El 1 de diciembre del año pasado, en conferencia mañanera, el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo público el incremento del 20% del salario mínimo, el cual entró en vigor este 1 de enero. Como acostumbra a hacerlo, el mandatario federal agregó que “ahora sí, la gente estaría contenta con esta noticia, porque con este acuerdo van a recuperar el poder adquisitivo. El presidente presumió que al inicio de su administración el salario mínimo era de 88.36 pesos diarios, con el aumento anunciado el salario mínimo alcanzaba los 207.44 pesos diarios. La gente, según el mandatario recuperará el 90% del poder adquisitivo. Como noticia que impacta en los oídos de los seguidores del actual Gobierno federal y del público que se informa poco es, sin duda, algo extraordinario; sin embargo, si nos ayudamos con algunos datos que informan de la realidad del país, nos daremos cuenta que esta impactante noticia contiene elementos no muy alentadores, como por ejemplo, que no toda la fuerza laboral de este país cuenta con un empleo formal, por lo tanto no todos los trabajadores recibirán el beneficio del aumento, el INEGI informa que de los 59.5 millones de la población económicamente activa, solo 25.5 millones de trabajadores tienen un empleo formal, 32 millones trabajan en la informalidad y 2 millones son desempleados. Es decir, que 34 millones de trabajadores no serán beneficiados con este aumento, esto equivale a que solo 4 de cada 10 gozarán del anuncio presidencial. En Guerrero, la situación empeora pues la informalidad es del 80 por ciento, lo que nos indica que solo 2 de cada 10 trabajadores entran en el aumento del salario.
Con estos datos duros, resulta que el incremento del salario mínimo en nuestro país es un ardid que usan tanto los patrones como el gobierno en turno para engañar a la clase trabajadora, argumentándole que con esta acción se le hace justicia. El salario mínimo, como su nombre lo dice, es para que el trabajador no se muera de hambre, pero él y su familia tienen otras necesidades, aparte de los alimentos, necesita una vivienda digna, vestido, garantizar la educación para sus hijos, estar en posibilidad de curarlos cuando se enferman; necesita pagar los servicios de agua, luz drenaje, transporte, etc., por lo que dos o tres salarios mínimos siguen siendo insuficientes para resolver las necesidades que van más allá de la alimentación.
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México es uno de los países donde los trabajadores tienen las jornadas laborales más largas y en donde los salarios son los más bajos, es aquí en donde las empresas reparten la riqueza generada de la manera más desigual; según este organismo, en la Unión Europea, el 25% de las ganancias se le queda a los accionistas y el 73% se destina a los trabajadores. En nuestro país, el 66% es para los dueños de las empresas y el 34% para los trabajadores. El problema crece, pues según la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (Anpec), en el segundo semestre del año pasado, el precio de la canasta básica se incrementó en un 34.87% y la suma de los precios de los productos más indispensables llegó a los mil 708.78 pesos, para adquirirlos se requiere de ocho salarios mínimo. Esta situación, según la Anpec, llevó a que cada siete de 10 mexicanos no les alcance el salario y a dos de cada 10 los orilló a conocer el hambre, porque o se saltan alguna comida o tienen un día de ayuno. Y el tormento se agrava, pues la inflación no se detiene, y día con día el precio de los productos básicos continúa aumentando.
Así pues, este gobierno y otros que surjan del mismo corte jamás dignificarán la vida de las clases trabajadoras; la vida de los trabajadores tendrá que ser mejor, cuando la clase obrera se organice y eduque políticamente, y aglutine al resto de la sociedad y conquiste el poder para hacerse justicia, y gobernar a favor de toda la sociedad, creando fuentes de empleo con salarios dignos.
En las actuales circunstancias, los trabajadores seguirán percibiendo salarios de miseria, a pesar de ser los que generan la riqueza. Por eso los trabajadores de México no se deben conformar con un incremento del 20% del salario mínimo, es mentira que con este aumento el gobierno está saldando una deuda histórica con los trabajadores de menor ingreso, es mentira que con este incremento se reactivará la economía nacional y disminuirá el comercio y el trabajo informal. El pueblo mexicano no debe creerse el cuento de que a partir del primero de enero del presente año recuperó el 90% de su capacidad adquisitiva de la canasta básica, porque desgraciadamente en la mesa de cada hogar mexicano, cada día hacen más alimentos.
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