MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El proceso interno de Morena, la democracia y el pueblo

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Mucho se ha opinado acerca de la reciente reunión del Consejo Nacional de Morena en el Hotel Courtyard, al sur de la CDMX, y de su importancia en la vida política nacional. Sin duda, es una reunión importante porque nos revela el tamaño y características de la vida política y democrática de nuestro país, señaladamente de sus protagonistas actuales y, por ello, nos puede y debe dar una idea acerca de lo que podemos esperar del actual proceso electoral, qué es lo que el pueblo trabajador debería aprender, y qué debe hacer en adelante.

Esta mirada cercana hace falta sobre todo porque la mayoría de quienes ya han opinado se han enfocado en tres aspectos que no son los que al pueblo trabajador le interesan y porque son, precisamente por ello, muy reveladores de lo que sí le interesa, si lo sabemos enfocar.

Desde el punto de vista de los verdaderos dirigentes y dueños de Morena, es el proceso mediante el cual se está definiendo al próximo presidente de la republica, pues, para ellos, la elección de 2024 será solamente un requisito para ratificar lo que hoy están decidiendo. Tal capacidad de decisión, tal fuerza, sea real o imaginada, nos debe recordar los tiempos en los que la elección que importaba era la elección interna del candidato del PRI, pues ya se sabía que ese partido iba a ganar inevitablemente en la elección constitucional. De esta manera, surgió la cultura del tapado y del destape, de la cargada y las guerras de lodo, de los enjuagues políticos y las traiciones entre copartidarios, y el derroche de recursos humanos y financieros para promocionares. Eso cuando el PRI hacía sus elecciones de estado.

Esas fuerzas hoy le atribuyen al mal llamado partido Morena, así lo piensan y así lo han declarado los menos discretos, quienes, además, vuelven a demostrar su verdadera ralea al sentirse ya los amos y señores del país, al repudiar cualquier otra forma o idea que contradiga sus decisiones, y menospreciar a la misma democracia, pues, ya estando ellos en el poder, de lo que se trata es de usar este (el erario por delante) para asegurar, a como dé lugar, que esa posición ya nadie se las quite. Esta soberbia y prepotencia se revela claramente en sus poses afectadas al sentirse superiores y al burlarse de la llamada oposición, metiendo en esta a todos los que se atrevan a contradecirlos o que simplemente no se les sometan y les besen los pies, y gráfica o indirectamente, reírse de sus intentos frustrados, señalarlos con el dedo, llamándolos ardidos u otros calificativos similares y hacerles trompetillas políticas, como si se tratase de un pleito entre niños berrinchudos.

Desde el punto de vista de los que no lo son, pero que se han arrimado al nuevo poderoso, los beneficiarios de la corrupción y el manejo discrecional de los recursos por parte de los primeros, de lo que se trata ahora es de aplaudir lisonjear a los nuevos amos del dinero, para ver qué se les puede pegar o de qué modo pueden quedar bien con ellos, para que algo salpiquen hacia los lados. Los lambiscones se multiplican siempre de manera directamente proporcional al poder del político corrupto, al igual que la flexibilidad de su espinazo y la longitud de su lengua. También nos debería traer recuerdos de las épocas más sucias y violentas del partido de estado, estamos viendo florecer nuevamente los tiempos de canallas.

Desde el punto de vista de la oposición política, tiene dos caminos, al igual que en esos tiempos anteriores que ya mencioné: o se somete a la realidad política y se suma a la cohorte de aduladores y oportunistas, o conserva su decoro y se mantiene firme en defensa de la verdadera democracia (por lo menos de la que nos ha quedado en nuestras leyes), de la dignidad y de la verdadera libertad de pensamiento y de acción, a pesar de que eso pueda significar la segregación, la persecución y hasta la cárcel o la vida.

En este marco se deben interpretar todos esos discursos melifluos y oportunistas acerca del poder de Morena y de Andrés Manuel López Obrador y de que ellos tienen el sartén por el mango y son los nuevos amos de la política… ¿Y el pueblo?, ¿y la democracia?

El Consejo Nacional de Morena no es el pueblo, ni siquiera es un verdadero consejo, pues, al igual que ha sucedido con todos los aliados de AMLO desde que fabricó al partido Morena, y más aún, ya con el poder, lo ha hecho con los diputados y senadores, se trata de organismos sin criterio y sin voluntad, convocados nada más para dar formalidad a las decisiones y voluntad del presidente, y se han convertido en verdaderos tapetes para que él pise e imponga, como si fuera la decisión de algún colectivo, su voluntad que, como hemos visto una y otra vez, es fruto de la soberbia, de la vanidad, de la corrupción y del capricho, para desgracia de todos los mexicanos que sufrimos semejante abuso. ¡Esa es la actitud!, gritan los merolicos y aplaudidores de Morena, pero en realidad es la falta de actitud; es la degradación de la política a sus niveles más bajos, es la acción corruptora del mayor oportunista de todos los tiempos en México.

El Consejo Nacional de Morena y su proceso de elección interna no son democracia, no son, menos, el pueblo tomando decisiones. Es precisamente el pueblo el gran ausente en semejante circo y ausentes están también los interese generales de la nación y del pueblo trabajador en particular; el gran afectado y secuestrado por los nuevos oportunistas son la democracia y el pueblo mexicano.

Estos tienen la palabra y en esto no cuentan ni con la falsa izquierda que hoy le besa las botas a AMLO, ni con los liberales que están ciertamente perdidos sin el poder y no saben cómo remontar. Urge que el pueblo trabajador se decida a organizarse, convertirse en fuerza política, pelear en ese terreno el poder de la nación y ganarlo para hacer con él lo que los oportunistas, liberales y neoliberales jamás van a hacer: salvar a nuestra democracia y al pueblo mismo.

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