En esta patria nuestra estamos tan acostumbrados a ver las cosas más insólitas urdidas por y para quienes tienen el poder, que cuando suceden cosas o fenómenos sociales verdaderos ya nadie cree, e instintivamente tratamos de encontrarle la verdadera causa. Ni modo, como dice el refrán popular: "el que con leche se quema, hasta al jocoque le sopla". Esto viene a cuento por la repentina noticia hecha por el Gobernador del Estado de la venta del Teatro de la República, monumento histórico de Querétaro y los mexicanos, en 100 millones de pesos.
La construcción de este monumento histórico originalmente llamado Gran Teatro de Iturbide inició en 1845 y fue inaugurado siete años después, el 2 de mayo de 1852. En él se estrenó el Himno Nacional Mexicano la noche del 15 de septiembre de 1854 y en 1867 se reunió el consejo de guerra que sentenció a muerte al Archiduque Maximiliano de Habsburgo y a los Generales Imperialistas Miguel Miramón y Tomás Mejía y donde se promulgó la constitución de 1917.
La historia de este inmueble nos lleva al año 1573 en que hubo una orden real que obligaba a las ciudades a contar con una alhóndiga para aprovisionar de alimentos y granos básicos a la población en posibles emergencias, construyéndose la Alhóndiga de Querétaro en el perímetro de la Plaza San Francisco, entre las calles ángela Peralta y Juárez, cuya propiedad era del Ayuntamiento de Querétaro desde 1578 y dominio original de la Corona española.
Pasada la Independencia de México, en 1845 siendo gobernador Sabás Antonio Domínguez, el pueblo de Querétaro consideró necesario contar con un teatro digno de la ciudad y al ya no ser necesaria dicha Alhóndiga decidieron construirlo sobre 994 m2 del viejo almacén, encargándoselo al arquitecto Camilo San Germán. El Ayuntamiento capitalino consiguió 4 mil pesos necesarios para arrancar la obra al presionar al español don Cayetano Rubio -dueño de las principales fábricas- para que cooperara con el pueblo por el aprovechamiento que hacía de las aguas del Río Blanco (hoy Querétaro).
La guerra contra los Estados Unidos interrumpió la construcción, pero el 29 de abril de 1852 el Teatro de la República fue terminado con dinero que Josefa Vergara dejó a los queretanos a pesar de la reticencia de los conservadores que no querían obras inmorales que dañaran el alma de los pueblerinos, inaugurándose el 2 de mayo del mismo año. Como el presidente López de Santa Ana saqueó el patrimonio de doña Josefa Vergara, quedándose con las haciendas La Esperanza y El Ciervo, el Ayuntamiento de Querétaro decidió repararle un poco los daños cediéndole varios bienes inmuebles, entre ellos donde se construyó el entonces Teatro Iturbide. A partir de los años sesentas lo administran la Oficialía Mayor del Gobierno del Estado, y paga a la Junta Vergara 60 mil pesos a cambio de su uso.
A pesar de que Josefa Vergara dejó clara su voluntad que el ayuntamiento de la "Real Ciudad de Querétaro", fuera el albacea perpetuo de sus bienes con la condición de que estos no fueran vendidos, en 1881 el municipio renunció a su encargo, como lo informó el Ejecutivo del estado entonces presidido por Francisco González de Cosío (1887-1911) quien publicó en el Periódico Oficial, La Sombra de Arteaga, la conformación de una junta presidida por el gobernador y seis vocales nombrados por el primero y en 1992 se conformó la Fundación Josefa Vergara y Hernández, Institución de Asistencia Privada.
La historia del teatro se conoce a la perfección, lo que no se sabe es, en manos de quién quedó en los últimos años el testamento de doña Josefa Vergara que establece que ese inmueble no se puede vender ni embargar, y resulta curioso que mientras el recién inaugurado recinto legislativo que ya se cae en pedazos tuvo un costo de 219 millones de pesos, el Teatro de La República, de incalculable valor histórico llegue a los 100 millones de pesos y que se haya hecho un avalúo sin enterarse el gobierno estatal.
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