La Unesco reconoció hace unos días al bolero mexicano y cubano, como patrimonio inmaterial de la humanidad, título más que meritorio para este género que logró hermanar a dos naciones a través del arte con una especie de sincretismo musical. El origen diverso del bolero en un solo género ha trascendido el tiempo y el espacio y hoy se consagra con tan noble título.
El origen del bolero se remonta al siglo XIX en Cuba. Aunque existen diferentes teorías sobre su origen, se cree que el bolero surgió como una fusión de ritmos africanos y españoles. En sus inicios, el bolero era un género musical bailable, con ritmos sincopados y letras alegres.
A medida que el bolero se fue popularizando, comenzó a evolucionar y adquirir características propias. En la década de 1930, el bolero se estableció como un género musical sutil y seductor, con letras melancólicas y melodías suaves. Fue en esta época cuando el bolero comenzó a ganar popularidad en nuestro país.
En México, el bolero encontró su máximo esplendor a mediados del siglo XX. Durante esta época, el bolero mexicano se convirtió en un fenómeno musical que trascendió fronteras y se ganó el reconocimiento internacional. Grandes compositores como Agustín Lara, Consuelo Velázquez, María Grever, Gonzalo Curiel, entre otros, contribuyeron a la popularidad del bolero mexicano con sus hermosas composiciones.
Grandes compositores como Agustín Lara, Consuelo Velázquez, María Grever, Gonzalo Curiel, entre otros, contribuyeron a la popularidad del bolero mexicano.
Agustín Lara, conocido como "El Flaco de Oro", es considerado uno de los grandes exponentes del bolero mexicano. Sus célebres composiciones se han convertido en verdaderos himnos del género y han sido interpretadas por innumerables artistas a lo largo de los años. Con el título de músico-poeta, dejó un legado imborrable en la música mexicana y su influencia perdura hasta el día de hoy (aunque no sólo en este género).
Aunque el bolero mexicano tuvo su apogeo en las décadas de 1940 y 1950, su influencia perdura hasta el día de hoy, siendo uno de los elementos característicos de nuestro país, no solamente por la maestría científico-musical que implica su composición, sino por su historicidad y el gran ejemplo que muestra que el pueblo mexicano, al ser educado, puede alcanzar grandes logros.
En la actualidad, cuando la música comercial está tan llena de sintetizadores y melodías grotescas, de letras soeces que nada inspiran a la sensibilidad y mucho menos al intelecto, el reconocimiento de este género tan importante para los mexicanos es una bocanada de aire fresco, pero hay una deuda más y aún más grande.
¡Debemos cantar boleros! Levantar una barrera infranqueable y nacionalizadora que llene de orgullo al pueblo de México y su música; tenemos que revivir a los grandes músicos de nuestro país pero, sobre todo, reivindicar la figura del bolero y, quién sabe, tal vez incluso los más avanzados, incursionar en el género y seguir sosteniéndolo para no apagarlo nunca.
Los antorchistas celebramos siempre nuestros eventos culturales con música que enaltece el corazón y el espíritu; aquí, entre nosotros, el bolero tiene un lugar preponderante y sus grandes intérpretes, de nuestro pueblo, son sin duda seres extraordinarios que nos entregan en llama prometeica la prueba irrefutable del gran valor del arte hecho en nuestro país.
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