MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La muerte y la vida

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En Memoria del Dr. Juan Manuel Célis Ponce

Son sólo dos formas, dos momentos del infinito movimiento de la materia. Pero, ah, cómo duele la partida de un ser querido, de un compañero entrañable. En alguna obra de Thomas Mann, de cuyo nombre no me acuerdo ahora, leí que algún personaje no había resistido la tentación de dirigirse al instante y decirle: ¡Detente, eres tan hermoso! Despropósito difícil de perdonar porque la realidad no se detiene, pero ¿quién no ha caído en esa adorable tentación? El Doctor Célis tocaba y cantaba como pocos, ahora mismo lo escucho clarito cantando a Agustín Lara con su "Adiós Nicanor" que yo no conocía cuando se la oí: "Adiós Nicanor, se muy bien que no vas a volver… no volveré a escuchar tu amorosa canción". Y, no, rígida ley de la vida, no la volveré a escuchar, no así.

Muchos antorchistas quisimos al Doctor Juan Manuel Célis Ponce porque era una hombre muy inteligente, muy culto y muy amable pero, sobre todo, porque fue nuestro compañero de lucha. Pasó con nosotros muchos tragos amargos, muy amargos, como la matanza de antorchistas en Chimalhuacán en la que desde la trinchera de su profesión, atendiendo a unos, canalizando a otros, impidió que se convirtiera en genocidio, porque nunca deberemos olvidar que ahí, en la plaza principal de Chimalhuacán, el 18 de agosto del año 2000 -acaban de cumplirse 15 años- hubo 10 muertos y más de 100 heridos de bala, todos, absolutamente todos, antorchistas humildes que iban a celebrar pacíficamente la toma de posesión de un nuevo presidente municipal antorchista como ellos.

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En la casa del Doctor Célis Ponce en Texcoco se celebraron muchas de las primeras reuniones del embrión, de lo que luego, uno o dos años después, sería el Movimiento Antorchista Nacional. Quizá no con mucho gusto porque siempre unos 25 o 30 jóvenes no dejan de ser bulliciosos y, aunque sea involuntariamente, impertinentes, pero siempre el Doctor nos recibió en su casa y su esposa, la hermosa y dulce Sarita Aguirre, nos consintió como no lo merecíamos. Entre aquel grupo de soñadores de pelo largo estaba uno de sus hijos, Juan Manuel Célis Aguirre, hoy líder del gigantesco antorchismo del estado de Puebla y Diputado Federal, que cuando su padre nos abría las puertas de su casa, no era más que un excéntrico absolutamente convencido de que era posible un mundo más humano. Con el tiempo, el Doctor Celis llegó a ser el padre y el abuelo de muchos otros antorchistas trabajadores y abnegados y, merito muy grande de su persona, estaba absolutamente orgulloso de todos ellos. Tanto, que nos dejó sus proféticas palabras en el Himno Antorchista que compuso letra a letra para nosotros: "Antorcha con el pueblo triunfará, gobernará nuestra nación". No lo pudo ver realizado, se adelantó, pero allá nos vemos Doctor, todavía tengo la esperanza de que cantemos otras cancioncitas y crucemos unas cuantas bromas.

Esa es la muerte a la que a pesar de todo la razón no se resigna. ¿Y la vida? La representan hoy los niños de Morelia reprimidos por la CNTE. Se abre para ellos la posibilidad muy real de que vivan una vida mejor más preparados. Hoy miércoles 2 de septiembre, siete meses después de que los sicarios de la CNTE arremetieran contra ellos, sus maestros, sus padres y los antorchistas que los apoyaban, intentando destruir una comunidad escolar que no les convenía, siete meses después de resistir todo tomando clases en una plaza del centro de Morelia, los niños ocupan un nuevo local escolar que rentó para ellos el gobierno federal y cobran nuevas fuerzas para continuar luchando por una Escuela de Tiempo Completo. Triunfo contundente -parcial- pero contundente.

