MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

En memoria de Conrado, Mercedes y de Vladimir

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"Madre, si me matan,

que no venga el hombre de las sillas negras;

que no vengan todos a pasar la noche

rumiando pesares, mientras tú me lloras;

que no esté la sala con los cuatro cirios

y yo en una urna, mirando hacia arriba;

que no estén las mesas llenas de remedios,

que no esté el pañuelo cubriéndome el rostro,

que no venga el mozo con la tarjetera,

ni cuelguen las flores de los candelabros

ni estén mis hermanas llorando en la sala,

ni estés tú sentada, con tu ropa nueva.

Madre, si me matan,

que no venga el hombre de las sillas negras.

Lléname la casa de hombres y mujeres

que cuenten el último amor de su vida".

Fragmento del poema "Canto de los hijos en marcha" de Andrés Eloy Blanco.

 

Conrado Hernández Domínguez y Mercedes Martínez Martínez, ambos conocidos cariñosamente como “Conra y Mechita”, eran originarios de Veracruz, y desde muy jóvenes se sumaron a la lucha estudiantil en la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios “Rafael Ramírez” (FNERRR), donde entregaron su juventud, energía y la vida a una sola causa, la más noble, la emancipación del pueblo trabajador.

Años más tarde decidieron, ya como profesionistas, sumarse a las filas del Movimiento Antorchista, para organizar y luchar por la dignificación de la vida de los más pobres en Guerrero; a eso se dedicaron, trabajaron y dieron lo mejor de sí para que el pueblo tuviera una vida mejor.

Aún permanece en mi memoria cuando conocí a los camaradas. Ambos formaron parte del Comité Ejecutivo Nacional de la FNERRR. Conra fungió como responsable en el sureste del país y Mechita fue la tesorera nacional de la organización estudiantil. Recuerdo, de la manera más agradable, las visitas que nos hizo el compañero a la Casa del Estudiante “Dr. Héctor Pérez Martínez”, ubicado en el centro de la ciudad de Campeche, donde, bajo su tutela y ayuda, iniciamos la lucha ante las autoridades gubernamentales para que se nos otorgara la clave e instalaciones propias de la preparatoria de San Vicente Cumpich y el equipamiento y subsidio del Albergue Estudiantil.

La lucha no fue fácil, pero el compañero Conrado logró convencer y entusiasmar a los jóvenes de que pelear por mejores condiciones educativas es un derecho consagrado en nuestra Constitución y además las autoridades de gobierno están obligadas a acatar lo establecido en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Y si no es así, hay que pelear para conseguirlo.

Fue una lucha que ganamos, a pesar de las intimidaciones y amenazas de los testaferros a sueldo del Gobierno estatal. Conseguimos que se reconociera la prepa y más adelante la construcción de las instalaciones, así como el subsidio alimenticio de la Casa del Estudiante, que hasta hoy sigue ayudando a muchos jóvenes en su preparación académica, a formarlos como hombres y mujeres de bien al servicio de los pobres de la patria.

Aprendí mucho del compañero Conrado, de sus consejos, entrega y sobre todo de su ejemplo que influyó mucho en mi formación, que me ayudó a mantenerme firme en la lucha, cuando yo apenas era un estudiante universitario de la carrera de Derecho.

Fue una persona de esfuerzo y trabajo, exigente y serio, pero nunca, jamás perdió la sensibilidad y humildad que lo caracterizó como dirigente, fue además una persona austera y entregado en cuerpo y alma a la lucha y a la educación de la vanguardia estudiantil, en la formación de líderes sociales que los pobres necesitan para educarlos, organizarlos e iluminar sus pasos hacia mejores oportunidades y un mejor futuro de las nuevas generaciones.

Recuerdo la vez que me negaba a encabezar una marcha. Fue de las primeras que realizamos y sin duda tenía miedo e indecisión, del que iban a decir de mí los compañeros de la universidad, aquellos que observaban desde la barda de los salones lo que acontecía, pues obligadamente por ahí pasaría la manifestación en la que formaba parte.

