MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Discurso polarizador en contra del pueblo trabajador

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He dicho, en diversas ocasiones, que un mundo mejor sí es posible, que una sociedad justa, en dónde todos tengamos una vida digna, fruto de nuestro trabajo y unidad cono pueblo, no es un sueño guajiro, que no es idealismo ingenuo, y me he atrevido a asegurar que los antorchistas sabemos el camino para lograrlo y estamos dispuestos y hasta comprometidos a andarlo.

Lo sostengo y confirmo, además de hacerme totalmente cargo de que no se trata de hablar, pues hablar es fácil, sino de trabajar en serio respetando al máximo la inteligencia y coincidencia de los más pobres con esta noble causa.

Una explicación completa de cómo lograrlo, no cabe en tan breve espacio, por lo que no hay más remedio que tratarlo por partes. Uno de los aspectos más importantes es la unidad del pueblo, como condición necesaria para el éxito en esta empresa transformadora.

No todos somos iguales, por lo que hablar de la unidad de todos los mexicanos es un eslogan que puede ser útil, tal vez, para armar una porra en apoyo a la selección mexicana o a un nacionalismo ingenuo, ese sí, pero suficiente para distinguirnos de quienes no son mexicanos. Las reales diferencias sociales, las que importan para lo que estamos tratando, son las clases sociales.

Sí, todas las sociedades capitalistas, como la mexicana, están divididas en clases no solo contrarias sino antagónicas, cuyos intereses son total e inevitablemente opuestos e inconciliables; la unidad así de todos los mexicanos, solo puede servir para engañar a los más humildes, para que acepten por el bien de la nación el yugo y la explotación por parte de los dueños de las empresas, del dinero y de nuestras propias vidas; es la unidad en la que las mayorías trabajadoras aceptan sumisas y abnegadas su pobreza y hambre para poder construir la riqueza de unos cuantos. Esa unidad no es la que le sirve al pueblo para acceder a una sociedad mejor.

Debemos aceptar la división en clases sociales, tan real que la tarea es exterminarla, lograr la igualdad de verdad, no como frase cursi de estampita, sino como propósito científicamente realizable: poner fin a la división en clases sociales, eliminando su causa, generando las condiciones materiales y económicas para que todos seamos iguales desde ese punto de vista, para que ya no haya unos cuantos ricos contra millones de pobres. Pero eso será resultado de un cambio profundo y habrán de pasar muchas generaciones antes de que esas diferencias se disuelvan y seamos todos solo humanos, hermanos los unos de los otros.

Hoy, no somos iguales y reconocerlo nos permite comprender qué unidad es la que necesitamos para poder transformar a la sociedad. Es la unidad de la clase trabajadora, de lo que solemos llamar el pueblo, no como nación o entidad discreta en cuyo seno no se distinguen las clases. Para no detenernos en explicar cómo distinguir la clase social, en este concepto del pueblo caben, como dijo el maestro Aquiles Córdova Morán, no solo los obreros y trabajadores asalariados en general, sino los subempleados o desempleados, los jornaleros, los pequeños agricultores y minifundistas, las etnias indígenas y grupos vulnerables, los pequeños artesanos y comerciantes que tienen su taller o negocio, maestros y profesionistas humildes, artistas e intelectuales independientes y progresistas; es decir, “la gran masa irredenta, a la que todos ofrecen y a la que todos engañan y traicionan, la que anhela una patria mejor, más digna y más justa, la que está movida por ansias ancestrales de justicia por haber padecido la injusticia y la burla generación tras generación, la que ansía grandes y sabias transformaciones en todos los órdenes” (Fidel Castro, “La historia me absolverá”, 1953). Esta unidad es la que necesitamos para crear esa fuerza social capaz de transformar al país para bien.

Si esto es así, como yo afirmo que lo es, en este trabajo de unificación es asunto de vida o muerte, de fracaso o de éxito, incluir a los estratos que se suelen mal llamar la clase media, sobre todo porque es el mismo sistema y su ideología los que se dan a la tarea de engañarles, haciéndoles creer que su lugar social es al lado de los poderosos, de las clases explotadoras, que, si se esfuerzan y le hacen caso a la ideología egoísta e individualista, pueden acceder a una vida cómoda, mejor a la que tienen y, si es dable, escalar a las clases burguesas, hartas de comodidades y lujos con los que los hace soñar, alejándolos de la idea de unidad, de trabajo colectivo para el progreso comunes.

