MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El Metro de la CDMX, ¿trampolín o lastre de los políticos de la 4T?

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Se está haciendo costumbre para los habitantes de la Ciudad de México (CDMX) amanecer con noticias sobre fallas en el Sistema de Transporte Colectivo Metro. El Metro, como usualmente lo llaman los capitalinos, es el sistema de transporte público más grande de México. Aquí se movilizan 4.6 millones de almas humanas diariamente. Es un fenómeno sorprendente ver cómo en las horas pico los usuarios son capaces de compactarse por cientos en espacios tan reducidos y cómo, si existe, aunque sea el mínimo resquicio para abordarlo, siempre cabe uno más. En los nueve vagones que posee cada tren del metro de la CDMX caben 1,530 personas, 360 sentados y 1,170 parados. 

Los accidentes

Las noticias abordan desprendimiento de vagones, cortos circuitos, incendios, entre otros, y las explicaciones oficiales de esto vienen a abonar a los tan abundantes mitos que existen sobre el Metro. Por ejemplo, como que se desprenden vagones del tren porque una tuerca se reusó a seguir funcionando, o como que alguna señora ama de casa “arrojó un aspa de lavadora” a las vías para “sabotear las operaciones”, u otra, como que tres sujetos fueron detenidos en diferentes estaciones porque arrojaron su celular a las vías del Metro (como si en esta época todo mundo no estuviera pegado a esos aparatos). Esos, aunque parecen mitos, son algunas versiones que han manejado oficialmente las autoridades e instituciones del Gobierno de la CDMX para responder a los cuestionamientos de porqué hay accidentes frecuentemente en este sistema.

Las explicaciones 

El 27 de enero del año en curso, el vocero de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México informó que el choque de trenes acaecido el 7 de enero del mismo año en la Línea 3 del metro (Indios Verdes-Universidad) se debió a dos causas: 1) a la quema y corte con dolo (voluntad deliberada de cometer un delito a sabiendas de su ilicitud) de cables de comunicación, señalización y pilotaje automático y 2) a la conducción negligente del operador por no respetar las medidas de seguridad. La hipótesis que maneja la fiscalía es la misma que manejó la gobernadora de la Ciudad de México, doctora Claudia Sheinbaum, casi inmediatamente ocurrido el suceso, porque consideró que “han venido ocurriendo en los últimos meses episodios anormales… no quisiera ponerle nombre, pero sí se tratan de momentos, acciones, hechos atípicos en el Metro". Acto seguido, anunció que la Guardia Nacional (GN) haría presencia en el Metro para que vigilara que estos sucesos no se repitieran. 

Es decir, siguiendo la cronología de los hechos, inmediatamente ocurrido el hecho se afirmó que fue sabotaje, y para evitarlos se instruyó -con anuencia del Gobierno federal- que la GN se hiciera cargo de la vigilancia. Después, la Fiscalía de la Ciudad de México “confirma la hipótesis” y, además, vincula a proceso y da cárcel preventiva al conductor del metro. Esta es la versión del Gobierno de la Ciudad de México y sus consecuencias. 

Pero existe otra más acorde con la realidad: la falta de mantenimiento. Esta otra versión ha sido contradicha por el Gobierno de la CDMX, pero los datos muestran otra realidad. De las acciones programadas y acciones realizadas de mantenimiento, según “El economista”, es la siguiente: en 2019 se cumplió con el 85.7%, en 2020, 54.3% y en 2021, 56.8% de las acciones que se debieron ejecutar. Es decir, en la administración de la doctora Sheinbaum se dejó de dar mantenimiento al Metro. Esto no es una opinión, son datos que obtuvieron de la cuenta pública de la Ciudad de México, datos que sintetiza y organiza el periódico. 

Trampolín o grillete

Dada estos últimos datos y la versión del Gobierno de la Ciudad de México, ¿por qué se niegan a reconocer que hubo falla en la administración pública para afrontar el problema?, ¿por qué, si eran hechos ocasionados por el sabotaje, las fallas y accidentes no pararon una vez que la Guardia Nacional tomó la vigilancia en sus manos? La explicación plausible es que existe una reticencia de la gobernadora para afrontar con responsabilidad y honestidad el error de su administración, pues se dejó de lado el mantenimiento. 

Este comportamiento es sintomático de los servidores públicos del sistema político mexicano, un comportamiento que en este sexenio el Ejecutivo federal dijo que estaría desterrado de la administración pública. Hablando de los problemas que tiene el Metro -desde que la doctora Claudia asumió el gobierno- no trascendió el hecho de que se haya derrumbado la Línea 12 del Metro, no hay una investigación que haya determinado y deslindado las responsabilidades; es más, no existe algún funcionario público que esté asumiendo las consecuencias de ello. Esto ha sido sistemático con otros problemas más pequeños. Ahora la novedad es que además de no aceptar la responsabilidad acusan a los trabajadores del Metro y a su falta de pericia. 

Negar la irresponsabilidad del Gobierno de la CDMX es una estrategia que ha decidido seguir la doctora  Claudia y toda la estructura partidista y gubernamental que la respalda como la candidata favorita y más fuerte a la sucesión presidencial de 2024, por el partido Movimiento de Regeneración Nacional y el presidente de la República. Lo que esta estrategia va evidenciando es que partido político y gobierno están mezclados para ejercer el poder a conveniencia de un grupo político, el de la denominada 4T. Se aprecia así cuando la Fiscalía se presta a sostener la versión del sabotaje o cuando muestra “incapacidad” para la investigación limpia y certera de los hechos con lo ocurrido en la Línea 12 o cuando se usa a la Guardia Nacional para alimentar una versión paranoica e irracional; además, todo esto se hace con anuencia del presidente. 

Al final, parece que la versión del Gobierno de la CDMX se va diluyendo poco a poco por inverosímil, y los capitalinos van tomando conciencia de que el Metro se está convirtiendo cada vez más en un transporte poco seguro. Si los políticos de la 4T y su administración fueran sensatos, sabrían que apostar por un sistema de transporte público eficiente y económico para los capitalinos sería un camino mucho mejor para ganar acreditación ante los ciudadanos, pero, dada su incapacidad y su poco compromiso con las necesidades sociales, prefieren la parafernalia y la deshonestidad antes que resultados sociales. Esto quiere decir que el Metro pudo ser un medio por el cual la doctora Claudia Sheinbaum hubiera ganado la simpatía de los capitalinos si hubiera apostado desde el principio de su administración por mejorarlo y ampliarlo, pero no, se decantó por la parafernalia -limpiando los letreros y haciendo el aseo- y por potencializar su imagen política con “acciones de gobierno” poco trascendentes para los capitalinos. 

Pagar los platos rotos

La masa de trabajadores que se mueve diariamente sufre las consecuencias de un transporte desorganizado, ineficiente, sucio, obsoleto e inseguro. Viajar jornadas de hasta cuatro horas es ir apretado “como sardinas”. A la de por sí difícil situación de la vida económica de los capitalinos se suma el deplorable Metro de la Ciudad de México. Por ello es necesario que los citadinos, así como han sido siempre la vanguardia de la efervesencia política, se propongan exigir más y mejor servicio de transporte público, incluido el Metro. Solo una exigencia de ciudadanos organizados puede garantizar un mejor vida en la Ciudad de México. 

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