MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Importamadrismo presidencial ante la covid-19

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A final de cuentas el presidente de México Andrés Manuel López Obrador se lavará las manos como Pilatos, responsabilizando a los padres de familia cuando sus hijos lleguen a contagiarse de covid-19 por decidir enviarlos a la escuela de manera presencial, bajo el mandato del promotor de la 4t en el sentido de que esa medida tenía que ser obedecida ciegamente, luego del velado mensaje autoritario de retornar a las aulas llueva, truene o relampaguee.

El importamadrismo del mandatario mexicano en ese sentido no tiene límites, desde que llegó la pandemia al país dio muestras de ello, burlándose y alardeando ser tan poderoso con el simple hecho de cargar un amuleto o talismán, que según él, lo protegía de todo.

Sin utilizar el cubrebocas, siguió confirmando su postura de todopoderoso afirmando que el covid-19 no era más que una “simple gripita”, que pronto pasaría, que no haría daño y que todos los mexicanos podíamos abrazarnos y besarnos cuando se nos pegara la gana.

A pesar de que sus subalternos le informaban que la situación era de extrema gravedad y que la pandemia en México ya había cobrado miles de muertes en tan pocos días, tampoco se alteró, siguió conservando una desquiciante pasividad que rayando en su evidente valemadrismo le permitió ordenar al pueblo de México desde sus acostumbradas “mañaneras” que nadie salera de sus casas, el “quédate en casa” era una orden presidencial.

Pero de ahí, no hubo nada más, la 4T abandonó a su suerte a las familias mexicanas sin aplicar alguna medida de apremio, no se suspendieron los pagos de impuestos ni de servicios, mientras la gente en su gran mayoría, sobretodo las clases pobres, llenaban los hospitales siendo atendidos hasta fuera de ellos, en las banquetas.

Sin estrategia de salud, el presidente siguió alardeando de que todo se encontraba bien, que no habría problema alguno para salir de tan enorme tragedia, tampoco se aplicó una cruzada nacional alimentaria una vez que el desempleo y la economía del país comenzó a hacer crisis, rebasado ya por la pandemia, el gobierno decidió por las clases virtuales, donde los alumnos habrían de estudiar desde sus hogares a pesar de que no contaran con los implementos necesarios para ello, es decir, una tableta, una computadora o celular, vaya pues ni siquiera con servicio de internet.

López Obrador presumió entonces que para la educación de los mexicanos se echaría mano de las televisoras más importantes, situación que tampoco funcionó ni ha funcionado como se llegó a pensar.

Retornar a clases presenciales en este nuevo ciclo escolar del 30 de agosto bajo un “llueva, truene o relampaguee” representa un mandato presidencial sumamente peligroso, casi a punto del suicidio, porque las circunstancias se oponen a ello frente a la tercera ola de contagios de covid-19.

De nueva cuenta se vuelven a observar los hospitales y clínicas repletos de enfermos afectados por la pandemia, aunque ahora se trata de niños y jóvenes que tal vez por su corta edad logran salir airosos de ese problema, aunque a la fecha no han sido vacunados.

Se trata evidentemente de alumnos que estarían retornando a clases presenciales en estos momentos en que la gran mayoría de centros educativos del país, se encuentran en pésimas condiciones, vandalizados, sin agua, sin agua potable, sin que brinden garantía de que quienes acudan no se verán afectados.

Además de ello, el gobierno de la 4T no ha aportado un peso partido a la mitad a las entidades o municipios para la readecuación de escuelas, tanto gobernadores como alcaldes tienen que idear la forma de hacerlo con la finalidad de cumplir el caprichoso mandato presidencial en tiempo y forma.

No es que nos opongamos a que se retorne a clases presenciales, pero es evidente que hacerlo en estos momentos debe poner a pensar a los padres de familia y a los mismos alumnos, que a final de cuentas serán señalados como responsables únicos de haber enviado a sus hijos al matadero.

Porque habría que revisar que en estos momentos el nivel de contagio que se tiene en México ha alcanzado 13 mil casos nuevos por día, cifra que viene a duplicar el pico máximo que se tuvo en la primera ola durante agosto de 2020.

La variante delta exige que, para obtener la inmunidad de rebaño, al menos 80 por ciento de la población se debe encontrar vacunada con esquema completo, para lo cual aún se deberían aplicar aproximadamente 110 millones de dosis, mismas que no se tienen después de que se está esperando que países como Estados Unidos nos regalen vacunas.

Para el 30 de agosto, si bien nos va, se podría tener a por lo menos el 30 por ciento de vacunados, porcentaje que ni remotamente permite hablar de una seguridad para que los alumnos, nuestros hijos, no sean víctimas de la enfermedad.

Aunado a ello, hay lugares en todo México, como San Pedro de las Colonias, Coahuila, donde la gran mayoría de familias no cuentan con agua, mucho menos se tiene en los centros educativos que pretenden abrir sus puertas.

Por ello es que la postura o actitud de López Obrador en ese sentido es valemadrista, inhumana e irresponsable, porque no puede ni debe obligar a los mexicanos a retornar a clases presenciales con la pandemia aún presente y causando estragos entre la población.

Antes de pensar en la economía del país, en la educación presencial, bajo el garlito de “llueva, truene o relampaguee”, López Obrador debe pensar en la salud del pueblo que gobierna y a quienes ha despreciado vilmente, al no brindarle ninguna protección, al condenarlo a mantenerse desnudo frente a tan poderoso y mortal enemigo, sencillamente para satisfacer su capricho de mandatario prepotente y totalitario.

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