MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Introducción al realismo socialista

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La nueva corriente habló por primera vez al público y no lo hizo en ruso, sino en inglés. Appleton’s Magazine, revista literaria con sede en Nueva York, publicó en 1906 los primeros capítulos de una obra capital en la historia de la literatura: La madre de Máximo Gorki, que un año más tarde, se publicaría en Rusia.

El discurso artístico en la convulsa Rusia de principios del siglo XX, calificaría después a La madre como la piedra fundacional del realismo socialista y al escritor Máximo Gorki, experimentado militante socialdemócrata, como su padre intelectual. 

El hecho de que la nueva corriente, que llegaría a abarcar a todas las manifestaciones artísticas, haya nacido en la literatura no es casual. Lenin, artífice intelectual y orquestador directo de la Revolución de Octubre, vertió sus escasos comentarios sobre cuestiones artísticas casi exclusivamente en la literatura. Sus reflexiones en torno a los problemas del arte se rastrean con dificultad en lo abundante de su obra teórica, y se refieren casi siempre a temas literarios.

Por otra parte, la admiración artística y el respeto que Lenin profesaba al camarada Gorki están perfectamente documentados. Incluso en medio de agrias polémicas sobre el perfil filosófico que debía regir a los militantes bolcheviques, el líder soviético elogiaba al autor de La madre como “el representante más grande del arte proletario”. Estas valoraciones positivas de Lenin hacia la obra de Gorki, así como su predilección personal por el realismo en el terreno de sus preferencias literarias, ocuparían más tarde un rol central en la sistematización teórica y en las prácticas artísticas del realismo socialista.

Un elemento fundacional, todavía de mayor peso, también atribuible a Lenin y de carácter exclusivamente teórico, es la llamada teoría del reflejo. En su célebre polémica filosófica contra los relativistas agrupados en torno al empiriocriticismo, Lenin sistematiza los postulados centrales en la teoría del conocimiento del materialismo marxista: la realidad material existe objetivamente con independencia de la conciencia humana; la conciencia y sus formas —o sea nuestras ideas— reflejan esta existencia objetiva, pero tal reflejo es siempre imperfecto, puesto que su perfección sería la identidad absoluta del sujeto con el objeto. El proceso del conocimiento, entonces, es el proceso de los esfuerzos consecutivos por perfeccionar ese reflejo, por hacerlo lo más fiel posible a la realidad objetiva.

Y en aras de la claridad ante un problema tan abstracto, el Lenin filósofo toma incluso del terreno del arte su analogía: la realidad objetiva es nuestro modelo y nosotros, nuestra conciencia, pintamos de ella un cuadro, la copiamos lo más fielmente posible.

Por último, un antecedente de carácter histórico: el realismo literario precedente. Esta vieja y sólida corriente, que podríamos llamar realismo pre socialista, comenzó a tomar forma como programa estético hacia mediados del siglo XIX en Francia. En su forma más madura, este realismo tiene un alto contenido revolucionario: los escritores realistas se rebelan contra la artificialidad y la falsa representación de las academias clásicas y románticas, contra sus adornos fingidos; la representación, afirman, debe ser lo más fiel posible a una realidad constituida no por grandes hombres, sino por gente ordinaria y humilde, en cuyas vidas abundan las pasiones impulsivas, la fealdad, la vulgaridad. Nosotros, exclaman, reproducimos la realidad, la sociedad, en toda su verdadera riqueza, incluyendo sus imperfecciones.

No son pocos los puntos de contacto entre este programa estético y la teoría del reflejo leninista en el campo del conocimiento. De hecho, las grandes figuras del realismo ruso ocupaban un lugar privilegiado en las preferencias literarias de Lenin: Tolstoi, Chéjov y Turguénev.

Como práctica artística, el realismo socialista gozó de gran vigor durante varias décadas del siglo XX, y en torno a él surgieron acaloradas polémicas dentro del gremio artístico internacional. No son temas para un texto introductorio.

Por ahora, con los antecedentes enunciados, quizás podremos entender desde una perspectiva mejor informada la sucinta definición que brinda el Diccionario de Filosofía de Rosental —referente teórico de la toda concepción filosófica soviética— respecto al realismo socialista: “Método artístico cuya esencia estriba en el reflejo fiel, históricamente concreto, de la realidad tomada en su desarrollo revolucionario”.

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