MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El “humanismo mexicano” y la realidad

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El presidente Andrés Manuel López Obrador publicó en sus redes sociales un video en el que explica su modelo de gobierno al que llamó “humanismo mexicano”, del cual habló en su discurso de la marcha que encabezó el pasado 27 de noviembre.

“Entre otras cosas, ayer propuse bautizar nuestra forma de gobierno como humanismo mexicano. Brevemente expliqué algunos fundamentos y, poco a poco, lo iremos definiendo entre todos porque necesitamos heredar una teoría propia”. ¿López Obrador teórico? ¿Su teoría se definirá poco a poco y entre todos? ¿Heredará, en efecto, una teoría propia?

Desde mi muy modesto punto de vista, que de ninguna manera se propone alcanzar las alturas de constituir una teoría propia, sino simplemente allegar a los posibles lectores algunos de los hechos contantes y sonantes, algunas de las manifestaciones de la realidad que ayudan a poner en sus justos términos, tanto la categoría de teoría propia, como su capacidad de transformarse en realizaciones en beneficio del pueblo trabajador.

El humanismo mexicano, por todo lo que tenga de humanismo, ni es un descubrimiento de López Obrador, ni tiene grandes realizaciones que presumir para tener el privilegio de pasar directo a la historia nacional.

El humanismo es una corriente de pensamiento que surgió a fines de la Edad Media, más precisamente, del modo de producción feudal en Europa, y que, en diferentes ramas de la actividad espiritual, sintetizaba y defendía los intereses de la nueva clase que estaba surgiendo y haciéndose fuerte en el seno de la vieja sociedad, particularmente, en los novedosos centros urbanos, esto es, la clase burguesa.

Se expresó, por ejemplo, en el arte, en la pintura y la escultura, colocando en el centro de sus preocupaciones y temas, en el lugar que antes ocupaban las imágenes religiosas, el cuerpo humano, no pocas veces, desafiantemente desnudo. El humanismo, pues, no fue nunca una corriente de pensamiento ni de medidas prácticas en favor de los siervos de la gleba ni, más en general, del pueblo trabajador, siempre fue una expresión teórica y práctica de los intereses de la burguesía.

Como lo demuestran las realizaciones de la llamada Cuarta Transformación, ahora, pretendidamente, humanismo mexicano, se trata de una pálida repetición de la misma política a favor de la misma clase. Sólo que ahora, apoyada en los modernos medios de comunicación, difundida mediante una pavorosa agresión ideológica. ¿Humanismo mexicano? ¿Sí? Cito una parte del reportaje sobre la vida en la Montaña de Guerrero de la periodista Laura Poy Solano, publicado en el periódico La Jornada el lunes cinco de diciembre de 2022: “En escuelas con muros de adobe o bajo techumbres de lámina, sin infraestructura ni equipamiento, maestros rurales, en su mayoría mujeres, atienden a niños y adolescentes hablantes de la lengua me’phaa. En esos planteles multigrado, afirman los educadores indígenas, muchas veces ni el pizarrón sirve porque, de tan viejo, ya no se puede escribir en él… Los estudiantes de primaria, en su mayoría indígenas, cuidan chivos y cortan leña antes de ir a la escuela. Además, muchos asisten pocos meses al año a clases, pues cada 2 de noviembre se van con sus padres a los campos de Sinaloa a pizcar uva o tomate, porque también son migrantes jornaleros, exponen educadores de la región, quienes pidieron el anonimato”.

Esta realidad existe y persiste tercamente, aunque López Obrador quiera ganar la discusión diciendo que él tiene otros datos. México entero sabe, perfectamente, que una de las grandes realizaciones de este régimen que ahora ya considera que le queda pequeño el nombre de Cuarta Transformación y quiere ascender a humanismo mexicano, ha sido, hasta ahora, la construcción e inauguración de un nuevo aeropuerto que podrá usar (si se decide a cambiarlo por el antiguo) el ocho por ciento de la población mexicana, que es la que tiene la capacidad económica para viajar en avión.

El Tren Maya, para ricos también, todavía está en construcción y, por tanto, tampoco sirve para apuntalar el nuevo nombre con el que, con herencia teórica, se beneficiarán los trabajadores mexicanos.

Bueno, quizá diga alguno de los defensores que tiene López Obrador y que cobran en alguna nómina, “pero esa cita de Laura Poy Solano se refiere a una remota zona mexicana muy pequeña y nada representativa de las grandes transformaciones del humanismo mexicano”. Para los que piensen así, hay otra que abarca a muchos mexicanos más, ésta de El Sol de México del 30 de noviembre pasado: “El número de personas que sólo gana un salario mínimo en México incrementó en octubre del 2022, cuando en el último año se sumaron 540 mil 053 empleados con un único salario, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), del total de la población con empleo, que es de 58.4 millones de personas, 18 millones 732 mil 162 perciben únicamente un salario mínimo, el cual corresponde a 172.87 pesos diarios. Por otro lado, el número de personas que perciben entre dos, tres, cuatro, cinco o más salarios mínimos por su trabajo disminuyó, informó la institución. A octubre del 2022, se perdieron 120 mil 131 empleos en los que las personas percibían entre dos y tres salarios mínimos”.

Los del salario mínimo, cuyo número va en aumento, no alcanzan a comprar la canasta básica, ni la alcanzarán aunque les concedan el aumento que se anuncia y, los que perciben entre dos, tres, cuatro, cinco o más salarios mínimos disminuyeron en cantidad, pero no porque hayan subido de nivel, no porque hayan arribado y se hayan instalado en la clase media, sino, como lo señala la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), porque se perdieron más de 120 mil empleos, porque ahora hay más desocupación.

Finalmente, tomemos en cuenta la marcha más inmensa de todas, más concurrida que la del 13 de noviembre y más que la del 27 de noviembre, una inmensa marea humana que no es ni acarreada, ni recibe bocadillo y jugo, ni la mueven amenazas, una muchedumbre que paga por marchar. Estamos hablando de todos los que, supuestamente beneficiados inmensamente por el humanismo mexicano, abandonan a su esposa y a sus hijos tiernos y se van lejos, a trabajar al extranjero, no pocas veces, para siempre. Pongamos atención a lo siguiente:

“México se mantiene como el segundo receptor de remesas en el mundo (¡en el mundo!) al captar 54 mil millones de dólares el año pasado, sólo detrás de India, que sentó un precedente al recibir 100 mil millones de dólares en transferencias familiares también en 2021”, informó el Banco Mundial (BM). La tragedia social, pues, ya existe…y avanza incontenible: “Se proyecta que en 2022 el país latinoamericano registre entradas récord de 60 mil 300 millones de dólares, 11 por ciento más que el año pasado”. Ese, y no las declaraciones de la mañanera, es el llamado humanismo mexicano que, fiel a su modelo original, diseñado para combatir a los privilegiados feudales y favorecer a la burguesía, perseguía la mayor felicidad posible, pero no para la mayoría, sino para una exigua minoría, por lo demás, sin cesar decreciente. Usted decide si se adhiere.

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