MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Protestas en México: el país clama por organización verdadera

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Los días recientes dejaron ver, una vez más, que el país vive una tensión social que va en aumento. El mega bloqueo nacional de los transportistas paralizó carreteras y ciudades enteras; y también casi como respuesta inevitable, miles de jóvenes —particularmente de la llamada generación Z— salieron a las calles para expresar su inconformidad con la situación nacional. Ambos hechos fueron presentados en los medios como manifestaciones espontáneas, expresiones aisladas de sectores “hartos” de la realidad.

El Movimiento Antorchista lo ha dicho por décadas: sin un cambio profundo en la estructura económica, sin una distribución más justa de la riqueza y sin un gobierno verdaderamente del pueblo y para el pueblo, las crisis seguirán repitiéndose una y otra vez.

Quien observe con un poco más de atención descubrirá algo más profundo: una sociedad que se mueve, que protesta, que busca salidas, pero que todavía no encuentra una dirección clara que la conduzca al verdadero cambio.

Los transportistas, un sector históricamente castigado por la inseguridad, los costos de operación y una competencia cada vez más desigual, recurrieron al bloqueo como último recurso.

La violencia en carreteras, el cobro de piso, los asaltos y la falta de atención institucional los tienen contra la pared. Su protesta es legítima y expresa un malestar que comparten millones de trabajadores: un Estado que cada vez ofrece menos garantías y un modelo económico que abandona al que produce riqueza y protege sólo a los grandes capitales.

También vimos movilizaciones de jóvenes, principalmente de la Generación Z, que comenzaron a aparecer en redes y plazas públicas. Se habla de un despertar juvenil, pero también de una manipulación evidente.

No es un secreto que detrás de muchas de estas convocatorias operan intereses que pertenecen a los dueños del dinero, a los grupos que controlan los medios de comunicación, las plataformas digitales y los medios de producción. Los mismos que dictan narrativas, que inflan mensajes y que aprovechan el descontento legítimo para canalizarlo hacia donde les conviene: contra un gobierno, contra una figura, contra un partido, pero nunca contra el sistema que hace posible la explotación y la desigualdad.

Los jóvenes protestan por causas reales: inseguridad, salarios miserables, falta de oportunidades, precariedad laboral. Pero su protesta, si no se acompaña de educación política y organización consciente, corre el riesgo de convertirse en combustible para las agendas del capital. 

Así ha sido en otros momentos de la historia: cuando la inconformidad juvenil estalla sin una base ideológica firme, los poderosos la toman, la moldean y la convierten en instrumento para sus propios fines.

Y sí, es cierto: México atraviesa tiempos complicados. La inseguridad avanza, el desempleo golpea a millones y la “esperanza” que algún día generó la 4T se desgasta rápidamente. Muchos trabajadores sienten que las cosas van de mal en peor y que las promesas de transformación quedaron en el aire.

Pero reducir todo a un problema de partidos o de administraciones es caer en el juego de quienes quieren mantener al pueblo dividido. El origen real del problema está en el modelo económico que sigue sosteniendo privilegios para unos cuantos a costa del empobrecimiento de la mayoría.

El Movimiento Antorchista lo ha dicho por décadas: sin un cambio profundo en la estructura económica, sin una distribución más justa de la riqueza y sin un gobierno verdaderamente del pueblo y para el pueblo, las crisis seguirán repitiéndose una y otra vez.

Ninguna protesta aislada, ningún bloqueo, ninguna marcha sin rumbo puede modificar lo esencial. Porque mientras los capitalistas sigan controlando los medios de producción, los bancos, las grandes empresas y los monopolios mediáticos, serán ellos quienes decidan el destino del país y manipulen la inconformidad popular a su conveniencia.

Las movilizaciones no son malas; al contrario, son necesarias. Son la expresión viva del pueblo y el recordatorio de que México no está completamente dormido. Pero protestar no basta. El pueblo trabajador necesita organización, dirección y educación política.

Necesita comprender quiénes son sus verdaderos enemigos y quiénes lo utilizan para mantener sus privilegios. Sólo una fuerza consciente, disciplinada y unida puede transformar el país de raíz.

El Movimiento Antorchista ha demostrado, con hechos y no con discursos, que es capaz de organizar al pueblo pobre y de encabezar luchas legítimas, duraderas y con resultados tangibles. Ha construido escuelas, obras, viviendas y espacios culturales; ha desarrollado líderes sociales en todos los rincones del país. Ha demostrado que las masas, si están bien dirigidas, pueden convertirse en una fuerza poderosa capaz de enfrentar al poder económico.

Hoy México necesita precisamente eso: una organización seria, con visión de país, con proyecto económico propio y con la convicción ideológica para conducir las luchas populares hacia un cambio verdadero.

El descontento social seguirá creciendo; la pregunta es si ese descontento se dispersará en estallidos momentáneos o si se transformará en una fuerza capaz de impulsar un nuevo rumbo para la nación. El pueblo ya despertó. Ahora necesita aprender a caminar unido.

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