Han concluido ya los dieciocho informes de los ediles del estado, y el pasado sábado 30 de septiembre concluyó esta etapa de rendición de cuentas con el informe del gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri González. Los queretanos están ahora en espera de que las nuevas promesas se conviertan en realidad en las administraciones municipales, igual que en la administración estatal.
Ciertamente, Querétaro es grande aunque no precisamente por su tamaño, sino por sus riquezas naturales, su pujanza económica, con centros turísticos y de desarrollo importantes como el pueblo Mágico de Bernal, los Viñedos de Ezequiel Montes, la Isla de Tzibantzá en la Presa de Zimapán, la hermosa Sierra Gorda en Jalpan de Serra y San Joaquín y los balnearios de aguas termales de Tequisquiapan, etcétera.
En Cadereyta de Montes, se agrega el atractivo colonial, las riquezas naturales como el mármol de la región de Vizarrón; su gastronomía, como la llamada “Ruta del Queso y el Vino”, la barbacoa del pueblo de Boyé y variedad de artesanías, como las canastas de Boyecito y pueblos de Tequisquiapan, o las muñecas Lelés hechas por campesinas artesanas de Amealco; las grutas de Los Herrera, San Joaquín, la Puerta del Cielo y Río Escanela, en Pinal de Amoles, Las Adjuntas, en el municipio de Arroyo Seco, entre otros atractivos para la visita de turistas nacionales y extranjeros.
Según informes del Reporte Inmobiliario Lamudi en Querétaro, todos son lugares atractivos hacia el exterior del estado, desde donde se da a conocer que somos una entidad con oportunidad para la inversión de grandes empresas, entre las que destaca el sector inmobiliario, que lo coloca como la tercera opción a nivel nacional.
“El señor de los viñedos, de las transas y de las deudas” cumplió el dicho de “mucho ruido y cero resultados” al respaldar despojos de propiedades a familias humildes, o hacer negocio político con el tema del agua potable, entre otros “logros” de su gestión.
Querétaro también es grande por la entrega y capacidad para soportar el trabajo y el sufrimiento de sus hombres y sus mujeres, y donde desafortunadamente los jóvenes, por falta de recursos económicos, se ven obligados a abandonar pueblos mágicos y sus estudios para buscar trabajo en la construcción en la capital del estado, como empleados domésticos, en centros recreativos, como lavaderos de coches y comerciantes ambulantes, entre otros muchos.
Y son esos hombres y mujeres quienes en tiempos electorales, cuando les va bien, o sea cada tres o seis años, reciben de las autoridades que quieren seguir en el poder, generalmente presidentes municipales y diputados —casi siempre los mismos—, alguna despensa, un tinaco o por mucho, un calentador solar. Obvio, después de ello dejan sin atender sus necesidades principales, como agua potable, luz eléctrica, mejoramiento de caminos, escuelas, etcétera, porque sienten que ya les dieron mucho.
Así ha hecho entre otros, el alcalde de Cadereyta, Miguel Martínez Peñaloza, conocido en la región como “El señor de los viñedos, de las transas y de las deudas”, quien cumplió el dicho de “mucho ruido y cero resultados”, por negarse a pagar decenas de viejos laudos a trabajadores; habérsele ocurrido la brillante idea de vender el mercado municipal, que finalmente no sucedió porque movió “sus palancas” en el gobierno estatal; quien le inyectó dinero para pagar, y hasta por adueñarse, de las propiedades de su exesposa.
Con esas cartas: respaldar despojos de propiedades a familias humildes e indefensas de la cabecera municipal, como lo hace la familia Cabrera Vega; el uso de los programas sociales por algunos de sus empleados para chantajear mujeres inocentes; oponerse a que cientos de mujeres se incorporaran al programa estatal de “Tarjetas Contigo” que promueve el gobernador a través de Sedesoq; hacer caravana con sombrero ajeno y negocio político con el tema del agua potable, engañando a la gente de las comunidades de Maconí, La Esperanza, El Doctor y la cabecera municipal, es lo más decente que el alcalde Miguel Martínez ha hecho durante su administración.
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