Los pobladores de Ocoyucan piden a las autoridades estatales la destitución del presidente municipal. Ya se cumplieron 11 meses desde que los vecinos decidieron realizar un plantón pacífico en la plaza municipal frente a la presidencia ante las autoridades responsables de atender su demanda. Los ocoyuquenses están cerca de vivir dos años bajo el nefando "gobierno" de Francisco Simarrón Ocotoxtle, quien con sus acciones se ha declarado, desde poco después de su llegada al cargo, como un abierto enemigo del pueblo. El descontento de la población no es casualidad. Mientras en el municipio continúa el rezago social como resultado del nulo gasto del erario municipal en acciones que atiendan las demandas más urgentes y sentidas, el edil presenta documentos de obras millonarias que no existen, que jamás se llevaron a cabo, que no construyó.
Ante la incapacidad de la actual administración para generar bienestar social, la gente exige la remoción de Francisco Simarrón. A los motivos antedichos, se suma el desvío por más de 40 millones de pesos, enriquecimiento ilícito, además de emprender una campaña en contra de las personas que simpatizan con el Movimiento Antorchista. Grosso modo, ésta es la causa del plantón y lo que motiva la solicitud de destitución del presidente municipal de Ocoyucan.
Durante todo el tiempo que ha durado la demanda del pueblo, en la que han presentado las pruebas necesarias ante las instancias correspondientes para que actúen de forma expedita, poco, o mejor dicho, nada, han hecho las autoridades para resolver el conflicto. Ni la Secretaría General de Gobierno, ni el Congreso Local han actuado; la interrogante es ¿qué esperan las autoridades del estado para intervenir?
Lamentablemente, el malestar social no es exclusivo de Ocoyucan, también se ha presentado en otros municipios como Felipe ángeles, Santa Isabel Tlanepantla, Tepango de Rodríguez, Chietla, Jolalpan, Chuiautzingo. En los últimos meses de 2015 pobladores de alrededor de 15 municipios protagonizaron intentos de linchamiento y levantamientos contra autoridades locales que terminaron en la quema o toma de las alcaldías. El Poder Legislativo recibió aproximadamente 46 oficios en los que se solicitan investigaciones, auditorías, separaciones de cargo y revocaciones de mandato.
En el panorama estatal se percibe fácilmente el descontento social, mismo que en la mayoría de los casos terminó en actos violentos; sin embargo, la culpa no es sólo de un tropel iracundo al que nadie que lo encauzara correctamente, también influye, como factor importante, el desdén de las autoridades responsables no sólo de atender estos problemas, sino de brindarles una solución expedita.
Aquí donde me permito hacer una comparación en las diferentes manifestaciones de inconformidad. En el caso de Ocoyucan, a casi un año de intensa lucha constante, los vecinos -organizados en las filas del antorchismo-, se han mantenido respetuosos de la ley, sin crear clima de terror ni desestabilizar el orden público. Esto no excluye que haya algunos pobladores de otros grupos que hayan manifestado su intención de replicar el método de hacer justicia por mano propia. Es aquí pues, donde se puede apreciar uno de los aspectos importantes en la labor del antorchismo. Educar a las masas, organizarlas y encauzar sus inconformidades, sus demandas, por el canal adecuado, pacífico y legal, que llegue al beneficio colectivo, lejos de sumar problemas a los ya existentes.
En una sociedad democrática, la inconformidad social es un tema que debe ser atendido en lo inmediato. Escuchar y atender el clamor del pueblo, no darle paliativos, sino aplicar soluciones que ataquen al problema de raíz. Sólo así podrá existir, en los hechos, verdadera democracia y paz social, atendiendo las necesidades de las masas depauperadas, de lo contrario, las circunstancias podrían salirse de las manos y resultar en más acciones fatídicas como las que ya hemos presenciado y que lamentamos, porque nadie, en su sano juicio, quiere eso.
Para los antorchistas, la democracia no puede ni debe ser otra cosa que el instrumento para poner en práctica la decisión de reorientar la vida económica y política de la nación hacia los intereses populares, entendidos éstos como la esencia y la razón de ser de todo estado y de todo gobierno. Pero en Ocoyucan se hace todo lo contrario; existe un gobierno en manos de un alcalde que muestra total aversión a quienes, ejerciendo su derecho de organizarse, le exigen atender las carencias de éste sector social. Aquí, como en muchos otros municipios y estados del país, el descontento popular se debe a causas de orden materiales y tangibles.
El reto consiste, como afirmó el dirigente nacional del antorchismo, Ing. Aquiles Córdova Morán, "en no olvidar al hombre; en no olvidar que la política, aún la más científicamente elaborada, no es nunca más que un medio o, mejor dicho, un conjunto de medios cuyo fin no es, ni puede ser otro, que el de resolver a satisfacción las necesidades vitales, materiales y espirituales, de un conglomerado humano".
Sólo queda una pregunta para las autoridades: en Ocoyucan, la democracia, ¿cuándo?
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