La vida dura de los trabajadores no es algo excepcional; las dificultades, carencias y sacrificios los acompañan siempre y no sólo algunos momentos de su vida. Esta es su situación permanente, porque la regla básica de subsistencia del capitalismo, nuestra actual sociedad, es que a los que nada tienen nunca les alcancen sus ingresos más que para subsistir: deben permanecer como mano de obra disponible para vender su capacidad de trabajo diaria a cambio de un salario. Y para que este no suba sustancialmente y disminuir la capacidad de los obreros de presionar para un alza, el sistema económico tiene un as bajo la manga: millones y millones de desempleados —o “autoempleados” en economía informal, como se les llama eufemísticamente— para sustituir a los levantiscos que osen protestar por mejores condiciones laborales.
Gracias a esta ley capitalista, siempre han sido mayoría los menesterosos y explotados, y pocos, muy pocos, los beneficiarios de los esfuerzos de los asalariados. A despecho de los espíritus cautivos de la propaganda al uso, que dice que basta una vida frugal y espíritu emprendedor para que todos disfrutemos de las mieles del capital, mientras vivamos en esta sociedad no hay manera en que las cosas sean de otro modo. Se tienen que cambiar las reglas del funcionamiento social para que los beneficios se distribuyan entre todos, antes que concentrarse. Esto, algún día lo sabrán los que sufren y actuarán.
Pero con todo y que las dificultades de las clases trabajadoras las acompañan siempre, es cierto que hay momentos especialmente difíciles que vienen a ser como un mazazo en la cabeza de quienes los sufren. En Guerrero, estamos presenciando uno de estos episodios de catástrofe terrible. Al momento de escribir estas líneas, 11 de noviembre de 2023, leo en la prensa de aquel estado lo siguiente:
“Más de 600 personas de colonias de la periferia de Coyuca de Benítez cumplieron más de quince días en un albergue temporal tras el paso del huracán ‘Otis’, debido a que se quedaron sin casa ante el ciclón y, la ayuda del Gobierno no ha llegado para la reconstrucción de sus viviendas (…) Niños, jóvenes, adultos y ancianos arribaron al albergue un día después del huracán, es decir el día 25 de octubre. La escuela secundaria Agustín Yáñez fue el lugar que se habilitó como refugio y empezó a recibir apoyo humanitario de comida, despensas y ropa de parte de organizaciones sociales y después de la Marina armada de México (…) hasta la fecha los soldados sólo han entregado una despensa por familia” (Cuadratín, 11 de noviembre de 2023).
La nota añade que a los refugiados se les pidió ya por parte de la directora de la escuela que desalojen las instalaciones, pero no se menciona que se les diga adónde se van a ir a vivir 600 personas sin casa. Así los niveles que alcanza el “humanismo mexicano” de la 4T.
Aún más: “La tragedia que trajo consigo el huracán Otis, sigue golpeando al sector más vulnerable del puerto de Acapulco, que claman por agua y se abastecen de manantiales. (…) Pero no es fácil proveerse de agua, pues tienen que hacer largas filas y esperar su turno, bajo los incandescentes rayos de sol, que caen a plomo y quema la piel. Bajo esas condiciones, hombres y mujeres, incluidos menores de edad se surten del líquido (…) mujeres aprovechan este manantial para lavar su ropa, pues se quejaron que son tres semanas que no tienen agua y ven distante que se les apoye... (El Sol de Acapulco, 11 de noviembre de 2023).
¿Y si Mazatlán fuera el puerto afectado? ¿Cómo nos iría? ¿Querríamos recibir un trato como el que se les brinda a nuestros hermanos guerrerenses?
La nota añade que son varias colonias de las partes altas de Acapulco las que viven esta situación. Y si ni agua han recibido de apoyo del Gobierno, ni hablamos ya de lo demás.
El periodista Ricardo Castillo, quien vivió en carne propia los estragos de “Otis” dice sobre las cifras oficiales de víctimas mortales: “Nosotros hemos reporteado que en todas las funerarias de Acapulco, por lo menos debe de haber 350 muertos de quienes sí lograron recoger los cuerpos de sus familiares, de sus seres queridos. Adicionalmente hay mucha gente desaparecida, de manera que esa cifra (de López Obrador) de los muertos tampoco corresponde con la realidad” (…) “También indicó que a más de dos semanas del huracán todavía no hay luz ni agua y algunos tienen dificultad para encontrar comida en el puerto. Dijo que hay mucha indignación ante la decisión del gobierno federal de decretar el fin de la emergencia y consideró que ésta se encuentra en su momento más crítico por la escasez de alimentos y por la cantidad de basura que hay en todas las colonias.” (Cuadratín, 11 de noviembre de 2023). Como se ve, a más de dos semanas del paso del poderoso huracán categoría 5 las cosas no van nada bien para el pueblo guerrerense gracias a la perversidad oficial.
A lo descrito hay que añadirle que en el PEF 2024 recién aprobado en la Cámara de Diputados no se le destinó, a pesar del clamor popular, ni un peso a la atención de los problemas que generó “Otis” en Guerrero, una verdadera traición a todos los damnificados. Esto debe saberlo todo sinaloense. ¿Y si Mazatlán fuera el puerto afectado? ¿Cómo nos iría? ¿Querríamos recibir un trato como el que se les brinda a nuestros hermanos guerrerenses? Enterémonos y denunciemos lo que pasa en aquella entidad.
Es cierto que los destinos turísticos viven gracias a las grandes inversiones de los empresarios, pero no es menos cierto que, sin los empleados de hoteles, restaurantes y todo lo anejo a la industria sin chimeneas nada podría funcionar; ningún servicio se podría vender sin la sacrificada mano de obra de los asalariados.
Todo trabajador que reflexione sobre lo anterior debe darse cuenta de que el Gobierno puede cometer injusticias tan graves porque estamos desunidos, porque no estamos cohesionados ni está el pueblo en el poder. Remediemos esto para eliminar el abuso constante al que nos somete la economía de mercado, injusta por naturaleza, pero también para hacer que las necesidades urgentes de todos sean atendidas desde ahora con el dinero del erario, —hoy se malgasta en la compra masiva de conciencias a través de la entrega de tarjetas con dinero— y que no se nos deje morir solos en situaciones extraordinarias.
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