“Hasta dar la vida, pero nunca traicionar a nuestros compañeros de lucha”: así recuerda don Vicente Ramírez, uno de los fundadores de Antorcha en el Ejido La Concordia, al profesor Humberto Gutiérrez Corona, dirigente fundador antorchista en Armadillo de los Infante, quien falleció hace quince años en un trágico accidente en el Estado de México.
Tenía años que no veía a don Vicente, pero recientemente tuve la oportunidad de verlo y platicar con él.
A su edad avanzada, 90 años, aún recuerda con ternura al profesor Humberto, su amigo y compañero de lucha, de sus andanzas, de sus visitas a las comunidades de Armadillo, a la sierra; a veces en vehículo o a pie; de padecer frío o calor; de hambre, de alegrías y momentos de tristeza, pero siempre, siempre fiel don Vicente y doña Nestora Roque, su esposa.
Fue conmovedora esta visita a la casa de don Vicente que, pese a su avanzada edad, sus enfermedades, su ceguera total y problemas auditivos; recuerda a sus amigos de lucha de hace más de tres décadas.
Me tocó con sus flácidas manos para cerciorarse de mi presencia y cuestionarme sobre dónde estaba trabajando, si había visto a la maestra Lucha, esposa del maestro Humberto. Me dijo que él se mantenía aún al pendiente de las actividades de Antorcha en su comunidad.
Compungido y triste, como queriendo llorar, el viejo antorchista dijo:
“Miguel, se me estruja el corazón de no poder acompañarlos; ya no puedo ver ni oír mucho; mis pies ya no me responden para caminar, pero dígales a mis compañeros antorchistas que estoy con ellos, que los llevo aquí adentro…”.
Don Vicente no podrá ver, pero ve más que muchos que han traicionado la lucha por los pobres de México, que es la causa del Movimiento Antorchista; de esos que sólo ven sus intereses ambiciosos, personales y egoístas.
No podrá oír, pero aún tiene la capacidad de escuchar los gritos, sufrimientos y desesperanzas de los pobres; de escuchar las injusticias y el dolor de los más desprotegidos.
No podrá caminar, pero su lento andar nos invita a ir al cielo o la gloria eterna; como el profesor Humberto, que luchó y trabajó todos los días de su existencia, para que, en México, algún día, vivamos con decoro, en paz y tranquilidad.
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