MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Lucha de clases estilo Mazatlán

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Escandaloso fue el intento de prohibición de la música de banda en las playas mazatlecas por parte de empresarios hoteleros de Mazatlán, Sinaloa, que tienen como boca de ganso al alcalde Edgar González Zatarain. Cientos de integrantes de bandas de música salieron a las avenidas más emblemáticas de la ciudad porteña para entonar el “Corrido de Mazatlán”, “El Sinaloense”, entre otras, como forma de protesta ante el ukase de las autoridades municipales que les impedía laborar en las playas más allá de las 7 pm; los pretendía confinar en un punto después de esa hora, reducir al número de bandas con permiso para actuar en las playas (al absurdo número de 27, cuando son cientos las que actúan en ellas), su cantidad de integrantes y equipo de sonido con el que trabajan para ganarse el sustento. Las protestas de músicos duraron hasta bien entrada la noche del miércoles 27 de marzo, pues exigían la presencia del alcalde y la derogación de la arbitraria medida que reduciría drásticamente sus ingresos.

González Zatarain dijo que las medidas restrictivas que anunció su gobierno no pretendían negar el derecho al trabajo a los músicos sino “ordenar” la actividad de común acuerdo con los empresarios y los sindicatos de músicos. Pero la inmediata respuesta de cientos de manifestantes demostró a todo el mundo que no había tal “común acuerdo” sino que era un ataque directo a los intereses de los trabajadores de la trompeta, el trombón, la tambora y el sousafón. La rápida movilización de los afectados hizo que se diera parcialmente marcha atrás en las lesivas medidas. Solo el tiempo dirá si los acuerdos alcanzados son sostenibles o no, por los perjuicios que ocasionen en quienes encuentran en la música de banda su sustento diario. 

De nuevo quedó claro que la movilización popular es la única que puede impedir arbitrariedades contra los indefensos y debería utilizarse mejor por todos los mexicanos que sufren las injusticias. Hay que organizarse y luchar para frenar los abusos. Pero aquí el problema es más hondo. Al final, los músicos mazatlecos ven amenazado su derecho al trabajo libre, bien remunerado; tienen que hacer trabajo callejero, sin un ingreso seguro, a veces ganan para comer, a veces no, no tienen seguridad social, están en la informalidad, igual que decenas de millones de mexicanos que se ganan la vida como pueden. Las presiones de Ernesto Coppel y compañía para que no entorpezcan el desarrollo de sus negocios y no afeen o incomoden al turismo son las mismas que reciben tantos comerciantes de las grandes ciudades del país que quieren ser borrados del mapa por el “comercio establecido”. 

Lo que se vio en Mazatlán no es más que un nuevo episodio de la lucha de clases entre los empresarios y los trabajadores que se disputan el ingreso nacional, unos para enriquecerse hasta el absurdo, otros para sobrevivir.

Lo que se vio en Mazatlán no es más que un nuevo episodio de la lucha de clases entre los empresarios y los trabajadores que se disputan el ingreso nacional, unos para enriquecerse hasta el absurdo, otros para sobrevivir. Es ley dentro del capitalismo, el modo de producción imperante, que la mayoría de la población siga su proceso de depauperación mientras que un grupo muy reducido de personas se enriquece concentrando cantidades fabulosas de dinero. Así, el acuerdo al que se llegó en Mazatlán solo puede ser una tregua dentro de una guerra permanente que se libra entre propietarios y desposeídos y que no tardará en reavivarse bajo nuevas formas y con distintas intensidades.

Los músicos que viven al día, como ellos mismos lo han dicho, son parte de las masas empobrecidas, junto con toda la gente que no puede curarse, comer bien, edificar una vivienda, o siquiera comprarse un terreno donde vivir. Toda la gente que padece al menos uno de estos o más flagelos es parte de una misma clase trabajadora. Los problemas de todos los miembros de esta no se resolverán mientras no se dé cuenta cada uno de sus componentes de que es parte de ella, de que forma parte de un grupo no homogéneo, pero sí todo él compuesto por víctimas del sistema económico injusto en el que vivimos. El primer paso para que los trabajadores usen su fuerza es que estos adquieran consciencia de que pertenecen a una misma clase social y que sepan identificar quiénes forman parte de ella.

La lucha de los músicos mazatlecos y todas las que han sido y las que serán, deben dar seguridad a ellos y a todos los grupos aislados que las protagonicen o presencien, sobre su fuerza social, sobre la capacidad de resolver problemas que les da su actividad conjunta. Pero este solo es el inicio; se debe pasar a una siguiente etapa de unión de todos los marginados, se deben borrar las fronteras de grupo para formar un partido cuya meta sea cambiar el sistema de “libre mercado” que no le puede ofrecer ya nada nuevo a las mayorías, por una nueva sociedad donde se distribuya más equitativamente la riqueza. Si no se sigue este camino para la lucha de clase por el poder político, los triunfos locales no serán más que un frágil obstáculo para las ambiciones capitalistas que pronto saltará hecho añicos, destruido por la avalancha de medidas antipopulares que no dejará de venir; y esto no será simplemente y ni siquiera principalmente por la maldad de los ricos, sino porque esas son las reglas del México y el mundo de hoy.

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