MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La lucha comenzó y no se detendrá hasta la victoria

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Un hombre al agua. Un hombre es arrastrado bajo la furia indescriptible de un arrollo crecido, grita, patalea, se estremece, traga agua, es decir, todo tipo de inmundicias que la imaginación ociosa podría describir de mejor forma; un momento, se detiene por suerte al tomarse de una rama, la lluvia no cesa, la copiosa lluvia lo golpea como si de proyectiles estuvieran acorazadas las gotas. 

Un hombre lo contempla grabando con su celular desde un puente algo cercano, claro está, no hace por ayudarlo, pero nuestro reportero de ocasión contesta ufano los comentarios vertidos por cualquier cantidad de cibernautas; la muchedumbre lo contempla ojiabierta desde la orilla del crecido arrollo, digno éste de un tercer monstruo acuático que, como Escila y Caribdis tuviera que librar Ulises; los segundos pasan y se hacen eternos, de la misma manera que el tiempo transcurre lentamente ante la adversidad y rápidamente ante la felicidad; nuestro hombre, arrastrado por el agua solo desea abrazarse a la vida, no sabemos qué tan bien o qué tan mal se ha portado en ella, pero, él solo desea con toda su alma sostenerse con vida, ¡qué bello el hombre o la mujer así! Que pese a todas las adversidades no se rinden, ante el mal sonríen, ante la injusticia luchan, arroban con valor sus miedos y desean que un milagro acuda en su auxilio hasta el último de sus suspiros, “no se dan por vencidos ni aun vencidos”, como dijo el gran poeta.

Pero el arrollo lejos de ceder, crece. Ramas, piedras, autos, troncos, basura y cuanta cosa se imagine amenazan con odio a toda materia orgánica; toda su existencia se ha vuelto insignificante ante este monstruo, todo su ser, todo su prestigio y su representatividad quedaron como pigmeos ante tal avasallamiento, y es que, a esta manada amorfa que viaja furiosa y estrambótica no desearía ni el mismo Hércules hacerle frente, ni aunque tuviera que volver a realizar no doce sino cien nuevos trabajos; sufre por angustia, piensa en sus hijos, en su esposa, en su madre y sus hermanos, pero, no logra hacer nada; “¡auxilio! ¡socorro!” Grita sin cesar, pero nadie lo escucha, es como si el mismo Dios lo hubiese abandonado, como si sus plegarias de último momento fueran insuficientes, pero, nadie lo ayuda, ni Dios ni los hombres, todos enmudecen ante el soberbio triunfo, todos elogian al arrollo vencedor y olvidan, como acaso ha ocurrido siempre, al perdedor.

Pero mientras todos lo olvidan, nuestro luchador persiste en la batalla, no podríamos, nadie podría decir que está vencido, toma aire, saca fuerzas de orgullo y aunque sus brazos ya maltrechos no responden, recuerda la importancia de nadar de muertito, disciplina que le sale bien, pues, la ha practicado la vida entera, se deja llevar por la olas; los espectadores reclaman (cual dignos taquilleros) conocer el final de la historia, ojos, muecas, brazos cruzados, todo su ser, todas sus graves siluetas exigen saberlo muerto o vivo, pero, desean como maestros de la trágico-morbosidad su cuota de sangre, de la misma manera que en El  Coliseo se adoraba a la muerte y se elogiaba al asesino.

El hombre es la humanidad. El arroyo, la vida. Pero hablamos de la humanidad y de la vida de los pobres del mundo, de ayer y hoy, ¿También de los del mañana? No se sabe, yo espero que no, lucho en Antorcha precisamente para que esto cambie, para que en el futuro no todo sean lamentaciones, no todo sea dolor, ni sufrimiento, para que la felicidad y la riqueza de las naciones pertenezca a todos de manera equitativa, es decir, de manera justa y no como ahora que, unas cuantas manos acaparan lo que producimos todos.

Es en este contexto de furia y miedo, en el que este miércoles 17 de agosto del presente año, se reinició en nuestro estado la campaña de denuncia pública, dado que ésta se había pospuesto desde finales del mes de julio ante un compromiso más por parte del secretario general de Gobierno, Homero Davis Castro, quien comprometió tender puentes, convencer a quien debiera convencer y hacer todo lo humanamente posible para salir de esta deuda en la que se encuentra la administración estatal, para con los pobres sudcalifornianos.

El reinicio se llevó a cabo con diez manifestaciones simultáneas a lo largo y ancho de la entidad, cientos de personas humildes, organizados como si de una orquesta se tratara, salieron a las avenidas principales, en Malecones, mercados, bulevares y plazas comerciales para exigir justicia ante la insensibilidad y abandono por parte de sus autoridades estatales. Continuaremos la insistencia, alzaremos la voz y elevaremos nuestro alcance, porque nuestras demandas no son mezquinas ni producto del tiempo libre, son demandas bien pensadas, analizadas, que buscan mejorar en parte la vida de los humildes de esta tierra.

Pero, además, por la creciente pobreza en la que vivimos, no podemos traicionar nuestros ideales ni a nuestro pueblo, debemos hoy más que nunca tener la camiseta bien puesta, la mochila en la espalda, las botas bien puestas y, el ideario político bien asimilado, para convencer a propios y extraños de que lo que antorcha plantea tiene futuro, por una única razón: porque Antorcha dice la verdad. 

Venceremos, pero, solo a condición de estar unidos, de luchar juntos, como hermanos de lucha y de destino. La batalla de uno solo es infructuosa y poco duradera, de la misma forma que nuestro amigo arrastrado por el arroyo; a ese monstruo llamado arrollo, debemos arrollarlo con otra fuerza de igual ferocidad, pero, más contundente y, esa fuerza indestructible, capaz de vencer cualquier obstáculo por muy difícil que este sea, se llama: el pueblo humilde, educado, organizado y dispuesto al triunfo. 

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