MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

¿Qué significa en Antórchate, la unión hace la fuerza?

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Muchos grupos sociales, organizaciones políticas o agrupaciones de diferente índole recogen esta lapidaria frase: la unión hace la fuerza. Pareciera que a nadie le queda ninguna duda de que hay pleno y unánime acuerdo en su gran contenido, y de que, por el contrario, la división obstaculiza o impide lograr los intereses y objetivos de los grupos sociales: divide et impera, es la máxima de los que quieren que no fructifiquen los objetivos de los que se unen en una causa común.

Históricamente, la unidad se explica porque es producto de la experiencia humana más ancestral, porque es, incluso, condición para la existencia de la propia humanidad. No podía ser de otra manera, pues desde sus orígenes los seres humanos sólo pudieron sobrevivir en un medio profundamente hostil gracias a su acción colectiva; únicamente así pudieron defenderse de enormes bestias feroces, de las inclemencias del tiempo y procurarse el alimento, cazando, por ejemplo, animales gigantescos como los mamuts. Algo imposible para un cazador aislado. 

Millones de años compartiendo el techo, el alimento, defendiéndose los unos a los otros, conviviendo en una gran y única familia permitieron al hombre existir y desarrollarse hasta comprender mejor las leyes de la naturaleza y con ello ser capaces de producir armas de caza, herramientas, viviendas y medios de transporte que elevaron la potencia y productividad de su trabajo, con lo que fue posible la producción de bienes que superaban los límites de lo indispensable, apenas alcanzado con los viejos instrumentos de trabajo. 

Surgió así un excedente que pudo ser acaparado por una parte de la sociedad, la acumulación de riqueza por parte de quienes dirigían las tribus. Debe subrayarse, empero, que incluso en las sociedades divididas en clases, (amos y esclavos, señores y siervos, patrones y obreros) en las formaciones sociales donde ha imperado la más brutal explotación y abuso de una minoría privilegiada sobre la mayoría laborante, nunca ha dejado de manifestarse la superioridad del trabajo colectivo, la superioridad de la cooperación entre los trabajadores (lo que si bien no ha sido reconocido por las minorías privilegiadas, tampoco han dejado nunca de beneficiarse de ello), lo que permitió desde la construcción de las famosas  siete maravillas del mundo como la Muralla China o las pirámides Chichen Itza, en  México, o de Guiza, hasta la productividad nunca antes imaginada que ha alcanzado el trabajo humano en la era moderna. Ya lo describe en un trabajo muy importante  Marta Harnecker llamado ¿Qué es la Sociedad?:  …Es, por tanto, el trabajo del hombre el que permite arrancar a la naturaleza sus riquezas. Las riquezas naturales de nada sirven sin el trabajo del hombre. Pero ¿a manos de quién van a parar las riquezas? ¿Van a parar a manos de los trabajadores?

Es innegable que van a parar a las manos de unos pocos privilegiados. 

Como consecuencia de este desigual reparto de las riquezas los trabajadores del mundo tienen muchas dificultades para una vida digna, problemas de trabajo, de satisfactores, de trasporte, de vivienda  digna, de vestido, de  alimento, de salud  de educación.  ¿Por qué son ellos, los ricos y no los trabajadores los que han acumulado tanta riqueza, cuando son estos últimos los que han extraído las riquezas de la naturaleza y con su trabajo han producido nuevas riquezas?  Los ricos suelen atribuir la pobreza a la falta de capacidad intelectual, a las enfermedades físicas, a la embriaguez, a la falta de cultura, a la indolencia, a la falta de espíritu creador del pueblo y hacen creer a las masas no politizadas que las grandes riquezas de que dispone un pequeño grupo de ciudadanos dos se debe a sus méritos personales, pero esto es totalmente falso. Veamos algunos otros datos.

De una y mil maneras han buscado desterrar de la mente de los pueblos, los poderosos y los intelectuales a su servicio, la idea de la cooperación. Desde Thomas Hobbes que divulgó en el siglo XVII la locución atribuida a Plauto, Homo homini lupus, señalando que el egoísmo es algo innato a la naturaleza humana, hasta la riqueza de las naciones, en la que Adam Smith sostuvo, al siglo siguiente, que el individuo puede alcanzar el éxito y la felicidad no sólo aislado, sino francamente enfrentado con el resto de los seres humanos.

La teoría de Smith, el liberalismo, tuvo su obligada adecuación a los tiempos modernos ante la aparición ya no del fantasma del comunismo, como le llamarán Marx y Engels en su célebre Manifiesto, sino del en su momento pujante desarrollo de la Unión Soviética que con su prestigio creciente se convirtió en una amenaza cada vez más temible para el capitalismo depredador, y hoy en la actualidad la figura mundial de China que ha desterrado en un país inmenso en territorio y población la pobreza de su pueblo.

Hoy, bajo el capitalismo imperialista, los poderosos no tienen, como dice el pueblo, llenadera, no se hartan jamás. En pleno 2022, según la OXFAM, Los diez hombres más ricos del mundo han duplicado su fortuna, mientras que los ingresos del 99 por ciento de la población mundial se habrían deteriorado. Ya desde sus análisis en 2020 nos daba el dato que los 2153 milmillonarios que hay en el mundo poseen más riqueza que 4600 millones de personas (un 60 por ciento de la población mundial), según revela Oxfam. La desigualdad en el mundo está profundamente arraigada y ha alcanzado un nivel escandaloso.

Es indispensable superar el individualismo imperante, tan negativo para los intereses de los más humildes, de la inmensa mayoría de los mexicanos que perciben menos de tres salarios mínimos, los trabajadores peor pagados entre los países miembros de la OCDE, a pesar de ser los que más horas trabajan a la semana. Tomar conciencia de que la fuerza del pueblo está por un lado en que de sus manos sale toda la riqueza producida, pero también en que su número le da posibilidad de determinar el rumbo de la nación, no sólo de elegir a quienes lo habrán de gobernar cada cierto tiempo (papel al que se le ha limitado en la falsa democracia que vivimos), sino de construir un nuevo modelo económico y político diferente al actual generador de desigualdad, corrupción, inseguridad, miseria y toda suerte de males sociales.

Por todos estos datos, decimos en Antorcha que, la unidad es necesaria entre los pobres, se tiene que construir haciéndoles sabedores de que es posible un mejor futuro, un mejor país para sus hijos, pero a condición de rescatar la acción colectiva combatiendo la pulverización que por todos los canales posibles nos inculcan los potentados de la tierra. Que no hay  políticos iluminados que  vengan  a salvarnos, el camino a seguir es el de interesar en los problemas políticos, en la reflexión social y económica a los trabajadores del campo y la ciudad, a las amas de casa, a los empleados y a los estudiantes, el de organizarlos, con esa mayor claridad, para acordar las tareas conjuntas que más nos convengan y, sobre todo, materializarlas en hechos que vayan mejorando su entorno, sus condiciones de vida y los doten de los instrumentos de presión y de acción social que les brinda su número organizado y articulado. La unión no solo para conseguir mejoras y mejorales, sino para conseguir el poder político. 

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