En los últimos cinco años, poco a poco China ha ido reemplazando las superproducciones estadounidenses, impulsando su industria cinematográfica nacional con películas mejor realizadas y que ahondan en la vasta cultura e historia del país.
Hace escasos cuatro años, la industria cinematográfica confiaba en el mercado chino para salvar sus películas que no tenían éxito en Occidente; ejemplos como la saga Fast and Furious y las películas de superhéroes de DC y Marvel causaban sensación. Ahora, tan sólo en 2023, dentro de las 25 películas más taquilleras en todo el mundo, nueve son películas que sólo se estrenaron en dicho país.
Este tema se podría abordar en un material aparte, contrastando con el nuevo punto de mira de Hollywood: Latinoamérica.
Sin embargo, el tema que hoy me gustaría tratar es el resultado de este desplazamiento, que da lugar a la verdadera cara de la industria estadounidense, que, al no ver rentable este mercado, despliega toda su maquinaria ideológica en su contra, borrando cualquier rastro de la cultura china.
Netflix, el gigante del streaming, estrenó hace un par de semanas la serie El problema de los tres cuerpos, adaptación basada en una trilogía de ciencia ficción escrita por Liu Cixin; siendo de la primera novela que se extrae el nombre y sobre la cual ya hay de por sí una controversia de varios años (fabricada principalmente en Occidente) por los temas que trata.
Unos aseguran que es una obra “prohibida” dentro de China; otros que es propaganda procomunista y otros que es una crítica al Partido Comunista Chino y a su Gobierno, y que este en represalia ha “silenciado” al autor, etcétera, etcétera.
Sin embargo, esta sarta de dispares teorías poco o nada tienen que ver con el excelente reconocimiento que se le ha dado en su país de origen, donde se ha convertido en una de las mayores novelas de su género y ha catapultado a su autor para ser uno de los más exitosos en la época moderna.
La culpabilidad sistemática contra los asiáticos, principalmente chinos, se ha visto potenciada desde la pandemia, causando rechazo, persecución y hasta actos de violencia contra ellos.
Lo cierto es que su trama, a pesar de estar centrada en la ciencia ficción, encierra dentro de sí la percepción que un importante extracto de la sociedad china tiene del pasado, presente y futuro del país, partiendo de la difícil etapa que resultó para muchos la Revolución Cultural y cómo muchos grupos extremistas malinterpretaron al marxismo y las mismas ideas de Mao Tse Tung y lo llevaron hasta un extremo donde se hizo daño principalmente al sector intelectual.
En este contexto, la obra nos presenta al personaje de la doctora Ye Wenjie, cuya familia es víctima de esta persecución, la cual le crea un resentimiento que la hace capaz de traicionar a la propia humanidad.
Este personaje se ve contrastado con los protagonistas que representan a la intelectualidad china actual, con un país modernizado, centrado en el progreso tecnológico e intelectual, pero que va aprendiendo de los errores del pasado y lucha por construir una sociedad mejor de la mano del pueblo y de las demás naciones del mundo. En el libro se aceptan los errores del pasado, pero al mismo tiempo ven con optimismo y esperanza el futuro.
Este trasfondo, resumido de forma muy pobre aquí, se ve reemplazado en la adaptación de Netflix por una menguada historia en la cual se reemplaza a los protagonistas por unos occidentales, pero, dejando como villanos unidimensionales a los asiáticos.
Ahora bien, no se entienda esto como una simplona crítica a la “inclusión”, o se intente defender este casting con la excusa de querer hacer más accesible la historia para este lado del mundo. La misma plataforma estadounidense tiene entre su catálogo series como El juego del calamar y La casa de papel, que son las más vistas y reconocidas en todo el planeta a pesar de no haber sido grabadas originalmente en inglés y con una representación de sus culturas (coreana y española, respectivamente).
Esta representación selectiva borra convenientemente a chinos, rusos y hasta venezolanos que se plasman positivamente en la obra original. También termina afectando a su villana, quien al mismo tiempo es testigo de la bondad del pueblo chino y el progreso que a través de mucho esfuerzo se va alcanzando.
Por parte de sus protagonistas originales desaparecen Luo Ji (ahora transformado en un drogadicto Saul Durand), físico y sociólogo arrogante pero que va aprendiendo de la mano del representante del pueblo Da Shi, un astuto y reconocido policía (ahora convertido en el personaje terciario inglés Clarence Shi), la importancia de luchar por el bien de la humanidad.
Incluso desaparece ese espíritu de cooperación y multipolarismo mundial plasmado por Liu Cixin, donde todos los países del planeta ponen de su parte para afrontar los problemas, para posteriormente abolir la existencia de potencias imperialistas; reemplazado todo esto en la serie por un solitario gentleman inglés del “estado profundo” quien toma todas las decisiones y es el gris defensor de la humanidad, “arreglando” los errores de la China comunista.
Esta culpabilidad sistemática contra los asiáticos, principalmente chinos, se ha visto potenciada desde la pandemia de covid-19, causando rechazo, persecución y hasta actos de violencia contra ellos, mientras se aplaude al “salvador” occidental que tiene que arreglar los errores de estos.
Sin embargo, ha quedado demostrado en más de una ocasión de lo que es capaz el país asiático, siendo el mejor afrontó los estragos de la enfermedad y quien se ha mantenido a flote frente la adversidad, y, a diferencia de lo que se cree en gran parte del mundo, no oculta sus errores, si no que los afronta autocráticamente y los supera, pensando y planificando para el futuro.
Esta adaptación cae en ser una representación más de esa actitud de Hollywood hacia el mercado chino, quien al ya no representar una ganancia económica se quita su careta “inclusiva” para revelar su verdadera función, un arma ideológica que tiene como tarea principal desacreditar y ocultar a las culturas y países que no sigan el “american way”, usando en esta ocasión una obra que no es ni mucho menos perfecta, pero que representa mucho más que un simple espectáculo vacío de luces y ciencia ficción.
Un relato de fe en la humanidad, en el progreso de la ciencia y tecnología y de los resultados que puede dar un mundo multipolar.
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