MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Pequeño capitalismo

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Una de las muchas paradojas del desarrollo capitalista contemporáneo es la persistencia de la pequeña producción de mercancías (PPM). Ciertamente hay una polarización entre la clase capitalista y la de los trabajadores asalariados. Sin embargo, dentro de los márgenes de la sociedad, perduran formas diversas de producción que se resisten a perecer (Harris-White, 2022). Y aunque la PPM puede incluir trabajo asalariado, es más bien un batiburrillo de tipos, métodos y relaciones de producción variopintos. La PPM puede incluir, por ejemplo, el modo de producción doméstico, pequeña producción de mercancías en diversos modos de producción, protoindustrialización europea, pequeña burguesía, relaciones de producción basadas en el género o el parentesco o la contemporánea economía informal (Gates, 2005). No hay entonces un único modelo de PPM, pues su forma específica está determinada por las condiciones materiales e históricas concretas donde se desarrolla. Parafraseando a Marx (1867), el mundo no sólo sufre de capitalismo, sino de las múltiples y variadas formas de éste, así como su propia incompletitud, en otras palabras, desarrollo capitalista, desarrollo capitalista desigual o ausencia de desarrollo capitalista.

En este texto quiero hacer una breve problematización de una de las variantes que se incluye dentro de la categoría de PPM; es decir, de los llamados pequeños capitalistas. Smart and Smart (2005) definen a los pequeños capitalistas como aquellos individuos que emplean a un número pequeño de trabajadores, pero a su vez ellos mismo toman parte directamente en el proceso laboral. Por supuesto, la literatura sobre este fenómeno es muy amplia, por lo que la revisión no es exhaustiva. El objetivo es sólo presentar una primera discusión introductoria.

En el tiempo, el pequeño capitalismo tiene una larga historia. Hill Gates (2005) sostiene que la alta productividad de la producción a pequeña escala de este tipo fue el sostén de la economía china desde el año 1000 hasta el año 1850 aproximadamente. Para este autor, esta variante específica de PPM que predominaba en la época es la que se conoce como pequeño capitalista bajo modos de producción tributarios. Los argumentos que esgrimen para sostener merecen una distinción específica es que estos productores producían no sólo para el uso propio, sino también para una red sofisticada de comercio en gran parte del continente asiático, el africano e, incluso, el europeo. Otras de sus características importantes era su relación de intercambio de tipo tributario basado en el parentesco y las divisiones sociales de género.

En un contexto más cercano al de México, me parece que la discusión sobre la persistencia de los pequeños capitalistas pasa por discutir el papel de la tecnología. En este sentido, es de interés el análisis de Sabel y Zeitlin (1985) sobre las alternativas históricas a la producción en masa en el siglo XIX europeo. Los autores plantean una serie de postulados. En primer lugar, arguyen que cualquier “cuerpo de conocimientos para manipular la naturaleza puede ser utilizado y aplicado” (p. 161) en el proceso de producción de maneras diversas y creativas. En segundo lugar, afirman que las posibilidades tecnológicas que se materializan “dependen crucialmente de la distribución de poder y de riqueza en la sociedad” (p. 161). Es decir, aquellos con acceso a los recursos materiales y monetarios son los que deciden entre el menú de aplicaciones tecnológicas potenciales teniendo como única guía sus intereses.

Además, dos elementos que mencionan como importantes en el desarrollo específico de un tipo de producción son el papel de la política y la competencia. Sobre el primero, señalan que la distribución de los beneficios sociales de la producción depende de manera importante de la acción del estado, con efectos positivos o negativos para algunos grupos o individuos. Luego, para estos autores, la dirección que tome el desarrollo depende también de resultados políticos. Sobre la competencia, aducen que cuando una técnica específica triunfa en una empresa en específico, el resto tiende a copiar esta dirección en lugar de arriesgarse a seguir un derrotero imprevisible. Por otro lado, también los desarrollos exitosos se elevan a categoría de paradigma, lo que vuelve difícil imaginar alternativas posibles a menos que ocurran cambios importantes en el mercado o en la manera de controlar la naturaleza.

Para Sabel y Zeitlin, el estilo occidental de industrialización, tal como se dio históricamente y como estamos familiarizados con él, fue un camino entre muchos otros que pudo haber tomado la historia[1]. Dada la plasticidad que muestran las nuevas tecnologías para ajustarse a diversas direcciones, entonces, son más bien factores de tipo político los que inclinan la balanza hacia uno u otro lado. En otras palabras, en el fondo aparece la lucha de intereses entre clases o grupos antagónicos.

