En mi adolescencia fui una apasionada por el fútbol, me gustaba jugarlo y como toda la gente que comparte ese gusto, me aficioné a un equipo. Decía que era Americanista de hueso colorado. Tuve muchas discusiones y malos ratos con compañeros y familiares que eran aficionados a equipos contrarios. Incluso tuve la oportunidad de ver la magnitud del apego que la gente tiene hacia los equipos, (que no es para menos con toda la publicidad y mercadotecnia que se maneja para aficionarnos), cuando vi pelearse a golpes a los espectadores en un estadio, personas ensangrentadas por la furia desatada al calor de un partido. Cuando observé con atención, y con juicio crítico, pude darme cuenta de que la mayoría de los jugadores olvida su "camisa” y abandona a su equipo por intereses económicos. Debido a que el fútbol se ha convertido en una excelente mercancía, y genera mucho dinero, la mayoría de los futbolistas solo se interesa en un equipo si ofrece mayor pago. Fue entonces que abandoné mi afición al equipo y sólo me quedé con el gusto por tan emocionante deporte, y mi admiración por los buenos jugadores sin importar de qué equipo sean.
Me van a disculpar el ejemplo, mi experiencia me alcanza para eso, pero algo parecido me sucede ahora con los partidos políticos. Aunque nunca me he definido por ninguno, ya les he compartido en otro momento que la política no era de mi interés; sí he visto a muchísima gente aficionarse por un partido político, por un color, por una supuesta filosofía política. He conocido gente que ha perdido relaciones de amistad y compañerismo debido a esta aferrada afición, pues como en el caso del futbol, se invierte mucho dinero en publicidad y propaganda política para crearnos una imagen e idea. Sin embargo, los tiempos han cambiado. El colmo del cinismo es lo de hoy. Hace veinte años no hubiéramos imaginado que el PRI y el PAN se juntaran ni de broma, pues sería una mezcla como el agua y el aceite (nunca se harían uno solo), o como juntar a las Chivas y al América en un solo equipo, eso sería inimaginable. Pero en las próximas elecciones al parecer vamos a ver de todo.
Como ya saben, ustedes que se informan, se han formado ya las alianzas, se han fortalecido los grupos políticos para contender y debatirse el poder de la nación en los próximos meses. Y nuevamente mi juicio crítico, me hace sospechar que hemos estado engañados. Los principios filosóficos de cada partido, han quedado en el olvido, sus slogans y sus discursos ya no tienen distinción, y mucha gente sigue peleada con sus supuestos contrincantes políticos, y ahora confundidos, pues si antes le hicieron pensar en enemistarse, ahora le están incitando a hacerse uno solo, olvidando las diferencias pasadas, sin explicación alguna, más que la posesión del poder. Pues, así como muchos futbolistas, muchos políticos se guían solo por su interés económico, no por su vocación de servicio.
"La unión hace la fuerza&rdquo, dicho antiguo y muy popular, que ahora cobra vigencia. Los partidos decidieron unir sus fuerzas para agrandarlas. Y eso no me parece mal, uno como ciudadano (pecando de ingenuidad) esperaría que esta suma de experiencias y fuerzas políticas, se traduzca en un mejor desempeño y la solución a las necesidades del Pueblo. Pero ustedes saben que las alianzas por el poder no son de hoy y no son nada distinto a lo que ya conocemos.
Pero no podremos evitar que se realicen, pues están en su derecho de hacerlo. Lo que sí podemos hacer, es seguir su ejemplo, unirnos como ellos. Dejando de lado los principios, que ellos ni recordaron. Unirnos por nuestras demandas, por nuestras necesidades. Olvidémonos de los colores y tengamos presente que las condiciones que hoy vivimos: desempleo, bajos salarios, inseguridad, homicidios, migraciones, una pandemia descontrolada, insuficiencia de los servicios de salud, ineficiencia en el sistema educativo, insuficientes apoyos de gobierno, etc., son un grito, y a todo volumen, que nos llama a la unión de los pueblos. Es hora de analizar lo que sucede, descomponer la realidad en todas sus partes y buscar una explicación lógica. No es casualidad que nos vaya mal, tampoco creo que se trate de un designio divino. Sino de una mala organización social, sino de un mal gobierno.
Preparémonos todos con nuestras demandas, estemos listos y atentos al desfile de candidatos que acontecerán en la campaña electoral, escuchemos sus propuestas, pero sobretodo expongamos nuestras necesidades, que sean ellas las que nos unan. Unámonos en uno solo, todos los que aún no tenemos nuestro trabajo garantizado, lo que no tienen empleo, los que tienen bajo salario, los que no tienen servicio médico, los enfermos de covid que no podrán curarse so los que ya nos enfermamos y ocupamos atención por secuelas, los que no tienen condiciones en su casa para estudiar, los que no tienen internet ni servicios, los que no tienen vivienda, todos los que pagan renta, y así podría seguirle, y les aseguro que nos reuniríamos la mayoría de la población.
Organizarse como lo digo no es fácil, hace falta quién se ponga a la cabeza, hace falta quien dirija, pero para nuestra buena suerte, existe. El Movimiento Antorchista al que orgullosamente pertenezco, es una organización política con 46 años de experiencia, con una estructura admirable, que le ha permitido alcanzar logros que ni el propio gobierno ha alcanzado. Su experiencia demuestra que la organización del Pueblo si da resultados, concretos y tangibles. Dejemos de pelearnos entre nosotros por principios políticos ficticios e inexistentes, cuando se trata del pueblo no hay diferencias, todos somos iguales, todos adolecemos de lo mismo, y es hora de propiciar un cambio.
En las próximas elecciones el voto unido y organizado será nuestra mejor opción, ¡piénselo!
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