MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

¿Para qué seguir apoyando a Morena?

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No solo pensando en el próximo proceso electoral, sino en general, debemos preguntarnos si las acciones efectivas y resultados del partido que se nos ofreció en las elecciones de 2018 como “La esperanza de México” justifican que los mexicanos les sigan apoyando en espera del cumplimiento de las promesas y la realización de tan diferida y ansiada esperanza. O no.

La respuesta es de mayor interés, creo sinceramente, pues se trata del futuro inmediato y a largo plazo de nuestro país, requiere honestidad, sobriedad y menta desprejuiciada. Exige respuesta clara, fundamentada y las consecuentes acciones. Y esto es cierto y preciso no solo para los políticos, intelectuales, líderes de opinión o comunicadores, o activistas de todo tipo que de algún modo han dedicado parte de su vida a realizar ciertos principios u objetivos, o para quienes hayan emprendido algún proyecto cuya realización tenga que ver con la administración y la vida pública del país, sino que es de especial interés para las grandes masas populares, los obreros, campesinos, comunidades indígenas o marginadas, colonos, pescadores, estudiantes y en general las familias pobres y trabajadoras, pues siempre son estas precisamente las más afectadas, las que pagan con su sudor y su trabajo la existencia misma y el funcionamiento de la nación, quienes sufren las consecuencias de las malas administraciones y el mal o buen funcionamiento de un sistema pensado y creado para exprimirles hasta el último átomo de sus energías para crear las enormes e insultantes riquezas de los poderosos dueños del país.

Es el pueblo trabajador el que debe sentarse a pensar en serio y definir con responsabilidad su respuesta a esta cuestión, por lo que acabo de decir, pero por otras dos razones que precisaré, antes de proponer mi respuesta.

Primero, porque la esperanza no se debe perder, debemos hacer efectivo eso de que “muere al último”, pero eso no quiere decir que se deba seguir teniendo esperanza en donde no la hay, sino que el pueblo trabajador no se debe dejar derrotar ni hundirse en la desesperanza. Podrán engañarnos, como cada seis o cada tres años que aparecen candidatos de todo tipo prometiendo y “sembrando” esperanza, los mismos que siempre han intentado convencer a los votantes de creer en ellos, porque “ahora sí son el verdadero cambio” y que han convencido más o menos a unos o a otros y logrado así su apoyo, su voto y la oportunidad de demostrar en el poder su promesa de ayudar a la gente…y siempre han terminado frustrando las esperanzas del electorado. Esta frustración de cada elección no debe matar la esperanza, solamente debe ser motivo para cambiarla de depositario, pero nunca desaparecer.

Segundo, menos ahora, después de esa histórica elección de 2018, histórica no por representar ninguna transformación, por mucho que se la diga, sino porque fue la demostración incontestable de que, si el pueblo se decide puede lograr el cambio que desee, en el momento que lo desee, sin tener que tomar las armas ni recurrir a la violencia, sino simplemente haciendo valer su fuerza numérica, amparándose en nuestra Constitución y en nuestro sistema democrático, siempre y cuando este esté funcionando. Con el voto y con la fuerza de la mayoría (los pobres somos más del 80 por ciento de los mexicanos) los mexicanos podemos materializar los anhelos de justicia social y progreso. Eso ya lo aprendimos el 1 de julio de 2018 y no lo debemos olvidar. Ya solamente le falta al pueblo aprender a ubicar bien las esperanzas para no volver a ser engañados ni verlas frustradas y mancilladas… como cada elección.

Morena ha demostrado ampliamente con sus hechos y resultados que no merece el apoyo del pueblo ni merece gobernarnos, pues no es ni de lejos la esperanza de México. Menos la es particularmente de los pobres de México, falsa moneda con la que compró la buena fe de los humildes, quienes creyeron en sus promesas de justicia y progreso. Nada más fingido, los viejos políticos mañosos enquistados en ese “partido” que se presentaron como los nuevos apóstoles del cambio, purificados a pesar de todos sus pecados anteriores, resultaron ineptos para gobernar no solo a favor de los pobres, sino a favor de ningún sector del país, sino solamente a favor de ellos mismos, de sus parientes, amigos, compadres, y uno que otro padrino que van desde empresarios mañosos, políticos caciquiles de carrera negra y más de un delincuente. ¿Y la Nación?, ¿y los pobres?, bien gracias.

Esto se puede observar en cualquiera de los casos que tenga usted a la mano; y si me equivoco y alguien me presenta un solo caso en el que el resultado sea diferente, estoy dispuesto a verlo, aceptarlo y tragarme mis palabras. Todos, cada uno en su feudo, han demostrado ser corruptos, favorecer solamente a sus parientes y allegados, usar los recursos del erario para fortalecerse como grupo político (o familiar) y olvidarse de los pobres; por mencionar los casos más notables, Manuel Bartlett en CFE, Irma Eréndira Sandoval en la Secretaría de la Función Pública, Félix Salgado Macedonio y su hija candidata, Layda Sansores San Román en la alcaldía Álvaro Obregón (que ahora pretende hacer en Campeche) y el mismísimo Andrés Manuel López Obrador con sus hermanos, hijos y primas, compadres y lambiscones de todo pelaje, desde los lame suelas hasta los patrocinadores de sus campañas.

Mientras, a nivel de la nación tenemos el criminal manejo de la crisis sanitaria que ha costado cientos de miles de vidas inocentes, de los que más del 80 por ciento eran pobres, el sector salud abandonado, en sórdido sacrificio del personal de primera línea en el combate al covid-19, una “austeridad” que es causa de desastres como la muerte de nuestros niños con cáncer y enfermedades crónicas, la tragedia de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México; el abandono del desarrollo social, de las acciones que tienden a sacar de la pobreza a amplios sectores, mejorando sus condiciones de vida, programas e instituciones más efectivos, aunque menos solemnes, su sustitución por programas corruptos y corruptores de entrega de dinero; un lapidario manejo de la Economía y del erario, que nos tienen al borde de una crisis que se anuncia sin precedentes, en perjuicio principalmente del pueblo trabajador, que va a sufrir aún más las fallas e incapacidades de una administración inepta soberbia e hipócrita.

Nosotros ya lo sabíamos, a nosotros los antorchistas no nos engañó AMLO y su percha de oportunistas, y se lo advertimos a tiempo a todos los mexicanos. Hoy, con el testimonio de los resultados, que son la última prueba de verdad, le recordamos e insistimos: no le creas a los viejos políticos corruptos hoy disfrazados con piel de oveja, ya deja de creer que va a llegar el elegido y bastará con votar por él para que los pobres dejen de serlo. Ya no sigas creyendo que se trata de elegir entre el mal o el buen gobierno (ya nada más con que te digan eso o algo parecido aléjate inmediatamente y marca al hipócrita como un mentiroso más). La verdadera esperanza es que el pueblo se organice, se construya a sí mismo como partido político, ponga a sus candidatos, los haga ganar con su voto masivo y los ponga a gobernar.

Esto no será posible en estas elecciones del 6 de junio, pero lo que sí se puede y se debe hacer es salvar a la democracia, que hoy se ve amenazada por el partido en el poder (ese mismo que te engañó en 2018) y la manera de hacerlo es quitándole tu apoyo, votando en contra de los candidatos de Morena y quitándoles así la posibilidad de que afiancen su dictadura personal. El pueblo debe hoy defender la democracia para que mañana pueda llegar al poder. Este 6 de junio, por el bien de México, vota en contra de los candidatos de Morena.

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