MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Los libros sobre Huitzilan… ¡y viene uno más!

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El 21 de marzo, los huitziltecos festejaron con mucha alegría que el Movimiento Antorchista cumplió 38 años de llegar al municipio para ponerle un alto a la explotación de los campesinos y a las masacres orquestadas por los caciques y la Unión Campesina Independiente y lograr que su pueblo se convirtiera en un modelo de desarrollo indígena. La realidad le impuso a los huitziltecos duras y dolorosas pruebas que los forjaron en el crisol de la lucha libertaria, ondeando su bandera de fuego. Ese 21 de marzo, pues, en Huitzilan hubo fiesta en grande, porque lo logrado en 38 años de trabajo organizado supera lo que los primeros antorchistas de la zona soñaron en algún momento. 

La tarde de ese mismo día, en contigopuebla.mx se publicó un reportaje de Carmen Guevara titulado: “Huitzilan de Serdán, la obra maestra del trabajo organizado y la unidad”. La joven Carmen Guevara es una reportera que hace 12 años se fue a vivir con los huitziltecos, porque quedó enamorada al saber de su lucha y sus logros. Ha vivido parte de esa historia. De su texto, copio algunos fragmentos: “Las líneas en su rostro atezado reflejan coraje. Sus ojos se cristalizan mientras los primeros rayos del sol arropan sus brazos recios y maltratados por los años de labrar la tierra. Sus manos tiemblan de enojo, su puño ahoga el recuerdo: “los de la UCI acabaron con nuestros familiares. Mataron al papá de mi esposa y a mi papá, también a mis tíos; a una de mis tías la mataron aquí, cerca de la casa de doña Hortensia; tres de mis primos hermanos también fueron asesinados. A todos los mataron y ellos no tenían armas para defenderse”. Don Miguel Galindo Gabino, casi octogenario de la cabecera municipal, descansa sobre una silla pequeña mientras narra su historia; su esposa, doña Emiliana Santiago Naranjo le acompaña y también recuerda el terror que vivió por la masacre desatada por la UCI y los pistoleros del cacicazgo en Huitzilan: eso los obligó a salir huyendo de su pueblo. […] “No nos daban ganas de comer, estábamos preocupados, teníamos coraje; escuchábamos que por todas partes estaban matando a las personas. Nos dijeron que ya iban como 300. Ya sabíamos que en cualquier momento podían matarnos y así pasábamos las noches sin dormir; escuchábamos los disparos muy cerca. Y amaneciendo había ya otra persona muerta”, dijo doña Emiliana […]. Escaparon del peligro, de la angustia, de la violencia; fuera de su pueblo se sumaron al grupo de hombres valientes que buscó y buscó la mano solidaria que les ayudara; partidos políticos y dependencias se la negaron; solo en el Movimiento Antorchista y su dirigente nacional Aquiles Córdova Morán, encontraron un brazo fuerte que los sostuvo y los enrumbó hacia el camino de progreso, hacia la tranquilidad social”. Ahora recuerdan la labor crucial que desempeñaron Sebastián Manzano, Ramírez Velázquez, Martín Castillo, Francisco Luna, Mariano Pasión y otros valientes indígenas que, con Aquiles Córdova en 1983, acordaron competir por la presidencia municipal en las elecciones de ese año, solicitar ayuda al gobierno estatal y federal, convencer a los huitziltecos emigrados de regresar a su tierra y entrar, con la protección del pueblo, al municipio para luchar por el progreso. Con Ramírez Velázquez como presidente electo, Antorcha entra a Huitzilan el 21 de marzo de 1984. “Así fue como -dice Carmen Guevara- una nueva vida comenzó, sobre las ruinas de un pueblo herido, Huitzilan se levantó y con un desarrollo sostenido se ha convertido en el rubí que irradia con su ejemplo de progreso a toda la Sierra Norte”.

