MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

POESÍAS

Poesía

Mi oración

Arturo Capdevila
Declama: Araela Rojas Méndez

Dios y Señor: Es menester que hablemos

bien a bien, mal a mal, y cara a cara.
Fuerza es que en lo mas hondo nos miremos.
Empieza tú, yo soy como agua clara.
Yo soy como agua clara. Ya lo viste.
Río que pasa soñoliento y manso.
Pero tú, mi Señor, y esto es lo triste,
eres la oscuridad bajo el remanso.
Eres la negación; fuente escondida;
verdad distinta a la verdad humana.
Si eres la muerte, eres también la vida:
Ir al sepulcro es renacer mañana...
Yo no sé dónde flotas. En la altura
diz, que tú moras en perpetuo goce.
¡Tal vez!... Pero esta cosa es bien segura:
que aquí no estás. Que el sol no te conoce.
Mi voz, que de terror se desmenuza,
se ha de afianzar en varonil reproche.
Por una sóla vez, seré lechuza.
Te buscaré en las sombras de la noche.
Ya lo soy... Y, profética, agorera,
toda mi alma en las sombras te reclama,
alzando su oración como si fuera
un águila caudal que alza una llama.
Siento en el corazón un regocijo
y un dolor... Tengo la intuición de hallarte.
Si eres bueno, mi Dios, seré tu hijo.
Si no eres bueno, ¿para qué buscarte?
Suelo pensar que tú eres un torrente
que por recios peñazcos se desata.
Y te acuerdo esta ciencia omnipotente:
¡la ciencia de barrer lo que se mata!.
¡Oh, Dios! No extrañes que en estrofa grave
igualándome a ti, yo te reproche.
Es que a veces, mi Dios, suelo der ave,
y no me importa atravesar la noche.
Tengo el mal de ser cóndor atrevido...
Pero valen muy poco mis hazañas...
Todo es que en el cenit colgué mi nido,
por ser pobre colgarlo en las montañas.
Suelo también gozar de la secreta
dicha de ser más hondo que un abismo.
Y entonces doy mi canto de poeta,
en un trágico asombro de mí mismo.
¿Ríes? ¡Bien hecho de reir!, ¿Qué enano
es éste que levanta la cabeza?
Tu humillas todo poderío humano...
¡Grandeza de papel es mi grandeza!
¿Mas no lo ves? ¿No ves que también río?
¿Qué Dios es ése, me pregunto ahora,
tan grave, tan eterno, tan sombrío,
que así medra en la noche ocultadora?
Dios que lo puede todo, y que a fe mía,
nada puede en verdad que otro no pueda.
Que lo que ansío yo, también ansía:
¡romper el matorral donde se enreda!
Dios, prisionero como yo, no sales
de la prisión. Te pierde tu flaqueza.
Dios, prisionero como yo, ¿qué vales?...
¡Grandeza de papel es tu grandeza!
¡Dale vida a la muerte incomprensible!
¡Y transforma el dolor en carcajada!
¡Y convierte en posible lo imposible!
¡Eso es ser Dios!. ¡Si no, tú no eres nada!
Dirás, acaso, que tu ley te es cara;
y a cumplirla debiste dedicarte:
De esa suerte, el pretexto no te ampara.
¡Hecha la ley, debiste suicidarte!
¡Triste es de ser Creador, tornarse espía!
Si tu ley no razona, ve, ni muda,
negro y pútrido fango, se diría,
que con su miasma eterno te saluda.
¡Tu mundo es colosal! Prodigio osado,
que todo otro prodigio vuelve estrecho.
Mas ¿qué te vale, ¡oh Dios! haberlo creado?,
cuando te grita el hombre: ¡Está mal hecho!
Para que seas Dios, esto te pido:
algunas flores por la senda triste...
Un poco de bondad para el caído...
Que ames al hombre, si en verdad lo hiciste.
Trocar en risa la inquietud del llanto
no debe serte inaccesible cima:
Yo sé trocar la estrofa de mi canto
con un mísero cambio de la rima.
Señor: Si existes, para bien profundo,
todo lo invoco yo, todo lo inmolo:
Corrige los errores de tu mundo,
o pensaré que el mundo se hizo solo.
Muéstrate a mí. Dime, por fin, tu verbo...
Haz que en mi corazón la aurora irradie...
Confiesa lo más vil, lo más protervo,
lo más procaz... No he de contarlo a nadie.
Muéstrate a mí, Señor, Yo sé de un loco
que ha dicho: -"el que es Creador debe ser fuerte,
inexorable"- Y bien, tu has creado un poco...
un mundo... y una vida... y una muerte...
y un gran dolor universal... Y has hecho
cosas crueles... y cosas que pudiste
no hacer... Pues bien, Señor, aquí en mi pecho,
yo te traigo el perdón por lo que hiciste.
Pero cuenta... Es preciso que lo cuentes...
Yo sé que hay sangre oscura entre tus rastros...
¿Y qué importa? Si ahora te arrepientes,
con luz más buena brillarán los astros...
Rompe la hirsuta selva que te encierra.
¡Mandemos todos, desde ahora, abuelo!
Ya venció la República en la tierra...
¡Proclama la República en el cielo!
Siento en el corazón un regocijo
profundo... Tengo la intuición de hallarte.
Si eres bueno, yo vengo a ser tu hijo...
Si eres malo, yo vengo a perdonarte...

¿Y si no existe?...
-Cierto... Alguien lo dijo,
ya no sé ni en que tiempo, ni en qué parte.