MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

En tiempos de pandemia y crisis económica, sólo la ciencia puede salvarnos

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La historia de la ciencia, por lo menos en los últimos 400 años para acá, nos ha enseñado que, en tiempos de pandemia, guerra o crisis económica, la humanidad para sobrevivir ha recurrido a la ciencia. Ejemplos visibles lo tenemos en la Segunda Guerra Mundial cuando el primer ministro británico, Winston Churchill, y el secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, Iósif Stalin, recurrieron a la ciencia para salvar a su patria. En el primer caso, el gobierno británico creó el Laboratorio Nacional de Física donde Alan Mathison Turing y un equipo de científicos trabajaron incansablemente para descifrar los códigos generados por la máquina Enigma y así poder conocer el lugar, día y hora de ataque de dicho ejército. Del lado de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el gobierno soviético creó inmediatamente laboratorios de aerodinámica para que con el apoyo de los científicos Ígor Kurchátov y Andréi Kolmogórov se estudiara con más precisión la teoría de la turbulencia o problemas relacionados con las vibraciones de las estructuras de las aeronaves para construir aviones de guerra más veloces para la defensa del país. En el terreno de la pandemia y enfermedades como la tuberculosis, el sarampión, el cólera, la viruela, la varicela, etc., para curarse la humanidad, los países vigorosos económicamente invirtieron ingentes recursos económicos, tiempo y esfuerzo para la investigación científica con el objetivo de crear vacunas y antibióticos. En esta dirección destacó la URSS e Inglaterra en la creación de la penicilina; Escocia con Edward Jenner en la creación de la vacuna contra la viruela; Estados Unidos en la fabricación de la vacuna contra el sarampión, etc. En los periodos de crisis económica, por el ejemplo en el “Crack” del 29, la ciencia y la técnica jugaron un papel predominante para reorientar la economía mundial. La influencia del modelo estocástico de Norbert Wiener en esta crisis fue fundamental. De ahí que cualquier país que quiera salvar a su pueblo de una crisis sanitaria o económica no le queda otra salida más que recurrir a la ciencia, y para ello su cometido principal debe ser inyectar dinero suficiente a la ciencia, la innovación y la tecnología.

Sin embargo, amigo lector, la política del partido gobernante en México va en sentido contrario. No hay un plan sanitario y económico, ni siquiera un plan mínimo para frenar la pandemia y la crisis económica que golpean fuerte y aceleradamente a los mexicanos. En lugar de seguir el ejemplo y la experiencia de los países que se han dedicado a invertir en la creación de industrias farmacéuticas, laboratorios biológicos, físicos y químicos, etc., el gobierno mexicano recurre a la práctica implementada en la Edad Media: la “inmunidad de rebaño”, persecución política a los herejes científicos del Siglo XXI, nula inversión al desarrollo de la ciencia y eliminación de fondos económicos destinados a desarrollar la innovación y la tecnología, como la reciente desaparición de los 109 fideicomisos. El señor Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no comprende o no quiere comprender a propósito que el método científico, creado por Galileo Galilei y René Descartes, es el único método para combatir de manera eficaz la pandemia, la pobreza y la desigualdad. El presidente de la República hace que desconoce o sus intereses lo ciegan y no lo dejan ver que la salvación de la humanidad descansa en la ciencia; ahí está China y Rusia, dos países que le apostaron al método científico y ahora han reactivado su economía y sus estudiantes han regresado ya a sus aulas, desde agosto de 2020 para China, y enero de 2021 para la Federación de Rusia. Dos países productores de vacunas: China por ejemplo ha desarrollado ya cuatro vacunas nacionales, entre las que destaca la vacuna Sinovac adquirida por 45 países y en China ya se han aplicado 145 millones de dosis, superada solamente por Estados Unidos que ha aplicado 168 millones; Rusia por su cuenta, ha distribuido la vacuna Sputnik-V en más de 30 países y aplicado 12.4 millones de dosis a sus ciudadanos (es.statista.com, 6 de abril del 2021). Además de la aplicación de las vacunas, ambos países han implementado y siguen todavía con las medidas estrictas de sanitización, confinamiento y de distanciamiento. No han bajado la guardia a pesar de contar con las vacunas. En México, sucede todo lo contrario, no somos un país productor de vacunas, tampoco de los que han adquirido vacunas suficientes, y ya el presidente de la República plantea que trabajadores y jóvenes se integren a las fábricas e industrias y que los estudiantes y maestros regresemos a las aulas. Pero en ningún momento AMLO y la secretaria de la Educación Pública, Delfina Gómez Álvarez, han hecho el compromiso de remozar las instalaciones educativas, ni han planteado vacunar a los estudiantes y maestros, ni mucho menos comprar insumos médicos para equipar las escuelas cuando los estudiantes regresen a sus aulas. Es una gran irresponsabilidad regresar en estos momentos a la actividad económica y educativa. Los ejemplos de Rusia y China están a la vista, pero AMLO los ignora. En lugar de obedecer las indicaciones de la ciencia y confiar en los milagros generados por ella, prefiere los milagros de sus amuletos.

En tiempos de la pandemia y la crisis económica, pues, no hay que desdeñar la ciencia, no hay que ignorarla y despreciarla; al contrario, hay que abrazarla y apoyarla, porque nuestra vida depende de ella. Ya hace rato que dejamos el tiempo de la improvisación; ya tiene siglos que el hombre ante las pestes quedaba inerme e impotente; ya pasó el siglo de la oscuridad, ahora vivimos en el siglo de la ciencia y de las luces; ahora vivimos en el siglo en el que para el hombre ya no hay imposibles; vivimos en el siglo en que el hombre ha recorrido los confines del universo macroscópico y microscópico. Y esto es gracias al avance de la ciencia, pero solamente en unos cuantos países. Por eso, para que todos entendamos el cometido de la ciencia y con ello lograr un cambio profundo, es necesario y urgente eliminar la desigualdad existente en la educación, ciencia y tecnología; es necesario que haya inversión en la ciencia y que formemos un ejército de científicos humanistas dispuestos a poner la ciencia y sus conocimientos al servicio de los más pobres de esta tierra. Hoy más que nunca, si queremos sobrevivir como especie humana, tenemos que hacer a un lado el “modelo” de la “inmunidad de rebaño” y aplicar de fondo el método científico, que es el único que nos puede salvar.

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