Antes de 1984, la UCI y los caciques de la familia Aco explotaban al pueblo. Los campesinos se endeudaban en las tiendas de raya y se les arrebataban sus tierras o siembras. Los indígenas vivían en la miseria y comían tortilla, a veces acompañada de quelites, plátanos verdes o frijol. Sus viviendas eran de palo con techos de rollos de paja. No había dinero para láminas de cartón o lazo y mucho menos para viviendas de piedra y cemento. Eso no se conocía. Las camas de la mayoría de las familias eran de hoja de plátano. Como no había clínicas ni doctores, se curaban con aguardientes, agua con sal o yerbas del campo. El enfermo grave era trasladado, en una silla amarrada a la espalda, hasta Zapotitlán. Desde 1979 hasta 1984, los pistoleros de los Aco y los de la UCI mantuvieron una lucha por el poder. Del 79 al 81 la emigración empezó a ser una constante. Las tiendas cerraban y solo quedaban abiertas las de los caciques. La lucha por el poder en el municipio dejó un saldo de 150 indígenas muertos, aunque algunos indígenas cuentan más. Los rebeldes eran asesinados a plena luz del día, sus cuerpos eran abandonados en las calles para que se los comieran los perros y para que, descompuestos, causaran terror entre los campesinos. 

En 1970 sólo el 15% de las casas tenía energía eléctrica; ahora la tiene el 100%; en 1970 sólo el 15% de las familias tenía agua entubada y ahora la tiene más del 96%; saben que de las mil 482 viviendas que existían (según el INEGI) sólo 10 estaban conectadas al drenaje público y que ahora el 83% de la población cuenta con este servicio. En 1984 sólo había un kilómetro de calles empedradas y ahora el 90% de las calles tiene pavimento hidráulico. En 1984 en la cabecera municipal sólo había un kínder, una primaria y una telesecundaria y las tres estaban cerradas (el 22 de enero de 1982, la UCI asesina al maestro Abelardo Bonilla, profesor de telesecundaria en la comunidad de Mazapa, Zacapoaxtla, que asistió a Huitzilan a un partido de basquetbol con sus familiares. El asesinato llevó a la SEP a cerrar la telesecundaria Martha Molina Sosa, la primaria Niños Héroes y el preescolar) y ahora en Huitzilan hay más de 50 planteles educativos: 19 preescolares, 20 primarias, siete secundarias, cinco bachilleratos y una Normal Superior. En 1984 sólo existía una clínica del IMSS, en Totutla, y ahora la salud de los pobladores se atiende en tres clínicas, 19 casas de salud y un hospital, atendido por 10 enfermeras y cuatro médicos. Además, las 27 canchas públicas del municipio están techadas, cuentan con una gran unidad deportiva que tiene gradas, pista de atletismo, gimnasio al aire libre, áreas de juegos, campo de futbol profesional y cancha de futbol rápido, así como un auditorio con capacidad para 7 mil personas. La calidad de vida de los huitziltecos ha mejorado, como producto de su unidad para defender su derecho a una vida mejor en contra de los caciques, pistoleros y la indiferencia del gobierno estatal y federal.

Se han escrito algunos libros que hablan de la historia de los huitziltecos pobres. El antropólogo James Mounsey Taggart escribió dos, que narran la historia antes de la llegada de la UCI. El más famoso de ellos es Estructura de los grupos domésticos de una comunidad náhuatl de Puebla. En él narra cómo los mestizos le arrebataron las tierras a los indígenas. Hace un año, el licenciado en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México, Ehécatl Lázaro, público su libro De revolucionarios a pistoleros. Historia de la Unión Campesina Independiente, de la Editorial Esténtor, que es una investigación histórica bien documentada sobre esta organización que nació en 1974, tras separarse de la Central Campesina Independiente, y que más tarde llegó a Huitzilan a destruir a balazos a un pueblo.

Y por razones de mi trabajo me he enterado de que el periodista mexicano Alejandro Envila Fischer, ex director del diario nacional Rumbo de México, ha terminado de escribir un libro que cuenta la historia del rubí de la Sierra Norte, desde poco antes de la llegada del Movimiento Antorchista hasta el año 2018. El libro contiene cerca de 30 capítulos que retoman las voces de muchos indígenas, como la del gran Moisés González Lira, la de don Mariano Pasión y muchos otros campesinos. Es la historia contada por los indígenas y eso le da un carácter extraordinario. En el último capítulo hablan los niños y los jóvenes de Huitzilan de Serdán, que son el presente y el futuro de un pueblo en lucha. Como pocos movimientos sociales, los huitziltecos supieron y lograron educar a sus hijos en la idea de la lucha antorchista. ¡Se los agradecemos! Esperamos este libro para leerlo y estudiarlo.

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