MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Explotación laboral

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México, al igual que todos los países subdesarrollados de América Latina y del mundo, ha sido y es fuente de riqueza para el gobierno estadounidense, conformado éste por unos cuantos ricos, los más ricos del planeta. Así, nuestro país, es receptor de inmensos capitales extranjeros que se establecen en las principales ciudades, al interior del país y en los puntos fronterizos, donde los tres niveles de gobierno -federal, estatal y municipal- se ponen de acuerdo y se esmeran para dotarles de enormes terrenos equipados con toda la infraestructura urbana necesaria, convirtiéndolos en atractivos parques industriales con cargo al erario público.

El capital extranjero crece y se multiplica porque la clase trabajadora hace posible esta “magia” a cambio de salarios de hambre. Y, una vez que las manos mexicanas generan inmensas fortunas en el proceso productivo, éstas emigran sin que siquiera aporten impuestos a la nación, por ejemplo, aunque fabriquemos coches en Aguascalientes, Guanajuato, Coahuila, Sonora, Puebla, Morelos, San Luis Potosí y Baja California, y estemos muy orgullosos de ser el primer lugar de América Latina en fabricar autos, esos coches no son riqueza nacional, pues el capital de inversión es extranjero y aquí nada más los armamos a cambio de un salario vil, pero la ganancia se la llevan ellos: “la industria automotriz global en 2021 tuvo ganancias de 2.86 trillones de dólares; y en 2022, de 2.95 trillones de dólares” (Buzos, 3 marzo 2023, Nydia Egremy). Pese a estos ingresos estratosféricos, en junio de 2022, la Confederación de Trabajadores de México (CTM) informó despidos masivos para un tercio de obreros mexicanos de la industria automotriz. Y es que el capitalismo, este sistema de producción explotador de trabajo ajeno, tiende siempre a la frenética maquinización del proceso productivo a costa del obligado desempleo de cientos, de miles, y de millones de trabajadores que ya no son necesarios.

Esta política de favorecer a unos cuantos a costa de la miseria de la inmensa mayoría, prevalece en los países capitalistas. Se llama neoliberalismo y en México fue instaurado desde la década de los años 80 para que el mercado funcionara “libre”, sin la intervención reguladora del Estado; abuso que no sucede en los países socialistas, con China a la cabeza, donde el Estado pone la economía al servicio de los hombres y no los hombres al servicio de la economía de unos cuantos.

La concentración de inmensas fortunas se garantiza con el decreto del aumento en los niveles de explotación de la clase trabajadora mexicana, y por la ausencia de representatividad y democracia sindical. En todo esto, López Obrador está de acuerdo pues, aunque declare en sus “mañaneras” que el neoliberalismo se acabó, miente y engaña a incautos ya que a él mismo le tocó concluir y firmar los acuerdos del T-MEC a inicios de su sexenio, donde se impone la más reciente gobernanza laboral. Todas las reformas laborales promovidas por el Gobierno Federal en los últimos años han llevado al desamparo a la clase obrera, y su situación empeora con el nuevo modelo de relación obrero-patronal que atenta contra la organización sindical, ya que dispersa a los obreros y los lleva a tratar individualmente con el patrón, desplaza el contrato colectivo de trabajo y deja inerme al obrero. El agravamiento de las condiciones laborales, de la explotación, del abuso y de la imposición de una legislación desventajosa, ocurre en pleno gobierno de la 4T. La reforma laboral de 2017, por ejemplo, no ameritó una “contrarreforma” por parte del gobierno morenista, por el contrario, cambios desfavorables viven los obreros en la reforma efectuada en 2019.

Bajo el capitalismo o neoliberalismo no hay perspectiva de mejora para la clase obrera, sólo empeorar es la “transformación” que toca a los obreros. Se requiere de la decisión de éstos y de su participación en sindicatos para alcanzar conquistas económicas, pero, ante todo, necesita agruparse a nivel nacional hasta crear un partido político propio de la clase trabajadora que conquiste el poder federal y pueda así regular la economía a beneficio de las mayorías empobrecidas. Ahora, o nunca.

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