Un impuesto es la cantidad de dinero que los ciudadanos pagamos a la tesorería pública por concepto de servicios que nos ofrece el gobierno, ya sea municipal, estatal o federal. El Sistema de Administración Tributaria (SAT) es el que se encarga de recaudar y administrar todos los impuestos que los mexicanos aportamos al Estado.
Hay leyes fiscales que regulan y obligan el pago de estos. El Artículo 31 Constitucional, Fracc. IV establece que “es obligación de los mexicanos contribuir de manera proporcional y equitativa a los gastos públicos del país[…]”. De este mismo artículo emana el Código Fiscal de la Federación, el que establece en el artículo 1º, que las personas físicas y morales están obligados a contribuir para los gastos públicos.
Cabe mencionar que las aportaciones fiscales se dividen en cuatro: 1. Derechos, que es cuando pagamos un trámite en el registro civil; 2. Impuestos: Impuesto al Valor Agregado, Impuesto sobre la renta y el Impuesto especial sobre producción y servicios; 3. Aportaciones de seguridad social, cuando los patrones pagan los impuestos para que los trabajadores puedan acceder al IMSS o al ISSSTE, u otro, y 4. Contribuciones a mejoras como carreteras, pavimentación de calles, alumbrado público, parques, etc. Nótese que el Artículo 2 del Código Fiscal y el 31 Constitucional señalan que los impuestos deben pagarse de manera proporcional y equitativa, es decir, que pague más el que más gana y menos el que menos gane, sin embargo, en la realidad no es así.
¿Y qué es lo desconocido de los contribuyentes? Que la gran mayoría de los impuestos que recauda el gobierno, y que supera la exorbitante cantidad de seis billones de pesos por año, provienen de los asalariados y personas físicas. O sea, todos los obreros, gracias a su fuerza de trabajo (del que se apropian los patrones), acumulan enormes fortunas y riquezas, de las que no disfrutan estos obreros contribuyentes.
Por lo tanto, queda conceptualizado el hecho de que pagar impuestos es un “deber civil” impuesto por el gobierno, nadie queda exento de esto porque son obligaciones y se aplican por ley tanto a personas físicas (individuos) como a personas morales (instituciones), aunque hay algunas empresas que evaden impuestos o pagan cantidades miserables.
Cabe reconocer que hay tres tipos de impuestos importantes. De acuerdo con El Informador Obrero (Num. 70. 2019) son: El Impuesto al Valor Agregado (IVA), el Impuesto Sobre la Renta (ISR) y el Impuesto Especial de Producción y Servicios (IEPS), los que el gobierno federal recauda y concentra, así como los derechos por bienes y servicios que le corresponden a la nación como son: los ingresos provenientes del petróleo, la electricidad, las minas, el agua, autopistas, etc.
Al ISR se le conoce también como “el Rey” de los ingresos del gobierno federal, equivale al 30.2% del total de los recursos fiscales. Tal cantidad resulta de lo que pagamos por el hecho de recibir un ingreso y que se nos descuenta del mismo salario. El IVA equivale al 16% del precio de cualquiera de las mercancías que compramos, representa el 28.8% de la recaudación total. El IEPS participa en menor grado (8.4%), el que grava las gasolinas (más o menos seis pesos por litro), el diésel, los alcoholes, las cervezas, el tabaco, los refrescos, las galletas, los pasteles, el pan, los chocolates, las paletas, helados, etc. El resto de los impuestos que también forma parte del presupuesto de ingresos (32.5%) “incluye los ingresos procedentes del petróleo, de las minas, de la agricultura, de la ganadería, etc, que también los producimos los trabajadores” (ibid).
Pues bien, ya sabemos cómo se generan los recursos financieros que el Estado “administra”. Pero, ¿desde cuándo y por qué tenemos que pagar impuestos?
La historia de los impuestos es tan antigua como la historia del homo sapiens. Las primeras leyes tributarias aparecen en Egipto, China y Mesopotamia. Textos muy antiguos, de hace aproximadamente cinco mil años, señalaban que “se puede amar a un príncipe, se puede amar a un rey, pero ante un recaudador de impuestos, hay que temblar”, lo que representa la imposición y dominio de una clase social sobre otra. Parte de ello también es cierto, pero, de acuerdo con el SAT, la recaudación de los impuestos se destina a la satisfacción de ciertas necesidades de carácter colectivo como: la educación pública, la impartición de justicia, la seguridad, los hospitales públicos, la infraestructura y servicios de vías públicas, programas y proyectos de apoyo al desarrollo social y económico, necesidades que por separado cada persona no podría pagar por sí sola, pero que, en cambio, se pueden atender con las aportaciones de todos.
Estos servicios ocasionan gastos y, gracias a nuestras contribuciones, la Federación cuenta con los recursos necesarios para disponer de escuelas con profesores que contribuyan a la enseñanza; disfrutar de bibliotecas, hospitales y centros deportivos; el mantenimiento de las calles de la ciudad en la que vivimos y su iluminación, para construir y arreglar las carreteras, para contar con un servicio de bomberos, policías y militares, que se ocupen de mantener nuestra seguridad (ibid).
Entonces, si la ley no miente ¿por qué las protestas y multidemandas colectivas de obras y servicios públicos en todo el territorio nacional? ¿Por qué el déficit de escuelas e infraestructura social? ¿Dónde están los proyectos y programas de desarrollo social? ¿Qué factores impiden el buen funcionamiento de la sociedad?
El presidente López Obrador determinó erróneamente que el problema del atraso del país era la corrupción, pero esto no es así: la corrupción sigue presente y manifiestamente más vigorosa que en otros tiempos y aunque esto fuera mentira, los hechos echan abajo tal planteamiento. Véase la situación crítica que se vive con la novedosa 4T.
Está comprobado científicamente que el modo de producción capitalista nunca lo fue ni será capaz de solucionar la problemática general de las naciones divididas en clases sociales. Para eliminar este antagonismo de clases irreconciliables se requiere cambiar el modelo económico capitalista por otro más justo y menos desigual.
Nuestra nación es rica en recursos naturales y tiene gente trabajadora que merece un buen gobierno y una buena administración de la riqueza, donde impere la democracia, la justicia, los principios socialistas y el humanismo. Tomar conciencia por el bien de las mayorías, es lo más justo y necesario.
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