México es uno de los países más desiguales de América Latina. La desigualdad es un fenómeno complejo y multifuncional que se relaciona y se retroalimenta con la discriminación étnica, de género y de lugar de residencia. Tras elaborar un diagnóstico del estado de la desigualdad, analizar las diferentes generaciones de programas sociales, desde los intentos de construcción de un Estado de bienestar, hasta los nuevos programas de transferencia monetaria, y concluir que, para enfrentar el problema, es necesario avanzar hacia la universalidad de los derechos sociales.
En México, la desigualdad no se limita a la distribución del ingreso, sino que se vincula a la discriminación de género, étnica y de lugar de residencia. Al igual que en muchos países, las mujeres perciben remuneraciones inferiores a las de los varones, aun cuando desempeñen la misma ocupación con iguales requisitos educativos y horarios. También que el trabajo doméstico y de cuidado, históricamente asignado a las mujeres, no sea valorado económicamente; cuando se realiza por pago, con mucha frecuencia por mujeres jóvenes indígenas, se encuentra desprotegido por el Estado y sujeto a bajas retribuciones. Incluso aquellas ocupaciones que se consideran una extensión de las tareas de desarrollo y cuidado de los seres humanos, como las de educación y salud, en las que se registra una elevada participación femenina, reciben comparativamente retribuciones menores y se ubican en la parte más baja de la escala ocupacional.
En cuanto a la discriminación étnica, la población indígena también percibe menores ingresos y se ve obligada a desempeñar trabajos mal retribuidos, sobre todo en las actividades agropecuarias y de construcción. Con frecuencia, además, vive en localidades pequeñas y dispersas, sin acceso a servicios de salud, educación y agua potable. Una elevada proporción de los hogares pobres es de origen indígena, y las regiones de mayor rezago social son sierras y desiertos donde habitan comunidades indígenas. Los indicadores en materia de salud, vivienda, infraestructura sanitaria y acceso al progreso científico y tecnológico muestran enormes disparidades de acuerdo con el origen étnico de la población.
También existe una gran desigualdad de acuerdo con el lugar de residencia y trabajo. Los salarios de la zona sur del país son más bajos que los que se perciben en el norte o en las grandes ciudades. Del mismo modo, los salarios de los trabajadores rurales son inferiores a los de los trabajadores urbanos. Esta disparidad incluso adquirió carácter oficial, ya que durante años los salarios mínimos legales se fijaron según regiones y según si el trabajo era urbano o rural.
Todo esto define una estructura de clases. Una apreciación general de la composición de las clases sociales en México, permite comprobar que el segmento de altos ingresos está formado por población blanca descendiente de españoles o de migrantes blancos europeos, de Estados Unidos (EE. UU.) o de América Latina, en su mayoría. La clase media, por su parte, está integrada por población blanca y mestiza, mientras que la clase social más baja está fundamentalmente constituida por población de origen indígena.
La clase alta se ocupa de actividades de tipo empresarial (dueños o empleados de empresas industriales y de servicios legales, contables y financieros); las clases medias están integradas por las burocracias, personas que se dedican a la política, a la prestación de servicios profesionales, investigadores y maestros de educación media y superior, trabajadores calificados de la industria y los servicios. Finalmente, los integrantes de las clases bajas trabajan en el servicio doméstico, en actividades agropecuarias y artesanales, y en los trabajos de baja calificación en la industria, la construcción, los servicios y el comercio informal.
Todos los males que ha pasado el pueblo mexicano son gracias a que llegaron y saquearon los españoles, de ahí los que quedaron, los obligaron a ser sumisos para que no reclamen nada, porque así fueron educados nuestros antepasados después de la conquista. Esto tiende a perpetuar la pertenencia a cada clase, así como la distancia social, cultural y económica entre ellas. Por eso, una parte importante de la desigual distribución del ingreso en México se explica por discriminación étnica, racial y de género; es decir, un arraigo de tipo cultural que, a su vez, determina las oportunidades de los diferentes grupos de la población para acumular riqueza.
Por eso, los invito a ejercer nuestros derechos consagrados en la carta magna, leyes vigentes para defender a la organización popular ante la situación de los problemas sociales que aquejan a todo el país para que reforcemos la unidad como medio para enfrentar juntos los retos a corto y mediano plazo.
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