MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

POESÍAS

Poesía

Despedida

Paul Géraldy
Declama: Berenice Bonilla

Conque entonces, adiós. ¿No olvidas nada?

Bueno, vete... Podemos despedirnos.

¿Ya no tenemos nada qué decirnos?

Te dejo, puedes irte...

Aunque no, espera, espera todavía

que pare de llover... Espera un rato.

 

Y sobre todo, ve bien abrigada,

pues ya sabes el frío que hace allí afuera.

Un abrigo de invierno es lo que habría

que ponerte... ¿De modo que te he devuelto todo?

¿No tengo tuyo nada?

¿Has tomado tus cartas, tu retrato?

 

Y bien, mírame ahora, amiga mía;

puesto que en fin, ya va uno a despedirse.

¡Vaya! No hay que afligirse;

¡vamos!, ¡no hay que llorar, qué tontería!

 

¡Y qué esfuerzo tan grande

necesitan hacer nuestras cabezas,

para poder imaginar y vernos

otra vez los amantes

aquellos tan rendidos y tan tiernos

que habíamos sido antes!

 

Nos habíamos las vidas entregado

para siempre, uno al otro, eternamente,

y he aquí ahora nos las devolvemos,

y tú vas a dejarme y yo voy a dejarte,

y pronto partiremos

cada quien con su nombre, por su lado...

Recomenzar... vagar...

vivir en otra parte...

Por supuesto, al principio sufriremos.

Pero luego vendrá piadoso olvido,

único amigo fiel que nos perdona;

y habrá otra vez en que tú y yo tornaremos

a ser como hemos sido,

entre todas las otras, dos personas.

 

Así es que vas a entrar a mi pasado.

Y he de verte en la calle desde lejos,

sin cruzar, para hablarte, a la otra acera,

y nos alejaremos distraídos

y pasarás ligera

con trajes para mí desconocidos.

Y estaremos sin vernos largos meses,

y olvidaré el sabor de tus caricias,

y mis amigos te darán noticias

de "aquel amigo tuyo".

 

Y yo a mi vez, con ansia reprimida

por el mal fingido orgullo,

preguntaré por la que fue mi estrella

y al referirme a ti, que eres mi vida,

a ti, que eras mi fuerza y mi dulzura,

diré: ¿cómo va aquella?

 

Nuestro gran corazón, ¡qué pequeño era!

Nuestros muchos propósitos, ¡qué pocos!;

y sin embargo, estábamos tan locos

al principio, en aquella primavera.

¡Te acuerdas? ¡La apoteosis! ¡El encanto!

¡Nos amábamos tanto!

 

¿Y esto era aquel amor? ¡Quién lo creyera!

De modo que nosotros -aún nosotros-,

cuando de amor hablamos

¿somos como los otros?

He aquí el valor que damos

a la frase de amor que nos conmueve.

¡Qué desgracia, Dios mío que seamos

lo mismo que son todos! ¡Cómo llueve!

 

Tú no puedes salir así lloviendo.

¡Vamos!, quédate, mira, te lo ruego,

ya trataremos de entendernos luego.

Haremos nuevos planes,

y aun cuando el corazón haya cambiado,

quizá revivirá el amor pasado

al encanto de viejos ademanes.

Haremos lo posible;

se portará uno bien. Tú, serás buena,

Y luego... es increíble,

 

tiene uno sus