Quizá el mejor ejemplo de actualidad de que la dirección del desarrollo tecnológico está influida por factores políticos es la reciente apuesta del gobierno estadounidense por transitar a industrias verdes o limpias como una estrategia para reducir los gases que contribuyen al calentamiento global y el cambio climático. Aun en contra de los intereses de las grandes petroleras y de las industrias que dependen de energías fósiles, los que dirigen el aparato estatal intuyen que es políticamente rentable redirigir el rumbo en términos energéticos como medida paliativa para evitar consecuencias impredecibles para la misma estabilidad del capitalismo. No dudan en destinar inmensas sumas de dinero a estos fines contribuyendo deliberadamente al desarrollo de cierto tipo de tecnologías que habrán de imitar otros países a la saga de este.

Ahora bien, la heterogeneidad de la producción en el capitalismo es más evidente después de la entrada en crisis de la producción en masa bajo el régimen de producción fordista. Evidencia empírica reciente muestra que, gracias al desarrollo tecnológico, los avances en la comunicación y el transporte, los pequeños capitalistas se han vuelto tan eficientes como los grandes en muchas ramas de la industria. Smart and Smart (2005), por ejemplo, citan un estudio realizado por D. Walton para empresas canadienses, que el lapso que toma a estas empresas para exportar a Japón se redujo de 20 a menos de 2 años de 1970 a 1990.

Jinn-yuh Hsu (2005) ha concentrado su investigación en la moderna producción a pequeña escala en el sector tecnológico taiwanés. Algunos de sus resultados son interesantes. Señala, por ejemplo, que, dadas ciertas características como el financiamiento estatal a la infraestructura, la aglomeración industrial en una zona determinada, las relaciones interpersonales entre ingenieros locales y la diáspora taiwanesa en Silicon Valley han permitido la proliferación de empresas pequeñas y medianas en la industria de semiconductores y chips donde predominan usualmente las grandes empresas tecnológicas. Es decir, estas condiciones han permitido también que se presente lo que se conoce como economías de alcance, es decir, ventajas económicas que vienen de la diversidad de productos y no del volumen de producción.

En términos más generales, Hsu señala que la moderna economía del conocimiento está basada en especialización flexible y el cluster industrial. Este nuevo paradigma surge de un nuevo régimen de acumulación capitalista que emerge en los 70 y 80 como respuesta a cambios en la demanda y la búsqueda de métodos de producción que ofrecen una rentabilidad más elevada a los capitalistas.

Este texto no pretende sostener la superioridad universal de la pequeña producción, nada más alejado de la realidad. Más bien intenta reflejar las formas diversas que toma el desarrollo para responder a cambios en la sociedad. Por supuesto, no se desconocen los beneficios de la producción a gran escala, pero estas ventajas deben ser contextualizadas de acuerdo con los sectores económicos, ramas de la industria y contextos geográficos pertinentes y no simplemente caer en simplificaciones como la de Mazzucato (2013), cuando de un plumazo reduce a las pequeñas empresas como “folklorismo”. En este sentido, Hsu, Gates y otros autores mencionados anteriormente muestran cómo, en presencia de instituciones históricas concretas, una estrategia desarrollista concreta u otras características sociales específicas -como las se dieron en Taiwán- se experimenta un florecimiento de empresas pequeñas con capacidad para competir con grandes firmas tecnológicas en una rama específica de la industria.

Arnulfo Alberto es maestro en economía por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

 

[1] Para ellos parece más bien una vía intermedia entre una república de pequeños productores a la Proudhon y una industrialización absolutista de grandes fábricas, propiedad principalmente del estado y con empleo de mano de obra no libre en términos jurídicos.

Referencias
Gates, H. (2005). Petty Production: The Enduring Alternative. In Petty Capitalists and Globalization. Flexibility, Entrepreneurship, and Economic Development. Edited by Alan Smart and Josephine Smart.  SUNY Press.

Harris-White, B. (2022). Petty commodity production, The Journal of Peasant Studies, 50:1, 295-314, DOI: 10.1080/03066150.2022.2138354

Hsu, J. (2005). New Firm Formation and Technical Upgrading in the Taiwanese Semiconductor Industry: Is Petty Commodity Production Still Relevant to High Technology Development? In Petty Capitalists and Globalization. Flexibility, Entrepreneurship, and Economic Development. Edited by Alan Smart and Josephine Smart.  SUNY Press.

Marx, K. (1867). Capital, A Critique of Political Economy, Volume I. Progress Publishers, Moscow, USSR.

Mazzucato, M. (2013). The Entrepreneurial State. Anthem Press.

Smart, A. and Smart, J. (2005). Introduction.  Petty Capitalists and Globalization. Flexibility, Entrepreneurship, and Economic Development. Edited by Alan Smart and Josephine Smart.  SUNY Press.

Sabel, C. and Zeitlin, J. (1985). Historical Alternatives to Mass Production: Politics, Markets, and Technology in Nineteenth-Century Industrialization. Past & Present, Aug. 1985, No. 108 (Aug. 1985), pp. 133-176.

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