MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La democracia de los poderosos y la del pueblo

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Debo iniciar declarando que considero primordial tener claridad y tomar posición determinada acerca de los problemas políticos en México que se manifiestan en el debate acerca de la democracia, las instituciones, los organismos autónomos como el INE, y muy particularmente la reforma electoral que proponía (y no pasó), el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que ahora quiere hacer pasar mediante modificaciones a las leyes que su mayoría relativa en el Congreso de la Unión le permita (si pudiera, y si nos dejamos, hasta las que no le permita) y acerca de lo que realmente le conviene al pueblo trabajador.

Me declaro abiertamente en contra de esa reforma electoral y de los intentos de hacerla pasar de contrabando y con mañas sucias por parte del presidente y de sus cómplices, que no legisladores, de ese aborto político y engendro malévolo llamado Partido Morena. Y no porque nuestra democracia no sea perfectible y, por ello, que no sea cierto que el INE deba ser intocable, sino porque también es empeorable; es decir, se puede modificar también para menoscabo, para hacerla menos accesible a quienes no tienen el poder a la sazón, y eso es lo que quiere López Obrador, claro, ahora que lo tiene.

La prueba de sus verdaderas intenciones está en el contraste del AMLO candidato y del AMLO presidente. Cuando aquel no tenía poder, estuvo de acuerdo y se sumó a la lucha de las fuerzas de oposición, mezclados en estas los conservadores y liberales no agraciados, la izquierda electorera, los grupos detrás de los partidos morralla, y de algún modo la verdadera izquierda interesada en que la democracia electoral fuera cada vez mejor arma de lucha de las clases explotadas, la demanda y bandera era una democracia más pareja.

Es decir, que la demanda de quienes no tenían el poder se resumía en dos puntos complementarios: por un lado, que se le quitara al poder establecido los privilegios para controlar y o influir en los resultados de las elecciones, mediante el uso de recursos públicos para crear una clientela electoral condicionando los programas de gobierno, apoyos y subsidios, salarios, puestos de trabajo; para hacer campañas adelantadas usando de las ventajas que sus puestos de poder les otorga, las influencias, las relaciones públicas, los foros del mismo gobierno, medios de comunicación oficiales y particulares; el uso indebido de recursos del dinero de todos los mexicanos para la promoción y propaganda; el control del padrón electoral, de las instituciones electorales y todo el proceso; el uso y abuso del aparato de gobierno, con todas sus instituciones, y hasta del poder represivo de las fuerzas armadas para favorecer a los candidatos y el partido de gobierno, crearles una falsa imagen de pulcros, honestos, entregados a la causa del pueblo, sacrificados, desinteresados y casi casi representantes de dios en la tierra, y, al contrario, usar ese mismo poder para calumniar y satanizar a los opositores tachándolos de deshonestos, corruptos, peligrosos, violentos y otras lindezas por el estilo, y si es necesario su persecución judicial mediante procesos prefabricados, acusaciones de delitos inexistentes, encarcelamientos y hasta desapariciones y asesinatos.

Y en el momento de la elección, la compra de votos, el rasurado del padrón, la falsificación de documentos, las trampas electorales (urnas embarazadas, mapacheo, el ratón loco, el carrusel), el acarreo de votantes, las presiones para coaccionar el voto, la intimidación mediante grupos de porros y matones (¡hasta de la delincuencia organizada!). los regalos de “utilitarios”, despensas, lonches y frutsis…, todo esto, amable lector, ¿le suena a pasado que se quisiera superar?, ¿no le suena a presente recargado y maximizado?

Y por otro lado, darle más oportunidad a las fuerzas opositoras, por lo menos a las agrupadas en los organismos de interés público (tan públicos como la misma democracia) llamados partidos políticos con registro, no solo para tener más oportunidad de acceder al poder y demostrar en él lo que son capaces de hacer para bien (o para mal) del país, sino para ser un contrapeso necesario al poder, para evitar que se convierta en el soberbio Leviatán dispuesto a aplastar a opositores y al pueblo mismo si no se les somete a sus disposiciones, para evitar que los otros poderes se conviertan en tapetes del Poder Ejecutivo, por lo que se les otorgó subsidios para campañas, espacios en medios de comunicación, el derecho a la representación proporcional mediante los puestos plurinominales, y diversas otras reglas que hacen más justa la contienda electoral y más efectiva la pluralidad y tolerancia en la justa.

Debemos aclarar que la lucha por la democratización de la vida política de México es mucho más elevada y más antigua que estas luchas más recientes, que todas las anteriores transformaciones (verdaderas transformaciones) ya tenían el sello de la lucha universal por la libertad, igualdad, y fraternidad, y que los logros en esta materia se remontan a esas mismas guerras civiles y a los movimientos políticos más importantes del país, entre ellos el movimiento del 68, uno de los que más avances logró en esta lucha por la democracia, de manera que sería una exageración grotesca decir que la lucha por la democracia es de AMLO, para comprender el porqué de este retroceso en la lucha por la democracia, pues él, ahora que tiene el poder, reivindica exactamente todo lo contrario, hace exactamente todo lo malo que han hecho los políticos corruptos del pasado, solo que más sucio, más vil y más descarado (no, no son iguales, son mucho peores), pero con el agravante de presentarlo como demandas del pueblo, de la democracia, como honestidad valiente y quien sabe con cuales más igual de vomitables y denigrantes mentiras.

Lo que pasa es que él, ahora, es el poder y hará todo lo posible (lo de antes y lo que a él se le ocurra) para degradar la democracia, para darle más poder al poder y para quitarles a los otros la posibilidad de pelearle, para controlar las elecciones y ponerse por encima de la voluntad del pueblo, y en esto le ayudarán los más sucios y tenebrosos oportunistas y arribistas, que son los que se siguen quedando a su lado a pesar de su evidente y macabra conversión. Lo que este engendro oportunista quiere es quedarse para siempre con el poder político de México, a pesar de la democracia y a pesar del pueblo. No saben que, no importa cómo ni cuánto lo intenten, eso no se va a poder.

Tres lecciones para el pueblo:

AMLO no representa al pueblo. Llegó al poder y lo quiere conservar demoliendo la democracia, lo hizo y lo quiere hacer a nombre del pueblo, pero es una hipocresía malévola.

Esta democracia no es para el pueblo, no es del pueblo, pero es la única que hay en México y debemos defenderla.

Para que esta democracia sea del pueblo, el pueblo debe construir su propio partido político con registro, como se lo enseña y propone Antorcha Campesina.

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