MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Día de Muertos, una tradición muy mexicana

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“Vida Garfio”


Amante, no me lleves, si muero al camposanto.

A flor de tierra abre mi fosa, junto al riente

alboroto divino de alguna pajarera
o junto a la encantada charla de alguna fuente”.


A flor de tierra, amante. Casi sobre la tierra,

donde el sol me caliente los huesos, y mis ojos,

alargados en tallos, suban a ver de nuevo

la lámpara salvaje de los ocasos rojos.


A flor de tierra, amante. Que el tránsito así sea

más breve. Yo presento

la lucha de mi carne por volver hacia arriba,

por sentir en sus átomos la frescura del viento.


Yo sé que acaso nunca allá abajo mis manos

podrán estarse quietas.

Que siempre como topos arañarán la tierra

en medio de las sombras estrujadas y prietas.

 

Arrójame semillas. Yo quiero que se enraícen

en la greda amarilla de mis huesos menguados.

¡Por la parda escalera de las raíces vivas!

¡yo subiré a mirarte en los lirios morados!

 

Con este hermoso poema de la gran poeta Juana de Ibarbourou, los antorchistas celebramos las tradicionales fiestas del Día  de Muertos.  

Desde su título, el poema nos invita a rebelarnos contra la muerte. El garfio es un instrumento de hierro, curvo y puntiagudo, que se entierra y sirve para aferrarse a algún objeto. De esta manera el mensaje es aferrarse a la vida, luchar por la vida, aún en las circunstancias más adversas.

La muerte, que es ineludible, es una ley muy severa, ante la cual no hay lucha posible que pueda triunfar, la rebeldía ante la muerte es lo que plantea este gran poema. El pretender continuar vivo después de la muerte y para eso transformarse en parte de la naturaleza, sin perder jamás la conciencia que se tuvo, eternamente, con los sentimientos y sentidos despiertos a través de una planta, transformar ese cuerpo material y ser parte de la naturaleza, es la forma de mantenerse vivo después de la muerte.

El planteamiento de seguir escuchando, viendo, conservando la conciencia, sintiendo la vida a través de la naturaleza es realmente enternecedor.   

La vida después de la muerte siempre ha sido un tema muy polémico. Los grandes filósofos, las diversas religiones que existen, los intelectuales, los científicos, etcétera, a su manera tratan de explicar el fenómeno de la muerte, generando leyendas, hipótesis científicas, novelas, poemas, toda clase de tratados para tratar de explicarla. Sin embargo, al final, todos han concluido que todo lo vivo algún día tendrá que morir. La ley de los contrarios se cumple cabalmente. Ante la muerte nadie ha ganado una batalla. 

En México, la tradición de honrar a los muertos viene desde las culturas prehispánicas.

El hanal pixán o "comida de las ánimas" es una tradición del pueblo maya que se lleva a cabo para recordar de una manera especial a los amigos y parientes que se adelantaron en el viaje eterno. Es un acontecimiento especial para los deudos de los difuntos, pues saben que, en estos días, del 31 de octubre al 2 de noviembre, las ánimas "reciben permiso" para visitar a sus familiares.

El primer día se dedica a los niños y le llaman U Hanal Palal. El segundo día, 1 de noviembre, está dedicado a los adultos muertos y le llaman U Hanal Nucuch Uinicoob, y el tercer día es el U Hanal Pixanoob llamado en algunos lugares misa pixán, porque ese día se aplica una misa dedicada a las ánimas, por lo general en el cementerio de la población.

La tradición incluye varios ritos, pero el principal consiste en poner una mesa que funciona como altar, alumbrada con velas de cera, debajo de los árboles del patio y cerca de las sepulturas de los familiares, donde se coloca comida típica de la temporada: atole nuevo, pibes o mucbipollos, jícamas, mandarinas, naranjas, xec (mezcla hecha con naranja, mandarina, jícama y otras frutas, así como chile molido), dulce de papaya, coco y pepita, tamales de x’pelón, vaporcitos, balché (bebida embriagante que se hace con la corteza de un árbol que se llama así), pan dulce y jícaras de sabroso tan-chucuá (atole que se fabrica con masa de maíz, cacao, pimienta y anís). Todo eso adornado con veladoras, flores, ramas de ruda y las fotografías de las personas fallecidas.

Los antorchistas planteamos que la mejor forma de honrar a los muertos es con nuestras acciones: con la lucha día a día por construir un mundo mejor.

El día de los niños difuntos el altar es decorado con un mantel bordado en tonos alegres, en el que se colocan, además de los alimentos, dulces y juguetes, y se adorna con flores de xpujuc (de tipo silvestre y color amarillo), xtés en color rojo y virginias.

Estas viandas pasan toda la noche del 1 al 2 de noviembre en esos pequeños altares, debajo de los árboles. Y cuando las almas de los difuntos "han tomado la gracia", los familiares de aquellos meriendan los mucbipollos y los pibinales, y se toman el atole y el balché.

Una semana después, se efectúa el bix (“ochovario” del Día de Finados, se dice también de la reunión o fiesta que se hace a los ocho días de algún acontecimiento) u octava, que es una especie de repetición menos complicada que la anterior.

En las noches de esos días, en las puertas de las casas y en las albarradas se encienden hileras de velas para que las almas vean su camino al venir y al retirarse de la población al terminar los finados, según el departamento de Arte y Cultura de Yucatán.  

Por nuestra parte, los antorchistas planteamos que la mejor forma de honrar a los muertos es con nuestras acciones: con la lucha día a día por construir un mundo mejor.

Por lo anterior, en Antorcha nuestros compañeros siguen vivos, sus ideales son nuestros ideales, sus luchas son nuestras luchas, los caídos en defensa de esta noble causa vivirán eternamente en el pensamiento del pueblo y de futuras generaciones.

Un ejército de miles de obreros, algún día volverán a asaltar el cielo, para brindarle a sus hermanos lo que por derecho les pertenece, donde el hombre sea realmente hermano del hombre, donde la paz mundial sea un hecho y no una quimera, donde un puñado de capitalistas no decidan la suerte de los países más débiles, como en el caso del terrible genocidio que se vive en Palestina. Sí, compañeros, en Antorcha siguen vivos. Las injusticias no nos son indiferentes.

La mejor forma de recordar a nuestros muertos es trabajando día a día por la emancipación de la clase obrera. Desde aquí, un abrazo hasta la eternidad a todos los compañeros que se nos adelantaron: algún día nos volveremos a encontrar.  

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