Un periodista que quiso echarnos encima a la opinión pública, distorsionando obscenamente los hechos, escribió que a Antorcha le habían "regalado" una nueva escuela. "No tanto, gentlemen, no tanto", escribió León Felipe, y completó, "sostengo al héroe, nada más…". Así quiso dar la noticia ese periodista provocador y mentiroso tratando de atizar la rabia social por el supuesto "regalo" de una escuela a una organización que, como ha repetido Armando Sepúlveda, el secretario de la SEE, "nada tiene que hacer en la educación". A Antorcha Campesina no le regalaron nada, aclaro contundente y de una vez por todas, rechazo la calumnia. Pero, pensándolo mejor, debo decir: ¿Y por qué no? Si a una pandilla de golpeadores que tienen en la ruina a la educación, a esos, a cuyos cofrades de Oaxaca ahora sus propios compañeros de allá los destituyen del cargo de "negociadores" por corruptos (ver periódico Reforma del martes 1), se les ha entregado en bandeja de plata la educación pública de todos los niños de Michoacán, ¿cuál podría ser la razón por la que a Antorcha que promueve intensamente, intensísimamente y con sus propios recursos, los estudios de Maestría y Doctorado, la enseñanza de las matemáticas, el baile y la danza, la música, la poesía y el deporte, entre decenas de miles de niños y jóvenes de todo el país, no se le regalara una escuela para que llevara a cabo mejor todavía lo que ejecuta desde hace ya muchos años en grupos y comunidades que dirigen sus integrantes? ¿No estaría bien que se le regalara una escuela para acabar de exhibir por contraste el crimen que cometen los "educadores" a sueldo y comisiones de excelencia que mantienen en estado de vergüenza a la educación pública en Michoacán y en otros estados de la república?

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Pero, como ya dije, no es para tanto. Sólo se pagó la renta de un local durante un año y se le van a hacer adecuaciones suficientes para que ahí funcione la escuela "Juan Ortiz Murillo" y, luego, pronto, según lo acordado, se comprará un terreno y se construirá la escuela definitiva. Los poderosos concesionarios de la educación pública en Michoacán le apostaron a que con el golpe del 3 de febrero, con rostros destrozados, cabezas abiertas, mujeres vejadas y niños aterrados, la comunidad insumisa quedaría destruida; uno a uno, pensaron, los padres de familia desobedientes que insistían en tener una escuela de Tiempo Completo para sus hijos y que atentaban contra los sagrados intereses de los altos jefes de la SEE y la CNTE, regresarían a solicitar perdón y otra oportunidad, o bien, tomarían a sus niños de la mano y los llevarían a otra escuela en la que su novatez y minoría acabara con sus inquietudes, creyeron, pues, que, luego del madrazo del 3 de febrero, la comunidad desafecta quedaría hecha polvo.

Pero, nada, la comunidad escolar se mantuvo estrechamente unida y en lucha, tomando clases en la Plaza Melchor Ocampo, resistiendo la dificultad de la distancia del plantel original, el calor, el frío, el viento, la lluvia, resistiendo a pie firme los ataques mediáticos del Secretario de Educación quien atizaba con declaraciones insidiosas el desprestigio de la protesta ocultando sus orígenes, desfigurando sus propósitos y empujando el odio social diciendo que los antorchistas usaban a los niños como arma política. Ahora, la comunidad de maestros, estudiantes y padres de familia, considerando que ha terminado una etapa de su lucha y más decidida que nunca, trabaja en su nuevo local y ha acordado, por unanimidad, tomar el nombre de "Centro Escolar Maestro Aquiles Córdova Morán", "como convenía a la nueva orden y al nuevo ejercicio que ya profesaba".

La lucha no ha terminado. No me refiero a la lucha en la vida, que, en efecto, nunca termina, me refiero a la justísima y legal aspiración de los padres de familia de tres escuelas primarias de Morelia de tener Escuelas de Tiempo Completo para sus hijos y la garantía de que sus comunidades respectivas no van a seguir siendo agredidas física o administrativamente por una vengativa y peligrosa camarilla, estas autorizaciones, pues, sencillas y básicas, siguen siendo bloqueadas porque están siendo usadas "como arma política" de Sepúlveda y la CNTE o viceversa que son lo mismo. La lucha sigue, pues, la resistencia no ha terminado. Cosas de la muerte y de la vida, que sigue, a pesar de todo.

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