolsillos de las familias?, ¿propondrán opciones para abatir la migración y el desempleo?
A pesar de los muchos intentos de convencer a la ciudadanía de un proceso inédito, lo cierto es que vimos de nueva cuenta las mismas prácticas que presuntamente ya habían sido erradicadas como el uso de recursos públicos, la movilización de beneficiarios de programas gubernamentales; ríos de dinero invertidos en espectaculares, bardas y lonas, pero mientras eso aconteció los males siguieron castigando a los mexicanos tras la crisis de inseguridad, el desabasto de medicamentos en los hospitales públicos o la imposibilidad de las familias de adquirir los productos de la canasta básica y mientras los morenistas estuvieron en campaña gastando millones de pesos en un proceso ilegal y adelantado.
Por el otro lado las cosas no pintaron diferente, desde el principio se habló de un proceso innovador donde primero se iban a levantar 150 mil firmas de respaldo popular y luego vendría una encuesta para definir a los finalistas que se enfrentarían en las urnas. Conforme fue avanzando el proceso, varios de los participantes pusieron al descubierto las inconsistencias siendo la senadora Lily Téllez quien abundó sobre el riesgo de la inversión de recursos de procedencia ilícita para la movilización.
Con la oposición el proceso concluyó de forma adelantada presionando a la senadora Beatriz Paredes para desistir y evitar así el proceso electivo, quien a regañadientes y luego del anuncio del líder priista Alito Moreno de apoyo total a la senadora Xóchitl Gálvez, concedió “bajarse” del proceso para el ungimiento de la panista como aspirante presidencial.
Ciertamente aquí no podemos hablar de uso de recursos públicos (quizá porque no los tienen), pero sí podemos decir que en el camino se quedaron ciudadanos imposibilitados de mover estructuras partidistas o ciudadanas por no contar con dinero para hacerlo, con lo que comprobamos que la democracia sólo está al alcance de quien tiene dinero para participar en ella.
Concluidos ambos procesos, ¿qué le espera al pueblo con ambas candidatas a la silla presidencial?, ¿se tendrán opciones para combatir la violencia desbordada?, ¿se buscará cómo impactar en los bolsillos de las familias?, ¿propondrán opciones para abatir la migración y el desempleo?
Sinceramente veo bastante difícil que ello acontezca debido a la naturaleza y origen de los partidos que las postulan. Creo que la campaña será un ir y venir de dimes y diretes en el que los descalificativos y la estridencia ocuparán las primeras planas de los diarios y noticieros, pero de las soluciones poco se hablará, por ello el pueblo debe estar atento a las iniciativas que presenten y entender que la tarea sigue siendo conformar un partido con auténtico raigambre popular que proponga medidas distintas para abatir la desigualdad social, de no ser así la demagogia se impondrá una vez más para favorecer a los grupos de poder. Si lo dudan, dejemos que el tiempo despeje la incógnita.
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