MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La realidad de la Prueba Planea 2022

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Como parte del Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (PLANEA), la prueba evalúa el desempeño del estudiantado del último grado de bachillerato en dos campos de formación: lenguaje y comunicación y matemáticas. Este año será aplicado los días 5 y 6 de abril; es un examen que busca analizar el nivel educativo de los alumnos y con base en los resultados reforzar las actividades académicas.

Según conceptos y significados en la plataforma de la Coordinación Sectorial de Desarrollo Académico (COSDAC), que es una entidad mexicana que tiene el propósito de orientar y apoyar el desarrollo y crecimiento de todas las unidades de Administrativas de la Subsecretaria de Educación Media Superior (SEMS) la prueba es objetiva y estandarizada, está alineada al Marco Curricular Común, en particular con los campos de formación asociados con las competencias de lenguaje y comunicación y matemáticas, conformada por 100 reactivos de opción múltiple, 50 que evalúan Lenguaje y Comunicación y 50 de Matemáticas. Es una prueba de criterios que no está diseñada para derivar conclusiones al respecto del desempeño de las escuelas o las y los docentes.

Por ejemplo, el Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario 110 “Profesor Luis Córdova Reyes”, de Tecomatlán, Puebla, inició trabajos de reforzamiento para esta tarea desde su apertura de labores a clases semipresenciales, cerca de septiembre 2021 a la fecha rumbo a la Prueba (Planea 2022).

Las áreas que se refuerzan son habilidad matemática y lectora, a través de asesorías, mesas de trabajo y exposiciones. El área académica fortaleció el sistema de asesorías en docentes, lo que contemplará simulacros de examen, con los que se pretende elevar la preparación de los estudiantes para mejorar los indicadores.

El Instituto Nacional para la Evaluación de Educación (INEE) destaca este punto, en 2020 se obtuvieron resultados de aprendizaje muy similares a los de 2021 en la EMS. Los resultados que esperamos para este año no son los más alentadores, no sólo por la pandemia que vino a dar en el traste al poco o mucho avance que se tenía al interactuar con los estudiantes dentro del aula lo que conllevaba un registro más puntual de su aprendizaje esperado.

Los porcentajes de resultados en matemáticas en los últimos años son para llorar, en una muestra representativa del país y los estados como Chiapas, Oaxaca, Puebla y Guerrero, los estudiantes de bachillerato no saben resolver problemas que implican sumar, restar, multiplicar y dividir con números decimales, ni expresar con letras una relación numérica sencilla de un valor desconocido. Si acaso, son capaces de resolver problemas que entrañan realizar cálculos con números naturales. Mientras que sólo 5 por ciento es capaz de resolver problemas que conllevan combinar números fraccionarios y decimales.

En el campo de lenguaje y comunicación tampoco hay buenos resultados, aunque las cifras son un poco mejores que en matemáticas, no son suficientes. Desgarra en el corazón que más del 60 por ciento de los adolescentes de enseñanza media de las zonas comunitarias apenas puedan identificar, localizar y extraer información en textos y gráficos sencillos. Sin embargo, tienen dificultades para la comprensión lectora, interpretación del sentido de textos y relacionar la información presentada en ellos.

Este rezago es histórico, pienso. Las causas pueden identificarse desde puntos de vista divergentes. Quizá desde el modelo de producción en el que vivimos, recursos escolares, calidad docente, problemas familiares, le agregamos que durante la pandemia se sumó la baja conectividad, el desconocimiento del uso de las plataformas digitales, las condiciones materiales e infraestructura deficiente, que dan como resultado de la combinación de estos componentes el determinar los logros del estudiante, y para finalizar puntualizo el último aspecto.

La educación no alcanza su cometido de romper la indolencia del gobierno, contra la pobreza de generaciones de estudiantes evaluados, entre las regiones donde viven, ni a los grupos étnicos a los que pertenecen y ya ni se diga a la clase social a la que corresponden, los jóvenes son evaluados sin importar el contexto, la infraestructura que tienen, si reciben cuatro asignaturas por el mismo profesor, si es pedagógico o no que sus prácticas las realicen en el pizarrón porque no tienen laboratorios, sala de cómputo, talleres, ¿esto no es parte de su responsabilidad? Porque también esto es analizar el nivel educativo y los resultados.

Las condiciones en que toman clases los alumnos no son las más adecuadas. El Gobierno federal debe asignar recursos para las escuelas, construcción de más aulas, plazas cívicas, sanitarios, bibliotecas equipadas, laboratorios, dotación de computadoras, talleres agroindustriales, etc. etiquetar recursos para la reconstrucción de instalaciones de las instituciones educativas, lo que permitirá que los alumnos tengan mejores condiciones de estudio. Se necesita mejorar el financiamiento, diseñar y aplicar estrategias para tener escuelas eficaces y ofrecer incentivos a los docentes para que hagan mejor su tarea.

Para que los hijos del pueblo de México adquieran la educación que merecen y no la que les toca, deben tener los medios necesarios para realizar sus estudios, educación de calidad y no solo la que puedan pagar, el detrimento de la infraestructura educativa imita los efectos de la pobreza, en lugar de disminuir la desigualdad, la incrementa. 

El actual gobierno haría historia, sería transformadora si dotara, por fin, de infraestructura adecuada a todas las escuelas del país; esto sería acto verdadero de justicia para la clase trabajadora, la realidad lo está pidiendo a gritos.

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