Por eso, muchos mexicanos de las clases medias, y hasta proletarios, ya no piensan en sus intereses como clase trabajadora, pierden su capacidad racional y se enajenan, aspirando a subir a un rango social que les está negado de antemano, despreciando a los que consideran mediocres e incapaces de superarse por su propio esfuerz”, imposibilitándolos para solidarizarse con sus verdaderos aliados históricos en la tarea de construir un país como todos lo deseamos, progresista y justo.

Pero las clases poderosas y sus ideólogos están en lo suyo, no se podía esperar otra cosa; lo insensato, la torsión, está en el hecho de que falsos activistas sociales, que se dicen revolucionarios, abonen a esta desunión del pueblo, a veces con más empeño e ingenio que los ideólogos burgueses, y en vez de ayudar a su unidad, empujen a los aliados del pueblo, a los brazos alegres y libidinosos de la burguesía. Esta nunca los va a considerar de su clase, ni aliados verdaderos sino simpáticos incautos que les engordan el bolsillo soñando un mundo del que ellos mismos les segregan o, cuando más, instrumentos útiles en esto de explotar el trabajo ajeno, buenos para enajenar al auténtico pueblo pobre, y para hacerles el trabajo sucio.

Pues esto y no otra cosa es lo que hace el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y sus cómplices del seudo partido Morena, en su sucia y malhadada campaña contra de las clases medias, a las que insulta llamándolas aspiracionistas, corruptos sin escrúpulos, fifís, individualistas, egoístas, neoliberales, neo porfiristas, inmorales enfocados al progreso material, y otros vituperios por el estilo.

Así, en su discurso polarizador, separa y opone no a las clases explotadas contra las explotadoras, no al pueblo trabajador en contra de los grandes millonarios que son sus verdaderos verdugos, sino a un amasijo que él llama el pueblo bueno que lo es solamente porque lo apoyan a él y a su abortado proyecto de gobierno, en el que caben todos los que se arrodillen para besarle las botas, sean auténticos trabajadores o la sarta de lambiscones y oportunistas, acomodaticios y aplaudidores que lo alaban día con día, desde los más corruptos de la vieja mafia del poder, purificados, hasta los empresarios millonarios de México que sí lo apoyan, pasando por los capos y sicarios del crimen organizado que también son pueblo y de relleno, como carne de discurso, los beneficiarios de sus programas a quienes llama mascotas y solovinos, todos a quienes exige lealtad a ciegas y, claro, su voto, so pena de pasar automáticamente y sin remedio al bando de sus opositores, conservadores y corruptos.

El discurso polarizador de López Obrador está, realmente, en contra del pueblo trabajador. No es la interpretación correcta de la lucha de clases, del partidismo de la filosofía que establece la ciencia, resultado de la correcta interpretación de los fenómenos sociales y sus leyes internas, sino un engaño reaccionario disfrazado de izquierdista, que pretende hacer pasar por radical su oportunismo, que tiene su explicación teórica en la ausencia de una ideología científica, y su explicación práctica en su ansia de poder y el oportunismo inescrupuloso, la degradación moral de AMLO, con el beneplácito y apoyo conveniente de los verdaderos beneficiarios del capitalismo mexicano quienes están detrás de él, sosteniéndole y protegiéndole, felices de su servicio lacayuno que tiene como resultado: primero, la desviación de las esperanzas del pueblo trabajador, su enajenación disfrazada de izquierdista; segundo, su fragmentación y separación, haciendo a las clases medias alejarse del pueblo para pasarse con todo su bagaje al bando de los ricos; tercero, de pasada, proporcionarles a estos, a los ricos capitalistas y sus esbirros ideólogos, material abundante en los errores criminales de AMLO para atacar al movimiento de izquierda en su conjunto y ponerlos en ventaja en la lucha ideológica que deben librar los verdaderos luchadores sociales.

Es un honor estar con obrador, bien pueden decir los explotadores que están súper contentos y felices con la 4T, pero el pueblo debe despreciarlo y alejarse de él.

 

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