MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La partidocracia y la libertad política

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La partidocracia no es una auténtica democracia. Por tanto, la libertad política de las masas trabajadoras basada en ésta, tampoco es tal. La democracia, en teoría, es el poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, y se entiende que, se da mediante el ejercicio de la voluntad de las mayorías.

Pero, para que estas mayorías puedan hacer valer realmente sus intereses, requieren igualdad de condiciones con respecto a los demás miembros de la sociedad, tanto en lo económico, como en el terreno del conocimiento de la realidad; porque si no, tratando igual a lo que es desigual, cualquier ley se vuelve injusta e inequitativa. Está claro, por ejemplo, que la tremenda desigualdad entre los mexicanos es ya un primer obstáculo que evita en los hechos que los pobres puedan acceder al ejercicio del poder, porque no cuentan con las mismas oportunidades. Y más, si tomamos en cuenta que existe una ley electoral que sólo hace posible que sean elegibles los ciudadanos postulados por uno de los partidos políticos existentes, que se han convertido en verdaderas franquicias de exclusivo usufructo para las clases dominantes, pues, los pobres no cuentan aún con un partido propio, y al pretender crear el suyo tiene que sortear una odisea más feroz que la imaginada por Homero, el poeta antiguo, por estar sujeta a la aprobación de las autoridades emanadas de los ya existentes, lo que equivale a poner la iglesia en manos de Lutero. Por otro lado, las pretendidas candidaturas “independientes” son completamente inviables por la serie de requisitos para registrarse, así como por no tener posibilidades reales de significar verdadera competencia contra partidos y coaliciones.

Así pues, los partidos o grupos políticos a su interior, se reparten a su sabor las candidaturas, salvaguardando sus particulares intereses. Por eso, a un pobre con posibilidades reales de ganar con votos aspire a un cargo de elección popular, no le basta el respaldo de las mayorías si no encuentra con un partido que acceda a postularlo. Y si de casualidad llegara a colarse alguno de ellos, los poderosos de inmediato se juntan, acuerdan y, aliados todos, dan al traste con la candidatura de los pobres. Pero si, a pesar de todo, llegara a ganar, las demás instancias de gobierno limitarán sus acciones. Así se restringe, por la vía de los hechos la libertad política de las masas trabajadoras y empobrecidas del país.

La libertad política real del pueblo debiera existir, ya que es necesaria porque significa la participación del ciudadano de a pie en los asuntos de Estado; “sin ella el pueblo se convierte sólo en un siervo de los funcionarios”. Se trata, de la libertad del pueblo a conocer e intervenir de manera efectiva, aunque sea a través de sus auténticos representantes, en asuntos que tiene que ver con toda la vida del pueblo; con la implementación de las políticas de gobierno en general, como por ejemplo con el cobro de los impuestos; así como con la solución de las necesidades de todos los miembros de la sociedad, como son la creación suficiente de fuentes de empleo para todos, con salarios remuneradores, tanto en las ciudades como en el campo; el dotar a toda la población, con el dinero público, de los servicios básicos de luz eléctrica, agua, escuelas, clínicas, implementos agrícolas, fertilizante, créditos, calles pavimentadas, etc. 

Sin embargo, peor es nada. Por eso, las masas deben aprovechar la relativa libertad existente, no para esperar que sus problemas se resuelvan por obra y gracia de algún político poderoso de los que sólo los buscan cuando están en campaña, sino con su organización y lucha cotidiana. Creer que porque algún poderoso le da un poco de dinero en lo personal se resolverán los problemas de sus comunidades es un error. Los pobres deben luchar porque mejore no sólo su situación personal, sino porque cambie también la situación de todos, del país entero, porque la riqueza social se distribuya equitativamente entre todos los mexicanos, para que nadie engorde su bolsillo a costa de la pobreza de los demás. Sólo así se acabará con la pobreza y las calamidades e injusticias que ésta lleva aparejadas.

El pueblo debe participar activamente en la selección, postulación y triunfo de sus propios candidatos, los cuales tengan como prioridad acabar con la pobreza y marginación de los trabajadores, que son los productores de la riqueza social. Para eso deben seguir construyendo su propia organización política, porque los pobres no pueden esperar nada, más que de ellos mismos, la solución de sus problemas. Deben seguir educándose y politizándose. Y no puede conformarse con sólo ir a votar el día de la elección, debe ejercer además su legítimo derecho a permanecer siempre organizado, vigilante y movilizable para intervenir cuantas veces sea necesario en corregir el rumbo de las cosas. Es necesario luchar siempre por cambiar esta sociedad injusta y desigual por una nueva y mejor para todos, donde reine la paz, la solidaridad, la justicia social y la ayuda mutua. Todos debemos entender que cada uno depende de los demás y, por lo mismo, para verdaderamente progresar y avanzar tenemos que hacerlo colectiva y organizadamente.
 

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