Sobre este suceso, recuerdo las palabras del camarada Conra: “Ya vamos a iniciar la marcha, los jóvenes que están detrás de ti tienen puesto la esperanza y la confianza en tu liderazgo, y los de enfrente, aquellos chavos de tu escuela que observan y se ríen, esos hijos de papi, tarde o temprano reconocerán la lucha que hemos emprendido, que tenemos razón y dejarán de burlarse. Siempre debes tener presente que nuestra causa es más grande, nunca lo olvides, entonces, apúrate que te estamos esperando”.

Y sí, fueron muchas experiencias, convivencias y luchas que enfrentamos en ese entonces los fenerianos, tanto en Campeche como en los otros estados del sureste.

Y la camaradería con la compañera Mechita no era menos, tuve oportunidad de convivir con ella y platicábamos cuando se reunía la Directiva Nacional. Al igual que Conrado, Mercedes fue una compañera que se formó desde muy joven en las filas de la FNERRR, fue aguerrida y combativa y siempre risueña. Su mirada perdurará siempre en el recuerdo de todos los compañeros porque se dedicó a hacer el bien por la juventud. Como líder social organizó, educó y dirigió la lucha de los campesinos y los colonos en Guerrero hacia mejores oportunidades y condiciones de vida.

Ambos realizaron una extraordinaria y noble labor en favor de terceros, especialmente de los más desprotegidos. Ellos se privaron de muchas cosas, incluso de aspiraciones personales, y estaban conscientes de que la lucha no era fácil, de los peligros que se corre y que exige abnegación y disciplina, requisitos que cumplieron a cabalidad hasta el último aliento de su vida. La labor y los resultados del esfuerzo de ambos están a la vista de todos.

Esa labor pudo haber continuado, pero, lamentablemente, a ambos compañeros y a su hijo, el pequeño Vladimir, les fue arrebatada la vida, y lo hicieron de la manera más cruel, por sicarios para quienes exigimos cárcel y todo el peso de la ley.

Los jóvenes líderes antorchistas en Guerrero, Conrado y su esposa Mercedes, fueron asesinados a golpes, en tanto que su pequeño hijo de siete años, Vladimir N., fue asfixiado en el mismo ataque, la tarde del 12 de abril. Por ello, los antorchistas quintanarroenses nos sumamos a la exigencia nacional para dar con los asesinos y aplicarles todo el peso de la ley, tanto a los asesinos intelectuales como a los autores materiales del triple crimen que arrebató la vida a nuestros queridos compañeros.

Conrado y Mercedes eran personas buenas, trabajadoras e inteligentes que siempre lucharon, desde muy jóvenes, en favor de los pobres de Guerrero, en tanto que Vladimir era un niño muy perspicaz y alegre, que apenas tenía siete años, que destacaba en su escuela por su empeño en las materias, su inteligencia y su capacidad para hacer arte y deporte.

Nuestra organización social demanda al gobierno del estado de Guerrero que encabeza Evelyn Salgado Pineda, para que use toda su estructura a fin de garantizar que se haga justicia y se castigue a los responsables de estos crímenes atroces.

Exigimos que el Gobierno del estado ofrezca condiciones de seguridad para todos los antorchistas. Exigimos que cesen las agresiones y asesinatos contra nosotros porque se trata de un grave crimen contra dos luchadores sociales y su hijo, que muestra la vulnerabilidad y descomposición de un país que parece no poder ponerle un alto a los graves problemas que tiene.

Hoy lamentamos profundamente lo ocurrido, pero en memoria de Conrado, Mercedes y Vladimir, daremos la lucha para que se haga justicia. Antorcha no descansará hasta lograr que sus asesinos sean castigados con cárcel y con penas severas. Ese es el objetivo que ahora emprendemos por ellos y por todos a quienes la tiraría, venga de donde venga, les ha arrebatado la vida o intentan hacerlo, que no quede duda. ¡Hasta siempre queridos camaradas!

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