Cada día se escucha por dondequiera sobre el regreso a clases presenciales, esto significa que los alumnos utilizaran las aulas, y eso permitirá que los alumnos interactúen y la relación con el profesor eleve el nivel académico de los estudiantes. El hecho de que los alumnos nuevamente entren en relación, es decir, entre compañeros de su misma edad, ayudara en la parte socioemocional del niño o jovencito, aumentando su capacidad de aprendizaje pues el trabajo colectivo, las actividades en equipo desestresan y liberan la mente.
Los profesores estamos conscientes de las ventajas de trabajar frente a grupo, sin embargo, nos preocupa que, por un lado, la Secretaria de Educación Federal sólo dé la orden sin que mueva un dedo para garantizar seguridad sanitaria; por otro lado, el gobierno, tanto estatal como federal, ni siquiera ha anunciado un plan de rehabilitación de las escuelas. Regresar en las condiciones en que se encuentran, no permitiría el objetivo de brindar a los alumnos una educación de calidad.
Durante el tiempo que las escuelas permanecieron cerradas, fueron objeto de saqueos y vandalismo, existen edificios sin mobiliario, algunas con el sistema eléctrico totalmente destrozado, con deficientes instalaciones sanitarias, vidrios rotos y hasta equipos de cómputo que han desaparecido.
Esto ha pasado en las escuelas que tienen infraestructura, pero desgraciadamente en nuestro estado, en las zonas rurales, existen escuelas que no tienen edificio, con difícil acceso, en donde se encuentran algunas aulas improvisadas, hechas con varas de otate o si bien les va, con madera que los padres de familia donaron para que sus hijos(as), pudieran tomar sus clases. Es aquí donde se refleja la falta de interés de las instituciones educativas y del gobierno por impulsar la educación, pues es el gobierno quien está obligado por ley, a proporcionar las condiciones materiales para la educación de los estudiantes y de igual manera para los profesores. Con esa actitud, les están dejando la carga completa a los padres de familia.
El Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales (CEMEES) hace mención sobre el problema crónico que padece el sistema educativo nacional y es contundente al afirmar que se le debe atender inmediatamente, proporcionando una infraestructura escolar digna a las niñas, niños y adolescentes mexicanos, que representa una de las principales deudas pendientes e impostergables del sistema educativo nacional. Los especialistas en temas de educación coinciden en que existe una relación positiva entre la calidad de la infraestructura educativa y un mayor aprendizaje de los estudiantes, varios estudios han demostrado que la infraestructura tiene un efecto motivacional en el proceso de aprendizaje, porque permite un ambiente más agradable, ayudando a que los alumnos y docentes tengan un mejor desempeño.
Esto no es nada nuevo, a pesar de la falta de apoyo en el sistema escolar, los maestros, día tras día buscamos las estrategias necesarias para que nuestros alumnos, puedan adquirir los conocimientos que se les transmite a diario.
De acuerdo al diario El País, el 81% de los inmuebles tienen apenas las mínimas condiciones de sanidad, mientras expertos proponen que para mejorar la calidad educativa debe haber menos estudiantes en cada salón de clases. En cambio, las autoridades educativas de México se niegan a enfrentar este reto, el cual es garantizar que millones de estudiantes regresen a las escuelas de forma segura y eso significa rehabilitar los planteles, algo que no están dispuestos a realizar.
En verdad que los estudiantes de los diferentes niveles educativos no podrán estar seguros sin que las escuelas cuenten con una infraestructura apta para un regreso a clases, que tengan, aparte de aulas equipadas y material didáctico, cancha o unidad deportiva, sala de audiovisual; deben tener los servicios elementales como el agua, luz, internet, sanitarios funcionales para no contagiarse, pero independientemente de la pandemia y del riesgo de un contagio, los estudiantes mexicanos tienen derecho a mejores condiciones de estudio. Pero como las autoridades no lo harán por su propia iniciativa, los estudiantes pobres tienen que organizarse y luchar por sus derechos.
Y los docentes, tenemos la enorme tarea histórica de despertar la conciencia de nuestros jóvenes, hacerles entender que como hermanos de clase, no pueden elegir mejor camino que la organización y la lucha para lograr hacer de este un mundo mejor y de mejores oportunidades para todos.
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